Feijoo desempolva la reforma electoral para acabar con la «tiranía das minorías»

Domingos Sampedro
domingos sampedro SANTIAGO / LA VOZ

GALICIA

XOAN A. SOLER

El presidente de la Xunta sostiene que es una de las reformas «que necesita España». La oposición ignora la propuesta y denuncia el sometimiento a Madrid del líder del PPdeG

05 oct 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

La de ayer fue, probablemente, la intervención más breve de Alberto Núñez Feijoo en un debate sobre el estado de la autonomía, en el que, a la postre, reservó un cuarto del tiempo disponible para a hablar del desafío independentista de Cataluña y la inestabilidad política, económica y social provocada en el conjunto de España. Esta estampa de fondo propició que el jefe del Ejecutivo gallego desempolvara su propuesta de la reforma electoral orientada a ponerle coto a la «tiranía dalgunhas minorías» que condicionan los Gobiernos en comunidades autónomas, ciudades y pequeños concellos, dificultando que se puedan realizar trámites esenciales como la aprobación de un presupuesto.

No es la primera vez que el líder del PPdeG alude a la necesidad de abordar la reforma electoral para darle estabilidad al país favoreciendo que pueda gobernar la lista más votada. Lo planteó ya como candidato, antes de presidir la Xunta. «Farase antes ou despois», dijo convencido en el 2014, cuando el propio Mariano Rajoy se subió al carro en vísperas de las municipales.

La propuesta asumida por los populares no encontró eco alguno en los demás partidos, pese al rompecabezas que supuso la elección de muchas alcaldías en el 2015 o a la ingobernabilidad que prendió poco después a nivel de Estado y que obligó a repetir las elecciones generales. Así que Feijoo aprovechó el escaparate del debate de la autonomía para suscitar la discusión. «Moitos dos problemas de desgoberno que estamos a vivir no conxunto de España», dijo, se explican «polo abuso que exercen algunhas forzas políticas» que no ganan las elecciones democráticas.

Aludió a las «negociacións dos orzamentos en cidades e vilas», como Ferrol y Ourense, que llevan todo el mandato sin aprobar unas cuentas, y al «chantaxe» ejercido por algunos partidos pequeños para condicionar a alcaldes o presidentes, como López Orozco o Artur Mas, cuyas cabezas políticas fueron exhibidas en la galerías de trofeos de pequeños partidos como Lugonovo o la CUP.

Es más, Feijoo sitúa el «xerme do problema catalán» en esto, en la dependencia que los gobiernos de España tuvieron de los nacionalistas y en que el Gobierno de la Generalitat se convirtió en una «marioneta» en manos de «partidos abertamente radicais e antisistema» que se encargan de decidir «o quen, o como e o cando» de todo lo que ocurre.

La propuesta esbozada por Feijoo no encontró eco alguno entre los tres grupos de la oposición. Ni siquiera aludieron a ella, por mucho que el líder del PPdeG precisara que la lanzaba no por necesidad, sino «dende a lexitimidade» de verse a sí mismo como el único presidente autonómico sustentado en una cómoda mayoría absoluta. Se trata, insistió el presidente de la Xunta, de una de las «reformas políticas que necesita España» para blindar las Administraciones y no poner en riesgo la democracia.

La oposición prefirió reconducir el debate hacia otros derroteros -sin perder Cataluña de vista- para hacer balance de la gestión de Feijoo, repasar los principales problemas del país y aludir a los reveses sufridos por la Xunta en su relación con Madrid, con asuntos como el AVE, el traspaso de la autopista AP-9 o el recorte de las inversiones del Estado.

Ana Pontón señaló a Feijoo como responsable «do maior recortazo» sufrido por Galicia en los Presupuestos del Estado, con 440 millones de euros menos este año, a la vez que exhibió dos veces desde la tribuna una foto del mandatario autonómico «co lobby da sanidade privada», dijo, provocando una sonrisa incómoda en el gesto de Feijoo, a quien le espetó: «O seu álbum de fotos é unha mina».

Tanto el socialista Fernández Leiceaga como el portavoz de En Marea, Luís Villares, aludieron a los reveses sufridos por el Gobierno gallego en Madrid. Sobre la petición de sela transferencia de la AP-9, este último dijo: «Foi tan humillante ver ao ministro de Fomento vir aquí a dicirlle que nin sequera o ía a considerar, que dá vostede tenrura».

En cambio, Leiceaga hizo girar el debate un poco hacia una oferta de reforma del Estatuto de Autonomía de Galicia. «Nin submisión» a Madrid, ni tampoco «inmovilismo», dijo, sino que se trata de un planteamiento de reforma del autogobierno para «estar aí», en un momento es que se puede reformar el marco constitucional y el PSdeG considera que Galicia ha de llegar a ese debate en cabeza.

No habrá reforma del Estatuto

Feijoo desautorizó cualquier propuesta para reformar el autogobierno. «Este non é o momento», le dijo a Leiceaga. «Reconstruamos a unidade constitucional e logo falamos», abundó. Por cuestiones como el retraso en los plazos del AVE gallego o el recorte en la inversión pública del Estado en Galicia, el jefe del Ejecutivo pasó más de puntillas, no así con la AP-9, pues defendió que, al menos, la Xunta logró ahorrar el pago por levantar los peajes de Rande y A Barcala.

Con Villares, la discusión subió de temperatura. Uno se situó en las antípodas del otro. Feijoo también mantuvo distancias, como las que separarían -comparó- a un diputado como Gabriel Rufián, de ERC, al que identificó con Villares, de un Miquel Roca, de CiU, en el que quiso reflejarse el propio presidente.

A SEIS BANDAS