Docentes de un centro de Mondoñedo detectaron el último caso, un niño de 9 años

sara carreira
Especializada en educación. Coordinadora del suplemento La Voz de la Escuela

Cada año hay entre 10 y 15 denuncias de profesores alertando un posible maltrato infantil. El último caso, el pasado día 22 en Mondoñedo, cuando un menor de 9 años llegó al colegio maquillado para disimular golpes en la cara, espalda y muslos, que al parecer le propinaron sus tías carnales. El subdelegado del Gobierno en Lugo, Ramón Carballo, confirmaba ayer que, efectivamente, fue el colegio el que dio la «primera alarma».

El número de expedientes abiertos en el ámbito de la protección de menores en Galicia es de aproximadamente 3.500, una cifra que crece poco cada año. «No en todos ellos debe asumirse finalmente una medida de protección, sino que se realiza una investigación sobre cada caso y se adoptan las medidas oportunas (guarda o tutela) en función de las necesidades del menor», explican desde Política Social. Hay que entender que maltrato, dicen los expertos, no es solo pegar a un niño, sino que abandono o negligencia en la atención se debe entender también como tal.

El sistema más interesante para la detección de problemas es el registro unificado de maltrato infantil (RUMI), que consiste en unas plantillas que los profesionales de la policía, la educación y la sanidad rellenan. Los maestros, por ejemplo, tienen que marcar la casilla «ocasional» o «frecuente» ante preguntas como «Escapa de clase, asistencia irregular a clase. Chega tarde» o «Rouba obxectos na clase, pide comida». Todo se tramita por Internet. En Galicia su uso es totalmente residual: 8 denuncias en el 2012, 12 al año siguiente, 15 después, 12 otra vez y 13 notificaciones en el 2016. En algunas comunidades son cientos, incluso miles, las alertas que recibe la Administración. Además, en Galicia solo se ha implantado en las escuelas, y no en la policía -que se comunica de una forma más directa- ni en la sanidad, que avisa sin un protocolo unificado. La Xunta espera incluir pronto los servicios sanitarios en el RUMI.

El otro sistema, con más éxito y antigüedad, es el teléfono de ayuda a la infancia (116 111), que funciona durante todo el año las 24 horas del día. «Su objeto es proporcionar ayuda a los niños necesitados de cuidados y protección, a quienes se suministrarán servicios y recursos tendentes a satisfacer sus necesidades. Sirve también para que los niños puedan expresar libremente sus preocupaciones, hablar sobre problemas que les afecten directamente y avisar a alguien que pueda proporcionarles ayuda en caso de urgencia», dicen desde el servicio.

Son entre 1.200 y 1.500 llamadas al año, la mayor parte de asesoramiento e información (50 % del total). ¿Ejemplos?: «¿Qué puedo hacer si veo una imagen mía en Facebook y soy menor?» o «¿Adónde tengo que ir si quiero tomar la píldora poscoital?». El 60 % de las cuestiones las resuelven los técnicos, y si no las derivan adonde haga falta. Las fuerzas de seguridad del Estado llaman a ese número para gestionar las urgencias (una pelea en la que haya menores, por ejemplo) durante los fines de semana y los festivos, pero eso representa menos del 10 % de las llamadas.

Solo otro 10 % son de denuncias o sospechas de maltrato intrafamiliar. Aquí la Xunta establece cuatro tipologías diferentes: físico, emocional, abandono o negligencia y abuso sexual. Lo que más hay son denuncias por abandono (un 60 % de los avisos de maltrato).

MARCOS MÍGUEZ

«No podemos confundir la responsabilidad con la culpa»

En las historias de maltrato infantil no hay buenos y malos. Todos los expertos consultados se esfuerzan en recalcar este hecho. ¿Cómo puede un padre o una madre abandonar a su hijo, no darle el desayuno, no lavarlo, pegarle? «Parece increíble, pero estos progenitores no son capaces de detectar las necesidades de sus hijos», dicen desde el equipo de Integración Familiar de la Fundación Meniños. Y añaden: «Su sistema de cuidados lo tienen dañado. Cuando uno está tan centrado en superar sus problemas no ve lo que ocurre a su alrededor». Por eso no son partidarios de buscar culpables: «No podemos confundir responsabilidad con culpa. No conocemos a ninguna madre, absolutamente a ninguna, que presuma de maltratar a sus hijos, que lo haga deliberadamente o que los abandone de forma consciente».

