Miles de legajos de la genealogía gallega corren el riesgo de perderse

Susana Luaña Louzao
susana luaña SANTIAGO / LA VOZ

GALICIA

SANDRA ALONSO

La Iglesia los custodia, pero muchos están en casas rectorales abandonadas

06 ago 2017 . Actualizado a las 15:15 h.

«Hola. Yo quiero conocer mis raíces gallegas. Mi abuelo era de Paradela (Meis-Pontevedra). Se llamaba José Vázquez Vázquez, nació en 1918 y sus padres eran José Vázquez y Aurora Vázquez, pero ellos no lo tengo muy claro si son de Paradela o de otro sitio de Pontevedra. ¿Cómo podría averiguarlo, ya que el registro civil de Paradela se quemó y no tengo datos?». Este correo de la nieta de un emigrante de Meis forma parte del centenar de peticiones que recibe la Secretaría Xeral de Emigración en un servicio on line al que generalmente recurren los descendientes de gallegos para solicitar partidas de nacimiento de sus padres y de sus abuelos. En última instancia, estas peticiones acaban en manos de la Iglesia, ya que antes de 1872 no había registros civiles y todas las certificaciones de bautizos, bodas o decesos las anotaban los sacerdotes, verdaderos custodios de millones de registros, apuntes y documentos históricos que reconstruyen la genealogía gallega.

El problema es que hay una evidente crisis de fe y también de vocaciones religiosas, y buena parte de las iglesias y de las casas rectorales de las parroquias en las que se guardan esos legajos están abandonadas. El Arzobispado de Santiago dictó un decreto en el año 1975 por el que se iniciaba el proceso de traslado de los archivos parroquiales a los archivos centrales de las cinco diócesis gallegas. La tarea está en marcha, pero va con lentitud. Primero, porque no se trata solo del traslado: hay que dejar los documentos un tiempo en una cámara antiséptica, proceder después a su restauración y luego depositarlos en su lugar correspondiente; en el caso de la Diócesis de Santiago, en una de las estanterías metálicas de los 905 metros cuadrados que ocupa el Archivo Histórico Diocesano, unas modernas instalaciones habilitadas en un ala del monasterio de San Martiño Pinario en las que se guardan en torno a ocho millones de expedientes. Algunos datan de la época en la que se fundó la diócesis, en el año 1120, y además de fondos parroquiales, hay documentos del Priorato de Sar, de San Martiño, de las Huérfanas o del antiguo Manicomio de Conxo, entre otros.

Los libros de las parroquias, aquellos que registraban los nombres de los recién nacidos y los de sus padres, los matrimonios y las defunciones de sus feligreses, no empezaron a trasladarse a los archivos centrales hasta bien avanzados los años 90, y el proceso todavía sigue. «Con mucha dificultad -reconoce el director archivero, Salvador Domato- porque muchos sacerdotes no quieren y a muchos feligreses no les gusta. Yo creo que se equivocan, pero allá ellos». 

Digitalización

Al traslado y conservación de los archivos se suma la digitalización de los legajos, para garantizar su conservación. Y no solo de los certificados personales, sino también de toda la documentación histórica. «Estamos poniendo al día el sistema informático, pero vamos muy despacio, tenemos 150.000 fotografías digitalizadas, pero deben de ser un 3 % del total. Cuando alguien me pregunta, le digo que acabaremos dentro de 2.500 años», dice con sorna el canónigo.

Entre el 80 % y el 90 % de los documentos están ya en poder de los archivos centrales

Con Información de Fina Ulloa, Carmela López, X. M. Palacios y María Jesús Fuente. 

El traspaso de los documentos de las parroquias a los archivos centrales está entre un 80 % y un 90 % dependiendo de la diócesis. La de Santiago es la que todavía tiene más documentación dispersa, con un porcentaje mayor de las que pertenecen a la provincia de A Coruña en detrimento de las de Pontevedra. Se debe, según Salvador Domato, a que la Diputación de A Coruña lo sufragó a través de un convenio que este año no se renovó. «Han decidido no continuar», dice el director del Archivo Histórico Diocesano. Domato lamenta también que la Xunta haya rebajado el montante de un convenio que antes era de 30.000 euros y ahora es solo de 10.000, y con el que se sufraga parte del coste del servicio que ofrece el archivo compostelano, que no solo custodia y restaura los documentos, sino que también los pone al servicio de los investigadores. Santiago tiene 830 parroquias en A Coruña y el material de 702 ya ha sido traspasado; en Pontevedra, se hizo con los documentos de 213 de sus 279 parroquias. Es un 84 % en el primer caso y un 76 % en el segundo.

