El pavor de toda una comarca cumple 30 años

Juan Ventura Lado Alvela
j. v. lado CEE / LA VOZ

GALICIA

El Cason dejó 23 muertos y evacuaciones masivas en Fisterra. Su pecio aún genera polémica

05 dic 2017 . Actualizado a las 18:10 h.

Si la gestión de la catástrofe del Prestige aún resulta hoy controvertida, la del accidente del Cason en Fisterra, que ahora cumple 30 años, ha pasado a la historia directamente como nefasta: murieron 23 de sus 31 tripulantes, se desató una alarma social con caóticas evacuaciones masivas y ni siquiera se ha acabado de arrojar verdadera luz sobre aspectos fundamentales, más que nada porque la sucesión de bulos es tal que resulta prácticamente imposible desenmarañarlos de la realidad. De hecho, hasta el mes pasado aún había una gabarra achatarrando parte de los restos, pese a la oposición de Concello, vecinos, submarinistas y pescadores, que defendían la pervivencia del biotopo que se ha ido creando en esta zona de punta de O Castelo, junto a la playa fisterrana de O Rostro, desde 1987. Prueba todo ello de que, tantos años después, el buque cargado en distintos puertos holandeses con destino a Shanghái todavía sigue siendo foco de conflictos.

Entre todos los despropósitos, empezando por la falta de formación de los marineros chinos, parte de los cuales se presume que murieron desnucados al saltar al agua desde más de 10 metros de altura con chalecos rígidos, el que más vivo está entre los fisterráns y los vecinos de todo el entorno son los autobuses y las caravanas de vehículos particulares en los que huyeron hacia poblaciones como Vimianzo, Muros o Noia escapando de una supuesta nube tóxica, que se decía mortal. Los cadáveres de los tripulantes recuperados, el intenso olor y las deflagraciones ocurridas en el barco en aquellos días posteriores al 5 de diciembre invitaban a albergar todos los miedos posibles que las autoridades no lograron aplacar, sino más bien todo lo contrario. Llegaban informaciones contradictorias, los propios implicados se ocultaban datos entre ellos y, aunque finalmente no había tanto peligro como se decía, el mal ya estaba hecho. Se calcula que unas 15.000 personas se echaron a la carretera con lo puesto y Fisterra -también Corcubión y otros municipios próximos- ofrecía un panorama apocalíptico, hasta el punto de que la Guardia Civil llegó a hacer patrullas por el pueblo para evitar robos en las casas vacías. Nombres como el del entonces delegado del Gobierno, Domingo García-Sabell; el alcalde de Corcubión, Rafael Mouzo; o el director general de la Marina Mercante, José Antonio Madiedo, quedaron para siempre, por unos motivos o por otros, ligados a este accidente. Hoy lo que quedan son los recuerdos de los que salieron despavoridos con niños pequeños en brazos y un pecio lleno de historia convertido en chatarra en su mayor parte.

Prestige

Por otra parte, la propuesta impulsada por el BNG para declarar el 1 de diciembre como Día da Dignidade de Galicia, en recuerdo de la multitudinaria manifestación celebrada hace 15 años en Santiago tras la catástrofe del Prestige, será tumbada hoy en el Parlamento, informa Domingos Sampedro. Pese a que En Marea y PSdeG le dieron su apoyo, con una cascada de reproches al PP, el diputado popular Alberto Pazos dejó claro en una intervención cargada de ironía que su grupo rechazará «institucionalizar o día para zurrar ao PP».

«Nós non tiñamos medo, pero con cinco fillos pequenos marchamos coma todos»

ALVELA

La lancha Ara Solis de la Cruz Roja de Fisterra, hoy abandonada en la antigua Sicar de Cee, es casi tan célebre en la localidad como el propio barco, porque en ella se libraron de la mili muchos vecinos y fue la embarcación que recuperó nueve de los cadáveres de los marineros chinos. Además de Juan do Cacho, Josito, Fran, Mañón y algunos más entre marineros y voluntarios, al frente de ella estaban en la época el patrón Leoncio Domínguez López (hoy 71 años) y el maquinista Gervasio Traba Lorenzo (76), ambos padres de familia numerosa, que se reunieron ayer en Fisterra para rememorar todo lo que vivieron aquellos días. Estaban esperando a ver lo que hacía el mar para salir. «Porque aquí temos o costume de que cando pasa o chuvasco acalma o vento», recuerda Leoncio. Y lo hizo. Aun así, las condiciones no eran ni mucho menos favorables, pero acudieron a la llamada de la costera y se fueron acercando al barco que ya veían en el radar. «Había mercantes, containeiros e polo visto xa colleran a un vivo, pero entre eles comunicábanse en inglés e nós nin papa», hace memoria Gervasio, que sí ve, como si fuese hoy, las bengalas que les lanzaban de los helicópteros para señalizarle la posición de los cuerpos. «Subimos nove a bordo con moitos traballos e descargámolos na rampla. Despois metéronse na lonxa, nun corredor onde ía o peixe, que aínda había quen falaba e se queixaba de que os levaramos a poxar, porque ten que haber de todo», detalla Leoncio, que dice que no sintió miedo, pero por la presión de su mujer y la familia acabó, al igual que Gervasio, cogiendo los bártulos y saliendo del pueblo. «Con cinco fillos pequenos, marchamos coma todos», recuerda.