El extraño siniestro que marcó la transición en la gestión marítima

Pablo González
pablo gonzález REDACCIÓN / LA VOZ

GALICIA

XOSE CASTRO

En aquel tiempo, el aparato administrativo de la marina civil estaba en construcción y la Armada conservaba aún importantes competencias marítimas

05 dic 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

Con el accidente del Cason se pusieron sobre la mesa buena parte de los problemas que puede acarrear la gestión de una emergencia marítima y que, quince años después, volvieron a manifestarse en el Prestige, con la diferencia de que en este último accidente no hubo víctimas mortales -el operativo para salvar a la tripulación fue modélico- y en el siniestro de 1987 murieron 23 de los 31 marineros.

En aquel tiempo, el aparato administrativo de la marina civil -encarnado en la Dirección General de la Marina Mercante- estaba en construcción y la Armada conservaba aún importantes competencias marítimas de índole civil. De hecho, puede decirse que la Comandancia gestionó los primeros momentos de la emergencia hasta el increíble embarrancamiento muy cerca de la playa de O Rostro, en Fisterra, de ahí que en los primeros momentos la información -especialmente la relativa a la carga peligrosa del buque- no fluyera con la transparencia deseada o con la estrategia precisa para evitar el alarmismo. Incluso el entonces director de la Marina Mercante, José Antonio Madiedo, se quejó reiteradamente de que la Comandancia no compartía la información sobre el buque. La visión militar sobre el tratamiento informativo se impuso. Después vinieron el alarmismo, el miedo, las evacuaciones masivas y una gestión de la crisis muy cuestionada y vacilante.

Con el mar ya en calma, el remolque parece que hizo más por propiciar el embarrancamiento que por evitar que el barco encallara. A pesar de tener un contrato con la Administración, Madiedo denunció que Remolcanosa estaba negociando en paralelo una operación lucrativa, como también se dijo que pasó en el Prestige. Solo después de este último accidente se vio la necesidad de tener una flota de remolcadores pública que obedeciera las órdenes.

En 1992 se aprueba la ley que debía modernizar la Administración marítima, creando las nuevas capitanías que iban a sustituir a comandancias y ayudantías militares en sus competencias civiles. La marina civil se segregaba por fin de la marina de guerra. La Transición democrática llegó al mar con retraso.