José Ramón Lago: «El sistema dificulta que los maestros trabajen de manera cooperativa»

Sara Carreira Piñeiro
Sara Carreira REDACCIÓN / LA VOZ

GALICIA

ANGEL MANSO

El director del departamento de Psicología de la Educación en la UVIC forma a profesores de toda España para que enseñen de forma colaborativa, un primer paso a la innovación en clase

17 sep 2017 . Actualizado a las 11:07 h.

El vigués José Ramón Lago es una referencia en el aprendizaje cooperativo. Lleva muchos años investigando y aplicando en los colegios sus análisis, junto al fallecido Pere Pujolàs y el equipo del Departamento de Psicología de la Facultad de Educación de la Universidad de Vich. Constantemente Lago pasa jornadas en Galicia para enseñar a los profesores cómo pueden cambiar la educación, porque el aprendizaje cooperativo, sostiene con pasión, «tiene que ser un elemento importante en el proceso de innovación futura de un centro».

-Cada vez es más frecuente ver en los colegios que los alumnos trabajan de forma cooperativa, en grupos de cuatro. Parece algo fácil, pero detrás de esta didáctica hay mucho trabajo.

-Primero, a nosotros no nos gusta llamarlo trabajo, sino aprendizaje cooperativo, que es un matiz muy importante porque aprender a cooperar es algo que les servirá para siempre. Y sí, tiene mucho trabajo, tanto que nunca nos comprometemos a desarrollar un curso de formación en un centro sin hacer antes lo que denominamos una sesión de sensibilización. Después de algunas de estas reuniones, donde exponemos a grandes rasgos qué hay que hacer y cómo, algunos profesores deciden no seguir.

-Implantar este sistema de aprendizaje no es rápido.

-Como mínimo son tres cursos completos tras la sensibilización: el primero es de introducción, dedicado a las dinámicas de cohesión y a tareas muy concretas, con un principio y un final en sí mismas, que aplican solo el grupo de profesores más dinámicos; el segundo curso es el de generalización, y en él los maestros que empezaron el año anterior desarrollan en clase situaciones más complejas, a la vez que acompañan a los nuevos docentes que se suman a la didáctica; y el tercer curso finalmente es de consolidación, en el que se puede llegar a todo el centro. Después siempre pedimos que el claustro haga un balance y piense qué otras dinámicas nuevas puede incluir en su centro, con el mismo proceso.

-En Galicia su equipo está trabajando mucho, en los centros de formación del profesorado.

-Sí, especialmente en el sur, en Pontevedra y en Vigo, aunque también vamos a Ferrol. Se están haciendo muchas cosas.

-¿Y la Consellería de Educación?

-[Risas]. Es que cuando explicamos este tipo de aprendizaje a las instituciones... bueno, generamos mucho vértigo. Es exigente, arriesgado y supone cambios muy fuertes. No te dicen que no, claro, porque les gusta mucho, pero no tenemos un compromiso institucional. Nos pasa en todas partes.

-¿Por qué es arriesgado?

-Hay una serie de condiciones necesarias para que se pueda aplicar el aprendizaje cooperativo: necesitamos un pequeño grupo de profesores que lo vea cercano a lo que ellos ya están haciendo y un equipo directivo que apoye firmemente la innovación. Incluso fomentamos que las personas que ocupan cargos directivos lo apliquen en clase, para que el resto del claustro vea que la dirección lo hace. Por supuesto, los profesores tienen que trabajar entre ellos de forma cooperativa, porque si no es muy difícil que lo puedan enseñar, y eso es complicado porque el sistema educativo no potencia el trabajo en equipo. También está la falta de capacidad de los directivos para exigir que el profesorado siga este sistema.

-Eso puede ser un lastre para la innovación en la escuela pública, igual que la movilidad e interinidad del claustro.

-En un colegio que tiene una tasa de interinos del 20 %, a los profesores nuevos les dan un curso acelerado. Algunos comentan: «¡Ah! Esto está muy bien, me voy a mi clase...». Pero le dicen: «No, todavía te queda mucho para aplicarlo en clase».

-Habrá trucos para ganarse a los profesores más remisos.

-Hay cosas que pueden funcionar. Por ejemplo, exigir que todo el claustro acuda a la formación o a las puestas en común, aunque no abran la boca y estén haciendo sudokus. En algún momento oirán algo que les interese, levantarán la cabeza. Otra opción es decir a ese maestro de primaria que no quiere incorporarse algo así como: «A partir del próximo curso tus horas de Matemáticas las va a dar fulano». Porque el aprendizaje cooperativo no obliga a los profesores, pero sí al centro, y no es correcto que un alumno pueda aprender de esta manera y el de la clase de al lado no.

-Al principio, además, se cometerán muchos errores...

-Para eso está un trabajo previo importante: Para que un conjunto de personas empiecen a cooperar, sean adultos o niños, hay que generar las condiciones para que lo vean como algo positivo para ellos y para su grupo. Tenemos que aprender a ver las cosas con la perspectiva del otro y a valorar la importancia que tienen los demás en el trabajo conjunto. Esto, es verdad, es una de las cosas que más les cuestan a los profesores. Para formar los equipos de cuatro alumnos, tú tienes que ver quién es más capaz de dar ayuda y, claro, a veces me dicen: «Pero yo solo tengo dos alumnos así», competentes desde el punto de vista social, de contenido y emocional. Pero no se trata de que sea muy capaz, sino lo más capaz posible, dentro de lo que tienes.

-Entonces, ¿hay que analizar a cada alumno antes?

-Hay que pensar mucho los equipos, para que se combinen las ventajas de unos con las necesidades de otros. Eso es muy relativo. Yo participé en un simposio y era el «más capaz» de mi grupo, pero a los pocos días me fui a Mánchester a otro congreso y allí fui el que necesitaba más ayuda [en cada grupo hay, además, dos alumnos intermedios]. La cuestión final es que ese equipo no va a aprender porque uno sepa mucho, sino porque se juntan formas diferentes de aprender, y todos lo hacen.

-Dicen que es el mejor sistema para garantizar la inclusión.

-No puede haber cooperación si no hay inclusión. El programa tiene tres objetivos: cohesión, que cada alumno se sienta parte de un todo y trabaje para el bien común; inclusión, que no haya nadie malo o inútil; y equidad, que todos aprendan, porque la gente capaz no es la que avanza más, sino la que avanza y hace avanzar a su entorno.

-Aunque sea complicado, supongo que compensará.

-El que ya iba bien antes, ahora también, pero al cabo de un año observas cómo el que tenía dificultades empieza a ser capaz.