En el Archivo Diocesano de Ourense están el 94 % de los fondos de las aproximadamente 700 parroquias que están bajo su gestión. Los libros con fechas posteriores a 1900 siguen en las parroquias para facilitar la consulta de quienes los demandan. Hay parroquias con libros que datan incluso del siglo XVI, aunque la mayor parte son posteriores al siglo XVIII.

Félix Villares, director del archivo de la Diócesis Mondoñedo-Ferrol, asegura que el 97 % de las parroquias depositaron sus libros en el archivo central, ya que de las 422 de su ámbito, solo hay cuatro o cinco que no los cedieron. Las más recientes, una veintena creadas en torno a 1895, no están obligadas a cederlos, pero algunas sí lo hicieron.

En el Archivo Diocesano de Lugo se conservan documentos que van del año 1563 a 1918. El 90 % de las parroquias mandaron los documentos, que alcanzan un período de 300 años, dentro de un proceso que se fue realizando de forma progresiva. El archivo está situado dentro del palacio episcopal y suele recibir visitas de los investigadores.

En la Diócesis de Tui-Vigo, los registros están en las parroquias y a partir de los cien años pasan al archivo central.

Los descendientes de emigrantes recurren a los sacerdotes para pedir la nacionalidad española o por simple curiosidad

Salvador Domato Búa es natural de Caldas de Reis, donde nació en el año 1944, pero lleva ligado al archivo compostelano desde hace medio siglo. Licenciado en Teología y diplomado en Archivística, solo dejó sus legajos en los años en los que acompañó como secretario personal a los arzobispos Quiroga Palacios, Ángel Suquía y Rouco Varela. Es tal su compromiso con la memoria escrita de la Iglesia que vive en la parte alta del archivo, y por la noche es habitual que suene el teléfono. Son los descendientes de emigrantes en América que llaman para pedir una partida y que no son conscientes del cambio horario. «Por la hora ya sé de qué país llaman», dice el canónigo, que los atiende con la misma amabilidad a las diez de la mañana que a las tres de la madrugada.

Algunos lo hacen por curiosidad, por saber de sus ancestros o por reconstruir su árbol genealógico, pero otros lo solicitan porque piensan pedir la nacionalidad española a la que tienen derecho por su ascendencia gallega. Pero tienen que demostrarla, y no siempre es fácil. En algunos casos ya no mantienen relación alguna con la tierra de sus abuelos y carecen de datos precisos. «Es muy fácil cuando lo saben, pero es habitual que confundan parroquias y provincias; en esos casos, es imposible».

El grueso de las solicitudes corre paralelo a la situación en la que se encuentran los países en los que residen. Curiosamente, la mayoría son de Cuba, Argentina o Uruguay, y hay pocas de Venezuela. «Quizás porque hasta hace poco eran ricos», opina Domato, quien recuerda que no hace tanto que tuvieron una avalancha de cubanos. Fue cuando Obama suspendió la ley conocida como Pies secos, pies mojados, que dejaba de otorgar la nacionalidad a los que entraban en los Estados Unidos a nado y habían sido interceptados ya en suelo americano. Ante la imposibilidad de figurar como estadounidenses, muchos cubanos se acordaban de sus abuelos gallegos. «Ya solo nos falta tener la partida de bautismo de Fidel Castro», bromea el archivero.

ALBERTO LÓPEZ

«Hai xente que aproveita o verán para pedir papeis»

Xosé María Palacios

Mesmo os arquivos parroquiais semellan ter a súa particular temporada alta. O verán non é só o momento do ano no que se enchen praias, terrazas e campos ou prazas que acollen verbenas: tamén medra o número de consultas nestes servizos. Miguel Asorey, que atende a parroquia de Meira e outras do veciño concello de Pol, ocúpase de levar ao día libros de bautismos, de confirmacións, de matrimonios e de defuncións, así como libros de contas e de fábrica, no que se recollen, por exemplo, obras e melloras que se van desenvolvendo. Nestes meses do ano hai máis consultas: «No verán, sempre as parroquias aumentan en xente. Hai quen aproveita o verán para pedir papeis que pode necesitar», comenta este crego.

