El coruñés que mató a su hijo dice que no recuerda nada, pero supone que fue él y que debe pagar por ello

a. mahía A CORUÑA / LA VOZ

OZA-CESURAS

MARCOS MÍGUEZ

Su letrado dice que está diagnosticado de trastorno adaptativo depresivo con brotes psicóticos

06 jul 2017 . Actualizado a las 19:20 h.

Marcos Javier Mirás Montánez mató a su hijo de un golpe con una pala en un monte de Oza-Cesuras y guardó silencio hasta ahora. No quiso declarar ante la policía cuando fue detenido ni ante el juez que lo envió a prisión. Tras dos meses callado, la semana pasada le contó a su abogado lo poco que le viene a la cabeza de aquel 7 de mayo, Día de la Madre y día de los hechos. Le aseguró que no recuerda nada con nitidez, que su memoria guarda imágenes que le hacen suponer que fue él quien mató a su hijo de 11 años. «Me viene a la cabeza verlo en el suelo ensangrentado; así que debí haber sido yo quien lo mató», le confesó a su abogado, el penalista Ignacio Espinosa, que asumió su defensa la semana pasada y lo visitó en la prisión de León.

Marcos Javier Mirás -su letrado dice que está diagnosticado de trastorno adaptativo depresivo con brotes psicóticos- sostiene que el mismo día que tenía que devolver el crío a su madre, tenía pensado ir con él a comer fuera, «pero de pronto me vi en la carretera camino de Oza», confesó. Ahí comenzaron sus lagunas. Como la de haber usado una pala para matarlo, algo que no recuerda. Una imagen que sí le viene a la cabeza es la de su hijo en el suelo ensangrentado. Y la de regresar en coche a A Coruña pensando en qué le iba a contar a su familia: «Si no me acordaba de nada, pero a la vez sabía que mi hijo ya no estaba conmigo». Así que decidió instalarse en un hostal, donde fue detenido.

Marcos, tras relatar sus problemas mentales y que llevaba dos meses sin tomar la medicación, reconoció que tuvo que ser la persona que acabó con la vida de su hijo. «Quién iba a ser si no, si el niño estaba conmigo. Si lo hice, tengo que pagar por eso».

«Estoy en la cárcel igual que fuera, no tengo amigos»

Marcos Javier Mirás lleva tres semanas en la prisión leonesa de Mansilla de las Mulas, a donde lo envió Instituciones Penitenciarias para protegerlo de los ataques y amenazas a las que lo tenían sometido los internos en Teixeiro. «Aquí estoy bien. Estoy en la cárcel como estaba fuera, pues no tengo amigos ni nada que hacer. Nadie me llamaba antes y nadie me llama ahora», confesó el parricida a su abogado.