Un asesino anda suelto

Uxía López Rodríguez
uxía lópez PADRÓN / LA VOZ

GALICIA

MERCE ARES

La paliza al párroco de Cruces y la muerte por asfixia de su asistenta siguen impunes a día de hoy

16 sep 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

Tres años han pasado desde el violento asalto a la casa rectoral de Cruces, en el municipio coruñés de Padrón, y la muerte por asfixia de la asistenta del cura, María Soto, sigue impune. Tres individuos, uno de ellos encapuchado y armado, entraron en la noche del 14 de septiembre de, 2014 en la vivienda para pegar, atar y amordazar al párroco Ramón Barral y a su asistenta, aunque esta logró soltarse y gritó, lo que provocó que le apretaran más la mordaza y la asfixiaran.

Estos días vecinos del lugar recuerdan los hechos y lamentan que «queden sen castigo». Un mes después del asalto, la Guardia Civil detuvo a dos hombres como presuntos autores, pero el Juzgado de Primera Instancia e Instrucción número 2 de Padrón los dejó libres de cargos y sospechas en diciembre del 2015, cuando la jueza decretó el sobreseimiento provisional y el archivo de las actuaciones iniciadas.

Quedaron libres de cargos al considerarse que «no existen motivos suficientes para atribuir» los hechos investigados a «persona alguna determinada». Y no los hay pese a que, según fuentes consultadas, en el lugar del crimen quedaron huellas y restos como colillas, de los que fue posible sacar ADN. Los dos detenidos habían sido identificados en los días previos al asalto por la Policía Local de Padrón en una zona próxima de Cruces y de ahí su relación con el caso.

Tres años después, vecinos de la parroquia creen que será «moi difícil» llegar a resolver este crimen, a menos que alguno de los individuos sea detenido por otros hechos y se pueda cotejar el ADN. «É unha pena que a morte da pobre María quede así», lamenta una vecina del lugar. La víctima mortal tenía 78 años y llevaba 26 trabajando para el cura de Cruces.

Desde el asalto, la casa rectoral permanece cerrada y el sacerdote Ramón Barral apenas se incorporó a su tarea en la parroquia, ya que las heridas sufridas agravaron sus problemas de salud. En la actualidad está ingresado en una residencia en Santiago y de la parroquia se hace cargo el párroco de Padrón, Roberto Martínez.

Recaudación de la fiesta

El asalto se produjo seis días después de la celebración de la Virgen de la Esclavitud, el 8 de septiembre, posiblemente para robar la recaudación de ese día, con muchas misas y donaciones de fieles. Aún hoy este hecho hace pensar a algunos que al menos uno de los asaltantes no es de muy lejos, y de ahí que fuera encapuchado, por temor a que el sacerdote o la asistenta lo reconocieran.

Los asaltantes se marcharon de la casa rectoral con unos pocos cientos de euros, dejando atrás a la asistenta fallecida y al cura malherido, además de robar su vehículo para escapar. En su día también trascendió que podía haber una cuarta persona implicada en el suceso y que esta pudo servir de apoyo en coche a los tres asaltantes que entraron en la vivienda, pero este dato nunca fue confirmado.

Un días antes del asalto, un vecino vio a tres individuos en una furgoneta blanca, algo que le pareció «sospechoso», y en los meses previos al suceso el cura y la asistenta habían sufrido más de un robo. Para muchos, eran un blanco fácil por las pocas medidas de seguridad que tenía la vieja casa rectoral, hoy cerrada.

Ante los intentos de robo, cura y trabajadora vivían desconfiados, pero la noche del asalto María Soto abrió la puerta sin temor, tras preguntar que querían y responderle que estaban allí por el fallecimiento de un feligrés.

Un suceso similar ocurrido hace 30 años en Iria también quedó sin castigo

Eran las nueve de la noche del domingo 14 de septiembre del 2014 cuando tres individuos llamaron a la casa rectoral de Cruces. María Soto les abrió y ahí empezó el brutal asalto que acabó con su vida y con la paliza que le dieron al cura, cuyo coche usaron los asaltantes para escapar. El vehículo apareció unos días después en el municipio vecino de Cesures, lo que, para algunos, confirma la idea de que uno de los asaltantes , el que iba encapuchado, no era de muy lejos. No era la primera vez que intentaban robar en la casa rectoral. En otra ocasión, los gritos de María Soto lograron ahuyentar a los ladrones, pero esa noche le costaron la vida. Su muerte sigue impune, algo que lamentan en la parroquia y en Padrón, donde recuerdan que no es el primer caso. Hace 30 años hubo un asalto similar en Iria, también de madrugada. Le dieron una paliza al cura y ahogaron a su hermana tapándole la cara. El sacerdote también falleció días después. Nunca se supo quién lo hizo.