De fábrica de conservas a casa okupa

carlos ponce CANGAS / LA VOZ

GALICIA

M. Moralejo

La antigua nave de Massó en Cangas se encuentra en un estado deplorable

11 ene 2018 . Actualizado a las 17:24 h.

La fábrica de Massó lleva más de veinte años cerrada. Pero no está deshabitada. Al poco tiempo de cerrar, un grupo de okupas llegaron a las instalaciones del antiguo economato de la empresa para hacerlo suyo. Con el cangués Pablo Aller Bastón a la cabeza, hubo una época en la que cerca de veinte personas llegaron a vivir allí. No tienen electricidad y el agua la consiguen de una fuente cercana. Entre las ruinas de la construcción solo se hospeda allí ahora Aldán, un okupa procedente de Madrid. Pero nunca está solo. Siempre hay algún compañero que le va a hacer compañía. En especial, el propio Pablo Aller, que es el que tiene las llaves del economato y que ha dejado de vivir allí desde que es padre. «Hubo un tiempo en que aquí organizábamos charlas y actividades a las que venía mucha gente», recuerda con nostalgia Pablo Aller.

La prueba de que en el economato había mucho movimiento es que en la planta baja del edificio sigue estando el half que allí construyeron los okupas hace años a base de madera y en el que los militantes hacían competiciones y exhibiciones de monopatín y de bicicletas BMX.

Los okupas de Massó se definen de ideología punk y aseguran que nunca han creado ningún tipo de problema. Según ellos, incluso ayudan a solucionarlos. Hace algunos años, fueron los responsables de expulsar a un grupo de drogadictos que iban a diario al entorno de la fábrica. «Una vez cayó una señora y fuimos nosotros quienes la atendimos con nuestro Betadine. Al principio nos tenía miedo, pero cuando vio que la ayudábamos cambió la imagen que tenía de nosotros», recuerda Pablo Aller.

El pionero de la ocupación en Massó, que hoy es propiedad una entidad bancaria, vive con su familia en un piso cerca de allí. Trabaja en alta mar, y cuando vuelve a Cangas siempre pasa por el economato para estar con sus compañeros. Y es que, a pesar de que actualmente en el economato solo vive una persona, es habitual que por allí pasen de visita okupas de diversos puntos de España a apoyar la causa.

«Yo esto lo defiendo a muerte. Lo vivido y lo trabajado aquí... fueron muchos años. Para mí esto es mi casa», asegura Pablo Aller. Porque los okupas defienden su trabajo en Massó. Recuerdan, por ejemplo, cómo en una de las plantas del edificio del antiguo economato se encontraron cuando llegaron con cientos de colchones en pésimo estado que se utilizaban para los campamentos infantiles del Concello de Cangas. «Fuimos nosotros los que llevamos todos los colchones al punto limpio de Bueu», recuerda Aller, que asegura que ellos nunca robaron, pero que en cambio sí sufrieron actos vandálicos en sus propias carnes. «A nosotros sí que nos robaron».

Según los okupas, la relación con el Ayuntamiento es buena, hasta el punto de que allí «incluso llegaron a vivir hijos de guardias civiles».