«De 'pobriño' nada. Hago más cosas que mucha gente que está de pie»

TANIA TABOADA LUGO /LA VOZ

GALICIA

PEPA LOSADA

Se cumplen once años del accidente que dejó parapléjico a este motorista, que reside solo en su piso de Viveiro

14 abr 2020 . Actualizado a las 17:58 h.

En unas fechas como estas pero hace once años, a Álex González (Viveiro, 1976) le cambió la vida. Circunstancias del destino, esta transformación se produjo mientras disfrutaba de su mayor afición y con la que consideraba su mejor compañera de viajes: su moto. Una Honda CBR600 F.

Empleado en la factoría de Alcoa, donde llevaba trabajando cinco años, tenía por aquel entonces 29 años. Era un 8 de abril y caía en sábado. Le tocaba trabajar de tarde, pero había cambiado su turno laboral al de la noche para participar en una de sus grandes pasiones: una ruta motera con varios amigos. Sobre las seis y media de la tarde, cuando la cuadrilla regresaba a Viveiro, tras disfrutar de varias horas por la zona de Cedeira, se produjo el fatal accidente que lo dejó en una silla de ruedas.

El siniestro ocurrió a escasos kilómetros del concello coruñés, justo en una curva situada en el conocido como Campo do Hospital. «Iría como mucho a 70 por hora. Ví el quitamiedos de frente y tiré la moto de lado. El vehículo resbaló y yo reboté y golpeé con la espalda en el guardarraíl. Quedé boca abajo. Tenía un fortísimo dolor en el pecho», recuerda Álex, quien no perdió el conocimiento en ningún momento. «¡Tengo piernas!, es lo primero que dije tras verme en el suelo, a la vez que insistí a mis compañeros que estaba bien», relata. Una ambulancia lo evacuó al hospital de Ferrol. Aquel trayecto fue interminable. Durísimo. «Recuerdo que me dolía muchísimo la espalda y que cuando llegué al hospital ya estaban mis padres. Les decía que no se preocuparan, que estaba bien», recuerda Álex, quien no estaba como decía. Le diagnosticaron una paraplejia, con lesiones vertebrales en los niveles D3- D4 y fue trasladado a la unidad de lesionados medulares de A Coruña, donde pasó siete meses. «Cuando una valla quitamiedos te deja parapléjico empieza otra vida. Primero tuve que pasar por quirófano, luego ir a rehabilitación, después al fisioterapeuta... En la unidad de lesionados medulares percibí que no estaba tan mal. Todos estaban igual o peor que yo. Algún compañero de habitación me pedía que le rascara la nariz porque él no podía hacerlo», cuenta.

El deporte, su mejor medicina

El momento más duro se produjo cuando le dieron el alta y regresó a su hogar. «Cuando salí del hospital y llegué a casa, me vine abajo. Antes del accidente, residía solo. Tras el percance, mis padres se trasladaron a vivir conmigo», narra Álex, quien estuvo meses sin salir de casa. «Hasta el verano no pisé la calle. Un día, sin planear, decidí salir. Estaban mi madre y mi hermana en casa y acababa de nacer mi sobrina. Les propuse ir a dar un paseo», recuerda. Ese día se encontró con un conocido y le propuso hacer deporte. «Por el deporte salí adelante. Desconectas, te ayuda a superarte y a ser independiente. Compites contigo mismo para poder ganarte y sin que nadie lo vea», manifiesta.

Empezó en Ferrol, en un equipo de baloncesto, donde estuvo dos o tres años. Después se decantó por el remo. Le gustó tanto que estuvo cuatro años. Compitió en individual y quedó campeón gallego y tercero en España. Ahora va al gimnasio y también sale en bicicleta, que acopla a su silla. Su afición siguen siendo las motos. Tal es, que reconoce que si volviese a ponerse de pie, volvería a coger la moto. «La vida sigue. Los que tenemos una discapacidad, tenemos que aprender a convivir con ella», concluye.