Un grupo de estudiantes recuerdan cómo mantuvieron un pulso con la autoridad de enero a mayo: «Estabamos opoñéndonos á ditadura»

tamara montero

Recuerdan la tensión. La sensación de estar viéndolo a cámara lenta, como desde una pantalla. Como si en realidad no estuviesen allí. Los grises entrando, rodeándolos. Colocándose. Haciendo un pasillo. «Iamos pasando e pum, pum, pum». Era 28 de marzo. Era la Facultad de Medicina. Era Santiago, la universidad en la que el Mayo del 68 fue en marzo. «Estaba ao meu lado Victoria Díaz Cabanela. E estaba chorando. Estabamos todos moi nerviosos. Estabamos cantando o Venceremos nós e os grises entrando polos corredores e os laterais da aula magna», recuerda Carme Ríos, que por aquel entonces estudiaba Románicas. Lo recuerda frente a un café como si fuese ayer. Pero están a punto de cumplirse 50 años de aquella escena. «Dicían que había un gris que era vello, que tiña familia alí e que pegaba menos».

Ese desalojo brutal, seguido de enfrentamientos con la policía, fue el estallido violento de unas revueltas estudiantiles que duraron meses, pusieron contra las cuerdas a la autoridad académica y política y arrastraron a toda la sociedad gallega en una ola de solidaridad sin precedentes. Porque aunque las actitudes autoritarias del decano de Ciencias, Joaquín Ocón, y la devolución de las cuotas de las asociaciones de estudiantes que se negaba a entregar eran las principales reivindicaciones, en realidad la lucha iba más allá. Mucho más allá. «Estabamos opoñéndonos á ditadura». Francisco Cerviño estudiaba por aquel entonces Medicina. Se sienta junto al expresidente de la Xunta, Emilio Pérez Touriño, que inauguraba la carrera de Económicas en Santiago. «Non, non tiñamos a sensación de estar facendo historia», dice. «Si de estar facendo o que tiñamos que facer», tercia Carmen Sanleón. Estudiaba Románicas.

Así se gesta una revuelta

El Mayo del 68 en Santiago comenzó en 1967. Hubo elecciones de representantes de estudiantes. Se creaba un sindicato democrático de estudiantes. Había muchas actividades. La gente estaba tomando conciencia. La represión de los profesores no se hizo esperar, especialmente en Ciencias. Se suspendieron actividades. Se ninguneó a los alumnos electos, a los que se consideraba elementos subversivos. Peligrosos. Agitadores. Y se retuvieron las cuotas.

El 12 de enero los alumnos de Ciencias redactan un escrito de protesta al rector. Tres días después, arranca una huelga. A finales de enero, tras una manifestación con quema de periódicos -un medio llegó a calificar a los universitarios movilizados de «inmunda escoria», que dio título al libro de Ricardo Gurriarán sobre las revueltas-, detienen a 13 estudiantes, que quedan a disposición del Tribunal de Orden Público. Vicente Álvarez Areces recuerda que le impusieron una multa de 15.000 pesetas.

Marzo, el encierro histórico

Y llegó marzo. Y la tercera asamblea de Ciencias. Francisco Álvarez Fontenla se dirigía a un aula abarrotada en el tercer piso. Y apareció Ocón -«el medía dous metros, eu 1,70», recuerda Álvarez Fontenla-, lo agarró por el brazo y lo arrastró a la calle. «Ao chegar díxenlle algo así como: “Señor Ocón, aquí xa non é decano”». Helena López Prado estudiaba Química. «Decídese decretar unha folga e únense as demais facultades». Menos Farmacia. «Medicina parou esa mesma mañá, en canto chegaron as noticias do que acontecera en Ciencias», recuerda Cerviño. «E Económicas, que tiña clase pola tarde», tercia el expresidente de la Xunta Emilio Pérez Touriño. Y Filosofía y Letras.

El profesor García Rodeja pierde los papeles. Agarra a Álvarez Areces y le arranca varios botones de la chaqueta. El delegado de Medicina presenta una denuncia, simbólica, en la que cifra el destrozo en «no menos de tres pesetas». Unas horas después arranca el encierro. El 9 de marzo se dirigen al Rectorado, lo que hoy es Historia. Pasarán tres días. «Foi autoorganizado». Encargados de la comida, la limpieza, el control de la policía... Abajo se hablaba, arriba se descansaba. El último día, de madrugada, el rector Echeverri todavía negociaba. «Obrigámolo a pasar por medio dos estudantes polo corredor». Por ese mismo lugar tuvo que pasar Ocón. «E a famosa patada». ¿Qué patada? La que le dio a uno de los estudiantes que le gritaban “dimisión”, recuerda Helena. «Aí aprendín o que significa sine die», recuerda Álvarez Fontenla. El rector les propone la sustitución del decano Ocón «sine die». No aceptaron. Y el rector decidió que era hora de desalojarlos.

A las 7.30 horas del 13 de marzo, entró la policía. Los desalojaron por las buenas. No eran conscientes, pero sí. Los universitarios habían hecho historia.

Fundación 10 de Marzo

Trece expedientados, detenidos y multas de más de 37.000 pesetas

El próximo día 16 la USC celebrará un acto para conmemorar los 50 años de la rebelión estudiantil

T. M.

El encierro fue histórico. Pero ni de lejos fue el final. Se había movilizado una universidad entera. Las asambleas de los días siguientes reunían a más de dos mil estudiantes en el salón de actos de Medicina. El régimen reacciona.

Un juez del Tribunal de Orden Público llega a Santiago para tomar declaración a cuatro estudiantes por lo acontecido en Ciencias -que desencadenó la huelga-. Serán condenados a cuatro meses de reclusión y multas de 5.000 pesetas. A finales de mes, el director general de Enseñanza Superior visita Santiago para sancionar a varios estudiantes. Trece: siete expulsados y pérdida de matrícula de otros seis. Se desencadena la protesta. Primero, el brutal desalojo en Medicina. Ese pasillo que recuerdan a cámara lenta. Deciden ir a despedirlo a la estación. «Lanzamos unhas cantas laxes», recuerda Touriño. Acaba en batalla campal. Más de treinta heridos. Varios detenidos. Ocho ingresan en la cárcel de A Coruña. Las sanciones fueron brutales. «Ahí era una multa de 37.500 pesetas. Eran 30 días de arresto», recuerda Álvarez Areces. Los estudiantes reúnen dinero. Hasta venden sangre. Y se desata la solidaridad social: recaudaron 65.000 pesetas. Hasta parte del clero recriminó la falta de diálogo de las autoridades.

A primeros de abril, liberan a los encarcelados y sus sanciones son condonadas. Se mantienen las académicas, que centran la protesta. Los estudiantes dan diez días de tregua.

Resolución del conflicto

En la segunda quincena de abril, el rector anuncia que sí, que devolverán las cuotas y que solicitan de nuevo al ministerio que se suspendan las sanciones. Pasan diez días y las sanciones siguen. Vuelta a la huelga. Pero con el fin de curso, flaquean las fuerzas. Valoran la última oferta y convocan un referendo. El 57 % quieren seguir. Pero los delegados creen que ya es hora. Tras varias asambleas, vuelven. Sin Ocón, sin sanciones. Con las cuotas.

El próximo día 16 la USC celebrará un acto para conmemorar los 50 años de aquella rebelión.