El laboratorio de las obras bien hechas

Juan María Capeáns Garrido
Juan Capeáns SANTIAGO / LA VOZ

GALICIA

SANDRA ALONSO

El Centro de Formación para la Rehabilitación, en Santiago, recibe este mes a sus primeros alumnos

04 sep 2017 . Actualizado a las 20:18 h.

Toda chapuza urbanística y constructiva, por pequeña o grande que sea, tiene una mente pensante, por así decirlo, y un brazo ejecutor. De los primeros deberían encargarse las facultades y las escuelas y, en última instancia, las Administraciones con sus multas. De la buena formación de la mano de obra se va a responsabilizar a partir de mediados de este mes el Centro de Formación para la Rehabilitación, un ejemplar complejo de 23.000 metros cuadrados impulsado por la Fundación Laboral de la Construcción.

Se trata de una vieja fábrica de curtidos del siglo XVIII escondida a orillas del río Sarela, en la salida de Santiago hacia Santa Comba y la Costa da Morte, que cesó en su cometido industrial hace casi cien años. Tras utilizarse con fines agropecuarios hasta hace unas décadas y dejarse después invadir por las zarzas, el espacio, con múltiples construcciones en torno a una plaza central, ha sido rehabilitado con un impecable respeto por sus orígenes.

A partir de la segunda quincena atravesarán sus puertas de hierro un centenar de alumnos que realizarán cursos de entre 200 y 900 horas para perfeccionar técnicas en oficios como la carpintería, la cantería, la forja, el metal o las instalaciones eléctricas o energéticas. Un laboratorio de cómo hacer bien las cosas para las empresas, que también podrán enviar allí a sus trabajadores para especializarse en un centro formativo que también sirve como bolsa de empleo para desempeños muy concretos. Entre cursos y seminarios de distinta duración pasarán por allí en el primer ejercicio completo unas 1.500 personas.

El ejemplo de López Cotelo

Todos tendrán buenas razones para inspirarse. El proyecto de recuperación de la vieja curtiduría lo firma el arquitecto madrileño Víctor López Cotelo, discípulo del maestro Alejandro de la Sota que ya recibió premios nacionales por otras actuaciones en la periferia del casco histórico compostelano. La dirección y coordinación quedó de la mano de su colega Ángel Panero, contrastado técnico del Consorcio de Santiago y especialista en rehabilitación.

El objetivo de la Fundación Laboral, un ente creado al amparo del convenio de la construcción e impulsado al 50 % por los sindicatos y la patronal, ataca directamente a uno de los problemas que hundieron a miles de trabajadores cuando el sector se desplomó: la falta de profesionalización. «Es un centro pensado para darles valor a los oficios, algo que no ocurrió durante el bum inmobiliario», lamenta Fernando García Novo. El gerente de la entidad, que ya ejercía en la anterior sede de la fundación -unas naves sin encanto en el municipio de Teo-, cree que la actividad constructiva de aquellos años no fue normal, «pero tampoco lo es que ahora suponga tan solo el 5 % del PIB». Por eso cree que cuando la situación se termine de normalizar -en Alemania el peso del sector ronda el 8 %- «no habrá en Galicia suficiente personal cualificado», asegura, ni para obra nueva ni mucho menos para la rehabilitación de espacios residenciales y urbanos, que requieren conocimientos específicos.

Un entorno pedagógico para acortar los tiempos de aprendizaje de los viejos oficios

La función laboral del centro, que es pionero en España, se complementa con un sentido estético y de la calidad «que tiene que integrarse en nuestra cultura sin que se considere un valor añadido», sostiene el gerente, que insiste: «Queremos demostrar que en la construcción se pueden hacer productos diferentes, integrados en el paisaje y que no sean necesariamente costosos. El todo vale se va a acabar, porque vivimos una situación muy distinta a la de antes de la crisis, con mucha más oferta que demanda». García Novo, que entiende que la propia sociedad fue excesivamente tolerante con las malas prácticas del sector, cree que el «entorno pedagógico» creado en Pontepedriña de Arriba ayudará a dar ejemplo, a acelerar la madurez del mercado y a recortar los tiempos de formación de viejos oficios como la albañilería, «en los que antes echabas varios años de aprendiz».

Pero hay más cosas que han cambiado. El trabajador de la construcción ya no está ligado a una empresa, sino al sector de manera genérica. De ahí que esta iniciativa se convierta en la primera plataforma de empleo a la que acuden las firmas medianas y grandes, que ya no quieren trabajadores fijos, sino que contratan por obra según el lugar en el que les salga el negocio. «El sector, no nos engañemos, está compuesto en un 99 % por micropymes y autónomos», y por ello pide una oportunidad para el impulso de la economía local asociado a la rehabilitación y la conservación del patrimonio histórico. Una vía para la recuperación económica, del paisaje y de la calidad residencial que ha calado en la Administración gallega, que de un tiempo a esta parte ha asumido que antes de dejar nuevas huellas en el territorio es necesario darle una segunda oportunidad a lo ya existente.