«Nos vimos rodeados por las llamas y luchábamos impotentes contra una fiera»

Pablo Carballo
PABLO CARBALLO REDACCIÓN / LA VOZ

GALICIA

Pablo Carballo / Senén Rouco

El arousano barrio de A Torre revive once años después la lucha de sus vecinos frente al fuego que amenazó sus casas en el 2006

23 oct 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

Era agosto. Era día 8. Y era martes. El fuego llegó en bocanadas. Impulsado por un viento enfurecido. Multiplicado en decenas de focos. Galicia estaba sumida en la que, hasta hoy, sigue siendo la ola de incendios más grave de su historia. Vilagarcía no comió tranquila. Desde el mediodía ardía la ladera de Xiabre. Las llamas alcanzaron la parroquia de Guillán, y allí se libró una ardua batalla.

Allí estaba Marisa Míguez. Salió del trabajo, en el comedor de Cáritas, para defender una finca. En plena faena, el teléfono sonó. «Ven corriendo, que tienes el fuego delante de tu casa». Otro foco amenazaba ya el barrio de A Torre. «Te vuelves loca. Fue horrible. La policía gritando para que saliera la gente, para que se alejara de las viviendas... ¿pero quién deja lo poco que tiene?».

Los vecinos intentan organizarse. «La cadena humana era la única solución que había, no llegaban las mangueras ni llegaba nada. Con cubos y capachos lo íbamos conteniendo como podíamos». Ese reguero humano, símbolo de tantos y tantos vecinos que hicieron frente al fuego, ilustró la mañana siguiente la portada de La Voz. Marisa, con un vestido de rayas. Delante de ella, en primer término, su hija Marta Méndez. Tenía 15 años.

«Todo el que podía ayudaba. Me pasé el día de un lado para otro. No lo piensas, no te paras a ver la edad que tienes. Hoy veo la foto y me parece imposible que estuviera allí. Pasas mucho miedo». Marta, entonces en el instituto, se ha licenciado en Empresariales. Tras la madre y la hija, está Pilar Martínez, trabajadora de la guardería municipal: «La foto se hizo anocheciendo, llevábamos horas ya, y luego toda la madrugada. No sabía nada de Sindo, mi marido, que se había subido a un tractor para llevar agua al monte. Estábamos sin luz. No apareció hasta las tantas».

Sobre el mismo suelo que pisaban entonces, las imágenes rebrotan. «La gente mayor estaba desesperada. Lloraba. No sabía qué hacer. Nos vimos rodeados de llamas y nos dio la vida la juventud. La decisión, aquel arrojo, aquella energía, te llevaban, ven aquí, ponte allá... Eso nos salvó. Si no salen, perdemos todo. Los bomberos no daban abasto con tanto foco. Recuerdo la sensación de impotencia. Apagabas aquí y saltaba allá abajo. Luchábamos contra una fiera. Salió bien, pero si saliera mal nos llevaba a todos por delante».

Marta, Marisa y Pilar posan para La Voz en el mismo lugar en el que formaron la cadena humana que en el 2006 luchó contra el fuego frente a sus casas en Vilagarcía
Marta, Marisa y Pilar posan para La Voz en el mismo lugar en el que formaron la cadena humana que en el 2006 luchó contra el fuego frente a sus casas en Vilagarcía VÍTOR MEJUTO

En la voz de Marisa todavía se destila adrenalina. «Ese muro, ese muro de ahí -señala la propiedad contigua-, aún no sé cómo conseguimos que no lo superara». Ese muro es el de la vivienda de Emilio. El número 11 de la calle Amizade. Hoy pasea a sus dos perros frente a la finca que aquel día, pasto de las llamas, cerca estuvo de ser el escenario del crimen de su casa. «Fue terrible, tenías el fuego en la puerta. Vaciamos la piscina con mangueras y calderos. Si no es por los vecinos, no lo paramos. Mi mujer y mis hijos tuvieron que pasar varios días fuera, con mis padres. El aire era irrespirable. Yo me quedé a proteger la casa por si el fuego volvía».

La extensa finca en la que se originó aquel foco, y que tardó años en recuperarse, es de una familia que reside en Madrid. «En agosto los llamé pidiéndoles que vinieran a desbrozar. Me estaba temiendo que, con lo seco que estaba todo, pudiera repetirse. Entendieron mi preocupación y se presentaron aquí».

Frente a la casa de Emilio, la de Tino y Maruxa, los padres de Eduardo. En la foto de entonces viste camiseta negra y pantalón corto blanco. Hoy comanda una asociación de autónomos. «Desalojamos primero a los más pequeñines, a mi hija y a mis sobrinos. Sentías pánico. Las campanas de la iglesia repicaban clamando ayuda. Llegaban vecinos del centro para ayudarnos».

Las laderas de Castrove, Xiabre y Lobeira quedaron devastadas ese día. La comarca de Arousa se enmarca en el distrito forestal Caldas-O Salnés. En el 2006, el fuego arrasó allí 18.335 hectáreas en 768 incendios.

«Todo lo van a politizar ahora, pero los montes hay que tenerlos limpios»

«Me puse bastante nerviosa, era revivir todo de nuevo. Mi marido que estaba fuera me llamó: ¿Mari, está ardiendo eso otra vez?». La vorágine de incendios de estos días ha devuelto a la retina aquella estampa. «Veía las imágenes de Vigo y pensaba que estaban sintiendo exactamente lo mismo. Los mismos gestos, la misma reacción de la gente. Hacían las mismas cadenas humanas con lo que tenían a mano, era todo tan igual», confiesa Marta moviendo levemente la cabeza en señal de resignación. Marisa ha preferido separarse del televisor. «Saber que murió gente tiene que ser horrible. Aquí, por suerte, a nadie le pasó nada grave». Pilar pide remedios. «Todo lo van a politizar ahora, pero yo creo que, aparte de lo intencionado, los montes hay que tenerlos limpios». Esta vez, para ellos, el fuego se quedó a unos metros, en Xiabre.