Lo que no debes hacer para regenerar el monte gallego

Manuel Arroyo Alves
Manuel Arroyo LA VOZ / REDACCIÓN

GALICIA

Emilio Cerviño / Marco Gundín / Pablo Carballo

Lo que en muchos casos comenzó como un acto de buena fe, ha acabado en una espiral de bulos en las redes, como la llamada a echar mondas de mandarina al campo quemado

20 oct 2017 . Actualizado a las 11:08 h.

Con la rabia y el terror a partes iguales todavía a flor de piel por los incendios que tiñeron de gris 35.000 hectáreas de monte gallego, las redes sociales se han llenado de iniciativas para recuperar la masa forestal reducida a cenizas. Desde echar mondas de mandarinas al terreno arrasado hasta voluntarios para acoger animales desamparados. Lo que en muchos casos se inició como un acto de buena fe, muta la espiral del mensaje en bulos que pululan sin freno entre miles de usuarios.

Ciudadanos de todas partes, tal y como informó La Voz, querían presentarse en Cervantes para rescatar animales domésticos, cuando en ese municipio, en realidad, no hay nada que rescatar (el alcalde no quiere voluntarios, incluso amenaza con sancionarlos). O tirar semillas, sin concretar cuáles. Esa intención inmaculada podría derivar en un problema medioambiental al no haber control alguno previsto sobre los voluntariosos que se adentrarían en montes escarpados, pisando sobre suelo chamuscado, sin el conocimiento requerido ante una situación tan delicada como la que se atraviesa estos días.

Pero estas iniciativas solidarias, aunque a veces surgidas por puro ímpetu, también pueden revertir en un factor muy positivo para las próximas generaciones: la concienciación. «Que la gente se acerque una tarde al monte y plante unas bellotas no está de más, pero con control». Quién así habla es el catedrático de Selvicultura de la USC Roque Rodríguez Soalleiro, perteneciente a la Escuela Politécnica Superior de Lugo, que incide en que la primera y más urgente medida a tomar es «sujetar el suelo». «Hay que evitar que la lluvia se lleve las cenizas y acaben en las rías, como ocurrió tras la oleada de incendios en agosto del 2006», advierte. Y esto se consigue, no plantando semillas, sino cubriendo la superficie quemada con paja u otros elementos como restos de podas o fajinas vegetales, una especie de entrelazado de ramas. No obstante, Rodríguez Soalleiro recalca que «aunque no dé resultado» el plantado a cuenta de estas iniciativas en la Red, es probable que alguna semilla «sí prospere de cara a la primavera». De ahí que no vea con malos ojos propuestas como la que se ha difundido a través de WhatsApp en los últimos días bautizada como «Operación landra» y en la que se invita a ir «a unha carballeira e recoller todas as landras que poidades» para, a continuación, plantarlas en las zonas quemadas.

Pero, insiste, con control: «Si la gente se lanza al monte, lo lógico es preguntar primero». Lo advierte por dos cuestiones: porque tienen dueño y porque quizá no sea la especie a reforestar en la zona.

Ve el catedrático, además, una buena ocasión para enmendar errores en cuanto a las plantaciones, especialmente en las distancias establecidas por ley. Y es que el texto 7/2012 del 28 de junio de la ley de montes de Galicia regula la separación que se debe mantener según qué espacios, tanto para frondosas como para el resto de especies, por ejemplo, el eucalipto. Esta última debe estar distanciada 50 metros de gasolineras o industrias; 30 de nucleos rurales, 15 de ríos y pistas forestales y 6 metros en áreas declaradas de alto riesgo incendiario.

Deberes pendientes

El abandono del monte es la mecha. El catalizador, a menudo, el incendiario. Rodríguez Soalleiro subraya que la combinación de intencionalidad, eucaliptos o pinos y la maleza está detrás de la mayor parte de los fuegos. «Si un eucaliptal no se gestiona adecuadamente, lo que hay debajo es mucho combustible forestal». Lo que viene después es bien sabido.