Una aldea de O Carballiño celebra la llegada de un bebé después de 53 años

Marta Vázquez Fernández
Marta Vázquez OURENSE / LA VOZ

GALICIA

La comida de celebración reunió a medio centenar de vecinos
La comida de celebración reunió a medio centenar de vecinos MIGUEL VILLAR

Los padres del pequeño Jaia llegaron hace dos años al pueblo. Ella es ourensana y él asturiano

30 jul 2017 . Actualizado a las 13:14 h.

El nacimiento de un bebé siempre es motivo de celebración pero si resulta que esta llegada al mundo tiene lugar cincuenta años después de que hubiese nacido el último niño el asunto es ya para tirar cohetes. No llegaron a tanto ayer los vecinos del lugar de Fraga, en el municipio de O Carballiño, pero sí dieron cuenta de un buen banquete para festejar que el pequeño Jaia, que acaba de cumplir un mes, es ahora un vecino más de un pueblo que llevaba demasiado tiempo sin niños, y sin mayores. «Isto é unha bendición para o pobo», afirma Primo Barreiro, organizador del evento y uno de dos lugareños de la aldea que todavía tiene allí su casa, aunque no siempre vive en ella. Cuenta el hombre que Fraga llegó a tener en sus mejores tiempos casi medio centenar de habitantes. Eran épocas en las que la producción hortofrutícola de la zona era importante y los vecinos cultivaban huertos que surtían al mercado de O Carballiño. Un medio de vida que, con la llegada de los viveros, se fue acabando, llegando así la despoblación casi total.

«De non vivir ninguén no pobo pasamos agora a ter catro veciños, e acaba de nacer un bebé despois de 53 anos sen ningún nacemento», explica Primo. Los padres de la criatura, una pareja joven que prefiere mantenerse en el anonimato, llegaron hace dos años al pueblo. Ella es ourensana y él asturiano, y compraron una casa antigua que están restaurando y en la que viven, desde hace un mes con su pequeño. Además, en Fraga reside también desde hace un tiempo otra pareja que, como ellos, compró otra vivienda que están restaurando.

Quién sabe si esto será solo el principio de un cambio de ciclo pero, de momento, ha sido excusa para un banquete que ayer reunió a medio centenar de vecinos, todos con vínculos con la pequeña aldea que ayer, después de muchos años de silencio, volvió a ser ruido y fiesta.