La exención de impuestos en el rural benefició a 23.000 gallegos en dos años

Juan María Capeáns Garrido
juan capeáns SANTIAGO / LA VOZ

GALICIA

Santi M. Amil

Los jóvenes y las familias numerosas ahorran hasta un 13 % al comprar una casa

28 nov 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

La conquista del Oeste americano o la humanización de Australia no tenían letra pequeña. Preparabas el hatillo, te subías al tren, a la diligencia o al barco y venga, a arar la tierra prometida. Estas realidades decimonónicas que tantos guiones de ficción alimentaron siguen vigentes en el siglo XXI, pero ahora en Europa probablemente despierten más la curiosidad burguesa que los espíritus aventureros. La última propuesta llega desde Suiza y no reparte tierras para el que las trabaje, pero sí unas sustanciosas cantidades de dinero -hasta 60.000 euros- a cambio de irse a vivir al pueblo de Albinen, que con 240 habitantes va directo a la desaparición en menos de dos generaciones. La iniciativa popular, asumida por el alcalde, confía en atraer a cinco familias jóvenes hasta el 2022, y para ello va a presupuestar unos 85.000 euros anuales. ¿Nos vamos? Sí, pero siempre que uno tenga poco que perder en los próximos diez años -tiempo mínimo de residencia- y al menos 170.000 euros para invertir en una propiedad, nueva o rehabilitada. Por cada adulto menor de 45 años que se mude están dispuestos a abonar 21.500 euros, y por cada hijo, 8.500 euros, hasta los 60.000 comprometidos.

Un problema de ricos

Otros casos llamativos. La más que decente proposición helvética demuestra que el problema demográfico y el despoblamiento del rural no es una cuestión de pobreza ni de geografías más o menos periféricas, sino de costumbres vitales. Los países más poderosos del mundo tienen ejemplos puntuales de territorios que recurrieron a incentivos para atraer o fijar población. El municipio francés de Cham-du-Boult, en Normandía, puso parcelas a la venta por un euro el metro cuadrado para hacer compañía a sus 379 habitantes; en Ottenstein (Baja Sajonia, Alemania) su alcalde entregó gratis parcelas para familias jóvenes; en Japón ocurrió algo similar con la isla de Hokkaido; y estados norteamericanos como Kansas o Nebraska, en el centro del país, hicieron lo propio en el 2010 basándose en la Ley de Asentamientos Rurales impulsada por Lincoln en 1862, que entonces atrajo a millones de europeos.

¿Y EN GALICIA?

Pueblos enteros a la venta. Galicia, que está en el vagón de cola del declive demográfico europeo, no regala tierras, porque entre otras cosas están casi en exclusiva en manos privadas, ni ha impulsado impactantes medidas, a pesar de que periódicamente las más de 1.500 localidades abandonadas encuentran eco mediático al grito de «se vende pueblo entero». Pocos han encontrado nuevo propietario en el último lustro, y la mayoría son inversores a la caza de subvenciones para rehabilitar que, por fin, empiezan a aflorar. El problema de pérdida de población y el desangrado del campo gallego se asume en la Xunta sin demasiados ambages, porque los números son tercos e inequívocos, hasta el punto de que de unos meses a esta parte el presidente Feijoo trata de salir de cada Consello con alguna medida bajo el brazo que enmarca en la que denomina «a lexislatura do rural», un tinglado presupuestario que la oposición trata de desmontar al mínimo revés estadístico. La última disculpa para atizar duro fueron los incendios forestales, en los que el abandono de las tierras de labradío se consideró determinante en la agresiva expansión de las llamas.

LOS INCENTIVOS GALLEGOS

Impostos cero no rural. Es el nombre del programa estrella de la Xunta para fijar y atraer habitantes a las zonas más despobladas. Arrancó el 1 de enero del 2016 con la eliminación de los impuestos para las transmisiones de suelo rústico, las transmisiones totales o parciales de explotaciones agrarias y para la agrupación de fincas rústicas. En los presupuestos vigentes se amplió el programa para la adquisición de la vivienda habitual, con la supresión de los impuestos autonómicos para los menores de 36 años, las familias numerosas o las personas con discapacidad. ¿Resulta atractivo? Desde luego no son medidas que ocupen titulares en periódicos de media Europa, como ha sucedido con el caso de Albinen, pero la Consellería de Facenda asegura que de esta iniciativa se han beneficiado ya en los últimos 22 meses 22.560 gallegos, aunque el éxito de su objetivo -fijar población- se debería apreciar a medio y largo plazo. Las cifras gallegas, pues, son relativas, y también están sujetas a requisitos, pero no son despreciables. Por ejemplo, adquirir una propiedad de 170.000 euros en el campo gallego -con seguridad mucho más espaciosa que lo que pueda ofrecer por ese precio el pueblo suizo- implicaría en Galicia una bonificación para una familia de unos 22.000 euros, al ahorrarse el equivalente al IVA y el coste de los actos jurídicos documentados o la formalización de la hipoteca, hasta un 13 % del total. En el 2018, los incentivos y las deducciones se ampliarán -vía IRPF e Imposto do Patrimonio- para los que generen actividad económica al invertir en tierras o propiedades rurales que se encuentren desaprovechadas, y también a los que apuesten por meter su dinero en una sociedad forestal.

¿DÓNDE?

En el 94 % del suelo gallego. Para obtener estas ventajas fiscales no hay que irse a vivir a 1.300 metros de altura, como en Suiza. Basta con adquirir la propiedad en cualquiera de las 3.462 parroquias que se han metido bajo este paraguas fiscal, que cubre un 94 % de la superficie de Galicia. Municipios urbanos como Lugo están amparados, y lo mismo ocurre en 15 de las 28 parroquias del Concello de Santiago. En A Coruña, en cambio, no se incluyó ninguna, y en Vigo, una.