La tragedia de Pedrógão obliga a Portugal a replantearse su deficiente política forestal

Carlos Punzón
Carlos Punzón LA VOZ EN PEDRÓGÃO GRANDE

GALICIA

Marcos Míguez

Con el fuego ya extinguido, un reasfaltado rápido borró sus huellas en la «carretera de la muerte»

23 jun 2017 . Actualizado a las 15:31 h.

Pedrógão Grande, Góis, Castanheira de Pêra y Figueiró dos Vinhos constatan en sus montes y aldeas calcinadas que la política se mueve lenta y de forma pesada frente a unas llamas que en el monte corren con celeridad, sin obstáculos y alimentadas por un desarrollo forestal pensado en Portugal casi exclusivamente desde la perspectiva comercial.

El triángulo negro generado por las llamas en la Región Centro lusa acabó sumando 64 muertos, 254 heridos y 550 millones de metros cuadrados arrasados por el fuego, acelerado por un monocultivo de eucaliptos y pinos que se convirtieron, con la alta volatilidad de la primera especie y la notable producción de resina de la segunda, en combustible de alta capacidad a lo largo de 153 kilómetros de perímetro.

Recorrerlo ayer era superar una sucesión de caravanas de vehículos de bomberos de multitud de localidades de Portugal, acantonados en los arcenes de las carreteras a la espera de ser movilizados para frenar el resurgir de cualquier foco. Cien efectivos llegados por la tarde desde Extremadura fueron incluso guiados con las imágenes tomadas desde el satélite Copérnico para refrescar los puntos de tierra que se divisaban como los más calientes tras el reguero dejado por el fuego, que llegó a alcanzar también al ayuntamiento de Arganil, el quinto afectado por la oleada desatada el sábado.

Con las llamas extinguidas, ingenieros agrónomos, investigadores, representantes de cuerpos de bomberos y hasta asociaciones de propietarios de montes de Portugal o la Federación Europea de Sistemas Agroforestales comenzaron a clamar por otra política para el monte que elimine el monocultivo forestal; que opte por especies autóctonas más difíciles de arder, y que se vuelva a contar con un cuerpo de agentes forestales que la crisis se llevó por delante con el anterior gobierno socialista de José Sócrates. Al Ejército le fue otorgada la misión de dicho colectivo: el control y actuación ante los incendios. Insuficiente y poco especializados, según infinidad de análisis que remarcan que en Portugal falta previsión.

«Pedrógão Grande: restablecer la normalidad, responder a las dudas y reformar la política forestal», respondía en un tuit el Gobierno a las crecientes críticas, mientras un trajín de furgonetas comenzaba a devolver durante todo el día a 22 de las 27 aldeas desalojadas a los vecinos que no perdieron sus hogares.

Un mar de cables de electricidad, fibra y telefonía ya cuelgan provisionalmente de árboles quemados, porque, paradójicamente, en lo que era un mar de árboles, ahora no hay postes suficientes para levantar los nuevos tendidos. La electricidad ha vuelto a gran parte de las aldeas afectadas, como Internet y la telefonía móvil ha regresado a los ayuntamientos cabecera, donde no era posible hasta ayer pagar con tarjeta o usar con normalidad las redes de datos.

En la carretera de la muerte

Otras huellas del incendio, las más trágicas, las que dejaron la consumición por las llamas de los vehículos en los que murieron 47 personas en la carretera nacional EN-236, empezaron a ser eliminadas a primera hora. El asfalto derretido en el que perdieron la vida los pequeños Martín y Blanca; los jóvenes Diogo Carvalho, Susana Pinhal, Joana, Margarida, matrimonios, abuelos y familias que trataban de escapar de las llamas, fue eliminado y sustituido por una pequeña capa de rodadura. Los quitamiedos bañados del color ocre que deja el fuego, también dejaron su sitio a otros nuevos.

«Este es un sitio más. Es otra obra más. Es lo que hay que pensar, sino no se podría trabajar», expresa un operario sin dejar de barrer los arcenes antes de ser reasfaltados, arrastrando con su escobón trozos de cristal y espejo, restos de parasoles de automóvil y piezas metálicas irreconocibles. Un semáforo de obra da paso alternativo a vehículos cuyos ocupantes mueven sus cabezas en todos los sentidos buscando en apenas 400 metros algún rastro de la tragedia. A unos metros, en Barraca de Boa Vista, el asfalto sigue retorcido bajo los coches, camiones y furgonetas a los que el fuego les sorprendió parados.

Portugal, en estado crítico

Desde ayer, seis días después de que Portugal se tiñera de llamas y luto, todo el país ha sido declarado como territorio «en período crítico» por peligro de incendios, situación que estaba prevista activar el 1 de julio.

El primer ministro, el socialista António Costa, considera que ha llegado el momento de saber ya «con objetividad, criterio e independencia lo que realmente pasó, si el incendio fue provocado o no y ¿qué es lo que falló?», informa la corresponsal en Lisboa, Begoña Íñiguez. «Apuraremos responsabilidades, después de analizar las respuestas pedidas a las entidades pertinentes y las conclusiones de la fiscalía y de la comisión parlamentaria», afirmó tajante.

Su consejo de ministros aprobó la coordinación entre departamentos para agilizar las ayudas a los cientos de damnificados. Para ello se ha creado un fondo estatal de ayuda al que podrán recurrir los familiares de los fallecidos y heridos y los que hayan tenido algún tipo de pérdida material con el incendio.

Costa anunció en su comparecencia, «la urgencia de llegar a un consenso entre todas las fuerzas políticas para aprobar, antes de las vacaciones, las nuevas leyes de la política forestal en Portugal». «Son muchos los proyectos de ley que esperan desde hace meses para tener luz verde en el Parlamento», dijo, «es hora de convertirlos en leyes para que por primera vez en Portugal se proteja el suelo, se potencie la plantación de las especies autóctonas, se incentive fiscalmente a quien lo haga y se ordene y limpie el terreno con eficacia», señaló. Pero el jefe del ejecutivo luso reconoció que las nuevas leyes forestales tardarán aún en dar sus frutos.