Se se fixese unha clasificación dos documentos solicitados, o primeiro posto sería para as partidas de bautismo. De todos os xeitos, Asorey engade que tamén hai casos de persoas interesadas na súa árbore xenealóxica, o que as leva a consultar distintos documentos, aínda que neses casos xa é habitual acudir tamén ao arquivo diocesano, situado en Lugo.

Como ocorre nestes anos, a Miguel Asorey correspóndelle atender varias parroquias. El ten 15, e esa situación mesmo se nota no coidado dos arquivos parroquiais: decidiu concentralos en Meira e máis en Valonga (Pol), de xeito que as respectivas casas reitorais acollen os documentos da parroquia e tamén os doutras.

O que non lle causa preocupación é o estado de conservación. Di que «como se usan bastante», non quedan agachados e esquecidos no fondo dun armario. Por outra banda, recoñece que o anterior párroco de Meira, José Sanfiz, realizou un coidadoso traballo, facendo índices en todos os libros para que a tarefa resultase máis doada. El segue esa liña.

Tendo en conta o amplo número de parroquias, pode supoñerse que non é doado o traballo de ter ao día todos os datos incluídos no arquivo, aínda que Asorey afirma que ser dilixente e non deixar que os trámites pendentes se amontoen resulta unha axuda moi boa. Se, por exemplo, durante unha fin de semana ten un bautizo, fai xa o correspondente rexistro antes de que pasen varios días. «Dá traballo; pero se se leva día a día, mellor», comenta.

Datos para o futuro

A igrexa parroquial de Meira, unha xoia da arte cisterciense en Galicia construída no século XII, tivo no século pasado e en anos recentes distintos traballos de mellora e de conservación. O anterior párroco e máis este foron anotando todas esas obras, que co paso do tempo se converterán seguramente en obxecto de atención de estudosos.

MARTINA MISER

«Trouxemos todo para casa para que non se perdera»

A descendente duns emigrantes de Paradela que buscaba a documentación dos seus avós tiña razón a medias. É certo que houbo un incendio nos arquivos de Meis e que se perdeu boa parte da documentación, pero foi no rexistro do concello, nun estraño suceso que aconteceu no ano 1930 e que nunca foi de todo aclarado. Por iso, onde tiña que acudir ela, como fan outros moitos netos de emigrantes, era á parroquia, onde o sacerdote Xosé Barreiro, a súa irmá Lola ou calquera outro membro da súa familia ían atendelo con amabilidade e eficiencia, malia non cobrar por ese labor.

Xosé Barreiro é natural de Xanza (Valga) pero leva media vida en Paradela, ao fronte dunha parroquia que atende con agarimo, non hai máis que ver os fermosos xardíns que rodean o adro. «Pero a casa reitoral está pechada, por iso tivemos que sacar de alí os documentos, para que non se perdan». Unha habitación da casa na que vive toda a familia está dedicada aos vellos libros, nos que hai apuntamentos desde o século XIX. Antes de custodialos o sacerdote estiveron na casa dun veciño historiador que os consultaba para os seus traballos. En todo caso, sempre ben atendidos e non moi lonxe do seu lugar orixinario, porque a casa do cura está preto da igrexa.

Lola Barreiro está afeita a traballar nos arquivos. «É moi fácil, se teñen os nomes da persoa e o ano, atopámolo sen problema», asegura. E xa se dirixe aos estantes para pescudar sobre as orixes da muller que preguntaba, desde o outro lado do Atlántico, polos seus avós.

Unha copia por correo

Agora teñen menos solicitudes, pero hai uns anos, cando as cousas ían mal en Arxentina, chamaban seguido. «Por teléfono chaman para preguntar se é esta a parroquia, aínda chamou unha muller esta semana pero miramos e non era de aquí. Cando queren a partida, mandan unha carta por correo, entón o cura faille unha copia certificada da partida de bautismo ou do que sexa e lévase ao concello para que digan se é válida, porque como eles perderon os libros polo incendio... Ás veces xa as deixabamos alí para que as mandasen por correo e outras veces as enviabamos nós».

Nos últimos anos hai menos peticións en Paradela, «sinal de que lles vai mellor en Arxentina, porque a maioría da xente de aquí foi para Bos Aires, aínda que algúns que pedían as partidas eran de Uruguai». Algo máis aliviado que queda o cura de Paradela e máis a súa familia, xa que Xosé Barreiro, con 77 anos, faise cargo de catro parroquias, e os anos non perdoan, aínda que o bo humor aínda o leva ás costas.