«Mejor ocupar una casa que un cajero»

Tania Taboada LUGO / LA VOZ

GALICIA

TANIA TABOADA / ALBERTO LÓPEZ

Tres okupas viven dentro de una vivienda del centro de Lugo en medio de suciedad y abandono

13 sep 2017 . Actualizado a las 23:13 h.

Lugo ciudad. Once de la mañana. Acudimos al número 24 de la calle Carril das Encrucilladas para hablar con los supuestos okupas que habitan en dicha vivienda. Los vecinos de la zona están hartos de los ruidos y de la suciedad que se acumula en el entorno. Culpan de esta situación a las tres personas que supuestamente hacen vida de forma ilegal en la casa. A estos ciudadanos la situación les preocupa mucho, y más cuando en las inmediaciones hay un parque infantil en el que juegan niños. Aseguran que en numerosas ocasiones los balones de los menores van a parar a una zona llena de cristales rotos que se acumulan en el suelo, fruto de supuestas peleas.

En la parte delantera del inmueble, una pintada reveladora: «Casa baleira, casa okupada». Y candados en las cerraduras y huecos tapiados. Accedemos a la casa por la parte de atrás, por un camino repleto de zarzas en los laterales, de hierbas y de maleza. Hay gente en el interior de la vivienda. En la segunda planta se ve a un hombre a través de los cristales de una ventana. Lo llamamos: «¿Puede bajar? Queremos hablar con usted».

El hombre acepta y baja con una bebida energética en la mano. Es de nacionalidad rumana, sus iniciales son N. O. y tiene casi 40 años. Hace uno que salió de prisión, donde cumplía una pena por maltrato. Y le quedan juicios pendientes. Fijó residencia en esta casa por mediación de otro compañero, también de Rumanía. Le trasladamos las quejas de los vecinos por los ruidos y la suciedad en la zona. «No quiero mentirte. Es verdad que a veces se chilla. Aquí viven dos chicas y cuando una se pasa con las cervezas, grita», reconoce.

«De aquí nadie nos ha echado»

Dice que los tres son de la calle, que en la vivienda no tienen música, ni luz, ni agua. Y afirma: «Mejor residir en una casa que en un cajero». «Estamos de okupas. Yo llevo un año residiendo aquí. Salí de la prisión de Monterroso y hasta aquí he venido a parar», indica este hombre, que añade: «De aquí nadie nos ha echado. Si nos dicen fuera, nosotros nos vamos».

Accedemos con el okupa al interior de la vivienda. Subimos las escaleras con la luz de un mechero. En la primera planta hay varias habitaciones en situación pésima. No duerme nadie y apesta a suciedad. En el segundo piso es donde residen el hombre y una mujer, que en el momento en que subimos se encontraba en cama. Ella tiene 42 años y es de Valencia, pero residió hasta hace unas semanas en Bilbao. Ahora vive aquí. Dice que es camarera. Trabaja en un bar de alterne.

La tercera mujer de la casa vive en una esquina de la finca. Duerme a la intemperie, solo cubierta con una manta. En su espacio hay basura acumulada y envases de comida. «¿Cómo está de salud?», le preguntamos. «Perfecta, mejor que tú», responde.

En la segunda planta no hay cocina. Hay cinco cuartos, una terraza y un baño destrozado que no se utiliza. Todo está lleno de escombros, excepto el cuarto en el que duermen los dos okupas. Además de un colchón colocado encima de unos bloques de cemento, hay un armario en el que guardan refrescos y una bolsa con embutido. El hombre asegura que no tiene dinero para comer ni para vestirse y que acude al comedor social y a una entidad social para vestirse. Sin embargo, fuma. Para este vicio se busca la vida. Dice que no está ocupando una casa de manera ilegal, porque nadie lo ha echado de ahí, y que los dueños de la casa lo saben.