La falta de oportunidades de trabajo y las dificultades para el acceso a la vivienda, los principales obstáculos
18 feb 2018 . Actualizado a las 05:00 h.Galicia no atrae a los extranjeros y, por lo tanto, difícilmente podrá resolver su crisis demográfica por la vía de la inmigración. Pesa tan poco en la comunidad gallega la presencia exterior que solo Extremadura cuenta en toda España con un contingente de extranjeros menor en proporción al total de su población. En Galicia los nacidos en otros países son el 3,4 % de todo el censo, 92.677 personas en total. En Extremadura el 2,9, pero en Castilla y León, por ejemplo, ya sube al 5,2 %.
«Es muy complicado encontrar trabajo en Galicia», asegura el padre Román, miembro de la Asociación Cultural Polonia en Galicia. «Para mí no lo ha sido, pues hacen falta sacerdotes, pero al perfil más habitual de mis compatriotas que buscan aquí trabajo, mujer joven con carrera que ha hecho aquí Erasmus y se ha casado con un gallego, no le está resultando nada fácil», reitera el sacerdote polaco. «Nuestra presidenta tiene el doctorado en Economía, pero no consigue empleo, y aunque en Bilbao, Madrid, Barcelona, Valencia hay contrataciones, aquí no, ni siquiera en la construcción, como antes», concluye el religioso.
El Ministerio de Trabajo certifica que la mayoría de los inmigrantes que llegan a Galicia (el 52 %) son de la Unión Europea o al menos cuentan con pasaporte de alguno de sus países. América aporta otro 28 %, África un 12,5 % y Asia un 5 % más.
«Galicia ofrece condiciones positivas para gente que llega de otros lugares, como un coste de la vida más bajo, alquileres más asequibles, un entorno más amable que el de las grandes ciudades y vínculos con parientes en unos casos y en otros con otras personas que han venido y se han asentado antes», enumera Miguel Fernández, del Foro Galego de Inmigración. Pero, sin dudarlo, añade que los que llegan de fuera se encuentran con una generalizada y alta desconfianza de una sociedad con muy poca experiencia en la acogida. «Hay discriminación y microrracismo», atestigua.
Ni siquiera por parte de las instituciones Fernández encuentra el mantenimiento de la preocupación por la adaptación y captación de refugiados. «La gente que trabaja con refugiados constata que están creciendo los problemas para que logren contratos de trabajo y pisos de alquiler», añade el portavoz del Foro de Inmigración, que indica que la residencia coruñesa de Padre Rubinos se está convirtiendo en el lugar de acogida de dicho colectivo.
Pese a los problemas de integración y empleo, el contingente de extranjeros ha vuelto a aumentar en los últimos dos años, llegando al nivel del inicio de la crisis, pero con 11.108 integrantes menos que en el 2012, año récord en cuanto a presencia foránea.
Además de los extranjeros, en el último año retornaron a Galicia 5.144 emigrantes, 3.088 de ellos de Latinoamérica. En los últimos diez años volvieron a su tierra 39.422, atribuyéndose el repunte experimentado en la actualidad al retorno de gallegos radicados en Venezuela, fundamentalmente.
«El que retorna siempre es extranjero cuando vuelve, lo era en el país adonde se fue y al que regresa», mantiene Celso Domínguez, presidente de la Asociación de Emigrantes Galegos Ulla-Umia. «La readaptación es compleja, pero Galicia debería hacer un esfuerzo mayor por atraer a los que se fueron un día y a sus familias, sería una riqueza para el país. Se podrían aprovechar mejor los lazos de unión con la emigración», mantiene.
A la emigración la Xunta destinó este año 2,6 millones de euros y otros 2 millones para ayudas de emergencia. Para los retornados tiene programados 1,6 millones, con ayudas para volver a Galicia, con incrementos de partida para atender los casos de Venezuela; apoyo al emprendimiento de los emigrantes y sus descendientes en la comunidad, y becas para que la diáspora acabe su formación en Galicia.