«Mi padre me pega con el cable del móvil»

s. c. REDACCIÓN / LA VOZ

GALICIA

Cada día 1.200 menores llaman al teléfono de ANAR. Casi 200 lo hacen para denunciar malos tratos

29 jul 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

Llaman a los trece años. Hasta entonces ni siquiera saben que su educación es rara. Creen que los insultos, los gritos, que se tire del pelo, se den patadas, duchas de agua helada o golpes con cinturones, palos y cables del móvil son los castigos habituales cuando un niño se porta mal. Vienen de su padre, de su madre, quienes los cuidan y quieren, su entorno de protección. Solo con los años ven cómo se resuelven los problemas en otros hogares o escuchan que los castigos de sus amigos son quedarse sin móvil o sin salir, y entonces entienden que ellos viven una realidad diferente.

Suelen confesarle el secreto a algún amigo íntimo, pero poco puede hacer un niño de 13 años para ayudar a otro de la misma edad. Por medio de ese amigo, o mirando en Internet, se enteran de que existe el Teléfono del Menor y llaman al 900 20 20 10.

La primera vez que lo hace muchos se quedan callados, o dicen que tienen un problema pero no cuentan más. No hay prisa. Al otro lado de la línea siempre hay un psicólogo o psicóloga especialista en menores, que entiende la importancia del silencio y de mostrarse abierto pero no impaciente. Solo cuando la situación es muy estresante -«me he marchado de casa y no sé adónde ir»- piden ayuda inmediata.

Poco a poco, en una o más llamadas, comienzan a contar su calvario: «Mi padre me pega con el cable del teléfono móvil», o «me tira cosas a la cabeza», «me llama imbécil y estúpido».

¿Cómo se responde a una confesión semejante? Los psicólogos tienen tres líneas de actuación: primero se le ofrece orientación psicológica y buscan posibles cómplices entre los adultos del entorno, figuras de referencia que pueden acompañar al menor y ayudarle (abuelos, tíos, profesores); si la situación es más grave o no hay nadie cerca para ayudar al niño o la niña, se le deriva al recurso adecuado (servicios sociales, educativos, policiales); solo cuando el problema es de magnitud mayor se avisa directamente a las fuerzas de seguridad del Estado y se dice dónde esta el menor, mientras se mantiene en todo momento la conversación con él hasta que llegan los agentes. Lo importante es que todo este proceso se consensúa con el joven, al que se le presentan las opciones, con sus ventajas e inconvenientes y, en condiciones normales, es él quien decide qué camino tomar.

El teléfono del menor es gratuito, funciona las 24 horas del día todos los días del año y no deja rastro en la factura. Todo eso lo convierte en una herramienta excelente para charlar. De hecho, muchos niños vuelven a llamar al cabo del tiempo para contar cómo les van las cosas y si se solucionó el problema que ocasionó la llamada. Desde ANAR se está al tanto de cada proceso que supone la intervención de algún recurso, pero se muestran encantados de que los niños les den su versión.

Llamada de los adultos

Antes de los 11 años es muy raro que un menor alerte. No conocen el recurso y la mayoría de las veces ni siquiera saben que son víctimas de malos tratos. Entonces son los adultos de su entorno los que avisan: «He visto cómo la madre pega al niño en la boca y también he oído cómo le insulta y le golpea. Va muy desaliñado y con falta de aseo, va con la ropa en muy mal estado. Baja a jugar a la calle solo. Dice la abuela que por el día está muy cansado porque se acuesta a la una de la madrugada». Esta es una denuncia real de una mujer sobre el caso de un vecino que se derivó a servicios sociales; el niño acabó viviendo con su abuela con la ayuda de los trabajadores sociales mientras la madre ingresó en un centro de desintoxicación». En otra ocasión, una abuela llamó para denunciar algo mucho más grave, su nieta le dijo: «No me gusta ir con papi. Es un secreto, pero a ti te lo cuento todo. Me hace caricias malas».

Desde la Fundación ANAR lo tienen claro: «Cuando un menor está en situación de riesgo, el adulto del entorno que lo sabe está obligado a actuar. Tal vez sea la única persona que puede ayudarlo».

«Muchos padres golpean porque no tienen herramientas para educar»

Diana Díaz es la subdirectora del Teléfono del Menor y conoce de primera mano lo que ocurre dentro de las paredes de muchas casas españolas.

- ¿Hay más violencia ahora o es que se denuncia más?

- En los dos últimos años hemos experimentado un incremento de la violencia, de los malos tratos habituales, tanto físicos como psicológicos, en el entorno intrafamiliar. Es difícil decir por qué ocurre. Aunque son muchos casos, cada uno es diferente al resto, y casi siempre hay varios factores. Mucha gente justifica la violencia como forma de corregir un comportamiento inadecuado, sin darse cuenta que el castigo físico genera daño porque cuestiona la dignidad, enseña un comportamiento violento y crea una distancia emocional con el hijo.

- ¿Cree que esos padres que pegan constantemente a sus hijos lo hacen por ignorancia?

- En cierto modo sí, porque no tienen herramientas para educar a sus hijos, para gestionar las frustraciones y la ira. Un padre no nace enseñado y echa mano de su experiencia infantil o depende de la tolerancia que su entorno tenga hacia la violencia.

- ¿Hay un perfil de padre o madre maltratador?

- No, hay todo tipo de perfiles, pero sí es cierto que existen factores de protección y factores de riesgo; cuanto más haya de los primeros y menos de los segundos, más bienestar.

- ¿Qué factor considera clave?

- Depende del caso, pero que haya otros miembros de la familia que actúen, como un abuelo o una tía; o que el entorno sociocultural sea desfavorecido o no, eso también puede determinar que la situación se cronifique.

- ¿La sociedad cuida a los niños maltratados en casa?

- Se hacen muchas cosas, pero claro que hay otras que debemos mejorar. Los adultos debemos estar atentos y llamar si vemos riesgos. Y creo que es fundamental creer al niño cuando se confiesa y que la persona que le tome declaración sepa tratarlo. Es algo que pedimos siempre: más personal y más formación. En ANAR no entra todo el que se presenta, y muchos no se quedan tiempo.

- Debe ser un trabajo durísimo.

- Sí, pero cambiarle la vida a un niño es muy reconfortante.