Mayores solos: ¿Quién cuida de ellos?

Mila Méndez Otero
MILA MÉNDEZ A CORUÑA / LA VOZ

GALICIA

Álex López-Benito

En Galicia cerca de 120.000 mayores de 65 años viven solos. A muchos no les quedó elección, otros quieren autonomía

05 nov 2019 . Actualizado a las 11:50 h.

 «Soy María del Carmen López, aunque casi todos me llaman Cari. Vivo en esta casa y vivo sola». Cari tiene un oído tan bueno que tras un rato de conversación es fácil olvidarse de su discapacidad. Dirige la mirada hacia su interlocutor, pero no ve «absolutamente nada». Se le desprendieron las retinas de los dos ojos. Tenía 59 años cuando pasó. «¿Cuántos tengo ahora? Muchos, casi todos. Voy camino de los 70». 

Sin visión, pero independiente

Esta vecina de A Coruña se negó a perder su autonomía. «Llevo muchos años viviendo sola. Y no pasa nada. Estoy feliz, me apaño perfectamente. Mis sobrinos están casados y yo estoy soltera... y sin compromiso», apostilla, por si alguien se da por aludido. Nunca pierde la sonrisa. «Pongo la lavadora, tiendo la ropa, en el cuarto de baño no necesito a nadie. Tengo las cosas de mi mano y no ando titubeando». Coge la plancha y se pone a alisar un pijama para demostrarlo. A lo único que no se atreve es a cocinar. Gracias a un programa municipal le llevan la comida a casa.

«Para la mayoría vivir solos no es su elección, pero también hay quien reivindica su espacio» Vive en un tercero sin ascensor. «Para la mayoría, vivir solos no es su elección, pero también los hay que reivindican su espacio», apunta Laura de la Cruz Recio. Es responsable del servicio de teleasistencia de la Cruz Roja de A Coruña. «Si no fuera por este aparato, muchos se pasarían semanas enteras sin hablar con nadie. Sobre todo en las ciudades». Cari lleva uno de esos medallones. «Mi problema es en la calle. Tengo miedo a tropezar. Por la ley de dependencia una persona me acompaña tres veces por semana. Los viernes viene mi sobrina. Me saca a pasear, como el que saca a un perrito». Las visitas se agradecen, «pero después cada uno a su casa. Es más, si estoy escuchando una película a mí que no me molesten». A las puertas de los 60 volvió a empezar: «Se me vino el mundo encima. Tuve una conversación conmigo misma y llegamos a un acuerdo. Me dije: “Cari, esto es lo que hay y te tienes que adaptar”». Fue así como redescubrió el cine: «Pretty Woman me gusta más en la versión para ciegos». Suspira y continúa: «Tengo una forma de pensar un poco rara para muchos. Si una cosa tiene solución, no hay que preocuparse, se arreglará. Si no la tiene, pues no se puede vivir amargado». Sobre la posibilidad de abandonar su piso es clara: «Yo en mi casita estoy como un rey en una cesta». 

ANGEL MANSO

Con cinco hijos y sola

«Tengo 82 años y vivo sola desde hace 22 años en esta casa». María Garel Naveiras reside en la coruñesa calle Barcelona. Tiene cinco hijos y ocho nietos, y no comparte piso con nadie desde que sus vástagos se fueron emancipando. «Me casé con 18 años. Era muy niña. En cuanto quedé viuda, hace 35 años, viví mi vida, mi juventud y mi todo. La mejor época de mi vida fue hasta los 65, cuando una operación me dejó mal los pies». Camina con andador y está contenta porque al fin tiene ascensor en su edificio. Los años no le han arrebatado la valentía. Se define como muy coqueta, ha ido a la peluquería para arreglarse las uñas y está orgullosa de sus tapetes y cojines: los tejió ella. «Yo a una residencia no quiero ir. Mientras esto funciona [señala la cabeza] no quiero que me lleven de aquí. ¡Soy mayor, pero no inútil, ¿eh?».

Solo abandonó el piso para recuperarse de unas intervenciones en casa de sus hijos. «Los jóvenes siempre andáis con prisa». Calla un momento y añade: «No me ofreció ninguno ir a vivir con él». María es sarcástica, pero también franca y alegre. «Cuando estoy aburrida hablo con los tontos de la tele. Si hace un día bueno voy a tomar el sol o un café con las amigas. Así es mi vida». En el Reino Unido el Gobierno quiere crear una Secretaría de Estado de la Soledad. «Yo lo ampliaría a una Dirección Xeral de la Fragilidad en Galicia», dice el gerontólogo José Carlos Millán Calenti. «Es una realidad que va a ir en aumento y que no estamos previendo».

María está en el programa de teleasistencia. «Cuando me siento sola los llamo y les digo: “¡Me duele el corazón derecho!”. Los martes viene Fina [una voluntaria] y estoy en el programa Xuntos, del concello. Hay días en los que tengo morriña. Veo que los chiquillos no vienen y no llaman. Iría a un centro de día, pero no me llega la pasta. Lloro muchas veces, dicen que es bueno. Después me digo: “A la calle, a tomar un café. Total, son dos días”». Relativiza, enseña unos jerséis que hizo y termina: «Soy joven: cuando tenga 90, que me metan donde quieran; mi nieta leyó en un libro que duraré hasta los 102».