A un paso de la alerta por sequía, ¿cómo hemos llegado hasta aquí?

Xavier Fonseca Blanco
Xavier Fonseca REDACCIÓN / LA VOZ

GALICIA

Daniel R. Portela

Solo en la última semana, el embalse de Belesar ha perdido un 10 % del agua embalsada

30 sep 2017 . Actualizado a las 13:02 h.

Hace unos días tuve la oportunidad de poder observar en persona los efectos de la falta de lluvia en el interior de la comunidad. En A Veiga, sus vecinos nunca habían visto el embalse de Prada tan bajo. En esta localidad ourensana la sequía es un tema recurrente en cualquier conversación. Incluso se escucha que los lobos deambulan por el monte, moribundos, en busca de algún sorbo de agua. La situación es mucho más preocupante en los embalses de abastecimiento, como el de Belesar, que ahora mismo se mantiene al 25 % de su capacidad, veinte puntos menos que hace un año. Solo en la última semana ha perdido un 10 % del agua embalsada. Galicia podría activar la alerta por sequía en unos días. Así que es un buen momento para explicar cómo hemos llegado hasta aquí.

Las borrascas empezaron a pasar de largo a mediados del 2015, cuando El Niño resurgió de sus cenizas. Este fenómeno oceánico se forma entre octubre y diciembre y, a finales del 2014, la comunidad científica dio por terminado un episodio, que no dejó grandes registros. Pero, para sorpresa de todos, las aguas del Pacífico empezaron a calentarse al cabo de pocos meses y el nuevo evento acabaría siendo histórico, tanto por la duración como por su intensidad, solo comparable al de 1997. Ese Niño provocó un caos climático mundial, que condujo a la Tierra hacia el año más cálido de la historia. De repente, todo parecía estar del revés. En las zonas húmedas del planeta dejaba de llover y en los desiertos crecía la vegetación. Galicia sufrió los efectos notablemente. El anticiclón de las Azores se hizo fuerte en estas circunstancias y abandonó su posición natural rumbo al norte. Ejerció un papel de bloqueo, impidiendo que la inmensa mayoría de las bajas presiones dejasen lluvia. Así, se convirtió en algo normal ir a la playa en otoño y primavera.

Pero algo que en principio era anecdótico acabó convirtiéndose primero en un problema y ahora en un auténtico desastre. El tiempo ha pasado, el Niño ha desaparecido pero no el anticiclón. Se niega a retirarse y a dejar paso a las borrascas sin saber además por qué.