Una madre sana puede dar un cachete a su hijo, pero automáticamente sabe que ha hecho mal, que ha perdido el control, y se siente fatal. «Ser consciente de algo así parece fácil, pero es bastante complicado», porque entran en juego valores, experiencias y aprendizajes, explican. Y proponen un ejercicio: «Cuando alguien se pregunta cómo es posible que esa chica se quedase embarazada a los 15 años, nosotros le devolvemos la cuestión: le decimos que piense por qué ella no se quedó embarazada a los 15 años, qué factores influyeron y qué hubiese pasado si no los tuviese».

Sí a la adopción abierta

Meniños puede mostrar empatía con padres y madres, pero tiene claras las prioridades: «Los tiempos de los niños no son iguales que los tiempos de los adultos». Y ponen un ejemplo: «Un padre o una madre pueden tardar un año en recuperarse de una adicción, pero para un bebé el primer año de vida es fundamental desde todo punto de vista».

Por eso, la entidad, igual que todas las del sector, defiende el acogimiento (en primera instancia en el entorno más cercano del niño, lo que se denomina familia extensa) y, si no puede ser, si los padres no se pueden recuperar, la adopción abierta (adopción con todas las garantías, pero con relación con la familia biológica). En Galicia no se ha generalizado la figura de la adopción abierta. De hecho, en España solo está regulada y activada en Extremadura desde este verano, facilitando la entrevista de los niños (en puntos de encuentro, por ejemplo) con sus padres o parientes cercanos biológicos.

«Siempre nos regimos por el principio de mínima intervención»

María Emmanuela Díaz Castro-Rial, sub directora xeral de Política Familiar, Infancia y Adolescencia, está al frente de la parte administrativa del sistema de protección de menores en Galicia, un trabajo muy complicado que la sociedad desconoce.

-¿Qué retos considera la Xunta que hay en este campo?

-Hay un registro unificado de maltrato infantil (RUMI) y hasta ahora se aplica solo al ámbito educativo: un reto para nosotros es conseguir que lo utilicen más los profesores. Como se ve, el maestro es una fuente muy fiable, porque ve la evolución de los niños y puede detectar situaciones de maltrato.

-El RUMI apenas se usa en Galicia: ¿por qué?

-Nosotros les facilitamos a todos los profesores su nombre de usuario y contraseña para entrar en el sistema, pero creo que se utiliza poco porque hay mucho desconocimiento y los maestros están desbordados. También hay mucha movilidad en las plantillas y eso tampoco lo favorece.

-Hay quien dice que muchos profesores no tienen la formación adecuada para ver los signos de maltrato infantil.

-Es cierto que no hay una formación pautada. Nosotros intentamos informar de cómo se cubre el RUMI, porque es una plantilla muy sencilla que no requiere ninguna valoración y es fácil de notificar, y siempre acudimos a los congresos y reuniones donde se tratan asuntos relacionados. También queremos aplicarlo al ámbito sanitario: hay que implantarlo en los servicios de urgencia y en los de pediatría. Pero no es la única forma de comunicar un caso, ya que tenemos el teléfono del menor desde 1994, que además es muy fácil y anónimo.

-Detectar el maltrato es difícil, pero una vez que se consigue, ¿cuál es la filosofía?

-El principio de mínima intervención. Intentamos que el menor se quede en el ámbito familiar, y que no se retire la custodia de los padres.

-¿Las familias superan estas crisis?

-Si hay una sola causa para el maltrato, es más fácilmente recuperable. Pero cuando fallan muchos puntos es difícil rehacer el engranaje. Depende de la voluntad de la familia por recuperar a su hijo; si en dos años no has hecho nada, no te puedes oponer a las decisiones de la Administración.