«Bienvenidos al pazo de Meirás»

alberto mahía A CORUÑA / LA VOZ

GALICIA

ANGEL MANSO

La familia Franco abrió de nuevo sus puertas a un centenar de personas tras la «conquista simbólica»

24 sep 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

Las puertas del pazo de Meirás se abrieron este viernes a todo el que quisiera cruzarlas. Bastaba con solicitarlo por teléfono, por correo electrónico o, simplemente, presentarse ahí y pedirlo. Poco interés levantó el regreso a las visitas públicas, interrumpidas hace tres semanas porque un grupo de personas, entre ellos militantes del BNG, se encaramaron a la torre más alta para desplegar una gran bandera gallega. «Conquista simbólica» le llamaron a eso.

Entre las nueve de la mañana y las dos de la tarde, divididas en cuatro turnos, unas 100 personas visitaron la propiedad de Carmen Franco Polo. El guardés y el expresidente del Sporting Club Casino de A Coruña, José Eugenio Fernández Barallobre, fueron quienes se encargaron de explicar lo que está permitido ver, que se limita a los jardines, el vestíbulo, la capilla, la biblioteca y una sala con muebles de época. Se referían a Franco como «el general o el jefe del Estado».

Así recibió el guía a los visitantes; entre ellos, un matrimonio filipino: «Señoras y señores, bienvenidos al Pazo de Meirás. Les ruego que me sigan. Pueden hacer las fotos que quieran en el exterior, pero eviten hacerlo en el interior por cuestiones de seguridad». Dio unos pasos hacia el interior, paró de pronto y advirtió a los presentes de la belleza de los jardines de Meirás. Tres hectáreas de finca pobladas de plataneros, camelios, castaños, robles, cocoteros de Chile, escudos nobiliarios, fuentes y esculturas de piedra. Algunas de esas piezas dejadas ahí por la heredera de Emilia Pardo Bazán y otras donadas a Franco por «alcaldes y distintas personalidades de la época». Todo está muy bien cuidado. El césped está listo para acoger una final del Mundial.

Desde el verde, con una vista de postal a la espalda, muestra el guía, como quien señala un barco desde la costa la estancia donde escribía Pardo Bazán, en lo más alto de la torre de la Quimera, santuario literario de la escritora. Está cerrada al público. Los visitantes tampoco pueden ver el comedor ni las habitaciones. Son zonas que pertenecen a la intimidad de la familia Franco, decoradas tras el incendio de 1978 con un mobiliario moderno, «por lo que no tiene interés museístico alguno», se excusa el cicerone.

Grandes nupcias

La visita al pazo comienza en la capilla. Cuenta el guía que en ella contrajo matrimonio en 1868 Emilia Pardo Bazán con José Quiroga. Y que más de un siglo después sería usada para sus nupcias por los descendientes de Franco. En 1977 se desposó en Meirás Merry Martínez Bordiú con Jimmy Giménez Arnau. En 1966 le tocó el turno a Arancha Martínez Bordiú y, en el 2008, la hija de los primeros contrayentes. Además, el vástago de Carmen Martínez Bordiú, Luis Alfonso de Borbón, pidió allí la mano de su esposa Margarita Vargas en el 2004. Pese a semejantes nupcias, la capilla es pequeña. La preside un retablo barroco dedicado a San Francisco y que llegó ahí desde el pazo de Santa María de Sada tras su incendio. El guía llama la atención de los visitantes para que vean las maquetas de barco que tan poco pegan en medio de tanta solemnidad. «Su presencia se debe a una de las pasiones del anterior jefe del Estado, el mar». Lo cuenta quien enseña el edificio. Recuerda a los presentes que Franco «soñaba de joven con ser un militar de la Marina, pero por circunstancias no pudo».

No solo hay buques en la capilla. En el pazo quedaron presentes, junto a los barcos a escala, «las grandes pasiones del General», según explicó el guía, que eran «la pintura, el mar, la caza y la pesca». Las paredes están empapeladas de piezas y trofeos de caza. Hay ciervos de ocho puntas por todas partes y la cabeza de un toro. En los huecos que quedan, grandes retratos de la familia propietaria, como los tres que pintó Sotomayor y muchos otros de artistas menos consagrados. En unos lienzos aparece Franco solo, en otros rodeado de mujer e hija. También ellas por separado. Y bustos. De la escritora y del dictador, como el que preside en bronce las escalinatas del vestíbulo bajo un gran lienzo del militar. De la biblioteca, poco más cuentan que «doña Carmen Polo donó a la RAG multitud de volúmenes». De ahí para dentro, «un espacio reservado a la intimidad de la familia».

Una propiedad puesta en duda y en permanente disputa

La Granja de Meirás, que era como se refería Emilia Pardo Bazán a esta edificación de estilo romántico, se abrió al público por primera vez el 25 de marzo del 2011. Y fue por orden judicial. Hasta esa fecha, desde que la escritora lo mandó construir en 1893, nadie más que aquel que fue invitado por sus distintos propietarios entró en una simbólica finca en la que desde 1938 se vive una disputa entre los que quieren quedarse y los que los quieren echar.