La mafia que explotaba a magrebíes en Galicia, a punto de librarse de la cárcel

Xosé Carreira LUGO / LA VOZ

GALICIA

Piso patera con al menos 13 ocupantes. Las imágenes corresponden a un piso patera de Lugo que llegó a tener hasta 13 ocupantes a los que descontaban 45 euros al mes por la habitación.
Piso patera con al menos 13 ocupantes. Las imágenes corresponden a un piso patera de Lugo que llegó a tener hasta 13 ocupantes a los que descontaban 45 euros al mes por la habitación.

La Justicia de Lugo sigue sin cerrar la operación Pollo ocho años después de abierta

27 dic 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

Jóvenes marroquíes fueron obligados a trabajar descalzos y desnutridos. Lo hacían cuidando animales o recogiendo pollos. Su horario era de sol a sol sin descansos y, cuando tenían la suerte de que les pagaban a final de mes, un día de 14 horas de trabajo les salía por un poco más de 10 euros. Esa esclavitud del siglo XXI ocurría en explotaciones de Lugo, Ourense y también de O Bierzo. Los presuntos explotadores pueden ahora librarse de cualquier tipo de condena porque las diligencias judiciales, que conforman la denominada operación Pollo -en algunos casos los explotados recogían pollos en granjas para su envío a los mataderos-, llevan ocho años abiertas y parece que, por ahora, no se cierran. El fiscal ya tuvo que borrar de las diligencias a 18 implicados en su momento porque no tiene a qué agarrarse para sostener una acusación. Ahora quedan 20. El presunto cerebro de la trama está desaparecido.

Otra de las operaciones judiciales que se tambalea en Lugo la puso en marcha la jueza Estela San José, que ahora ya no está en la ciudad. Descubrió una presunta mafia que ofrecía en Marruecos trabajos en España en distintos sectores y, para conseguirlos, había que pagar entre 8.000 y 14.000 euros. Sin embargo, esos puestos eran una auténtica explotación.

Tras ocho años de bandazos -en Lugo incluso se plantearon dejar la operación y enviarla a un juzgado de Ponferrada-, el fiscal jefe de Lugo optó por centrar el asunto y, de las 38 personas imputadas en las diligencias, decidió sacar a 18 y seguir la investigación con respecto a las otras 20, entre las que se encuentra Mohamed Chahidi, marroquí considerado como cerebro de la operación, que se encuentra en paradero desconocido. En la lista también figuran uno de sus hermanos y un compatriota de ambos.

Trabajos penosos

La lista se completa con granjeros y otras personas que pudieron recibir algún dinero de la organización por colaborar. De hecho, el fiscal asegura que el jefe daba mil euros a granjeros por cada trabajador que solicitaban para trabajar. Esa petición era indispensable para tramitar luego ante Extranjería la entrada de los marroquíes que ni tan siquiera acababan trabajando para quien los había pedido. La organización presentó solo en un año 60 solicitudes de permiso de entrada, y Extranjería autorizó 48.

Además, algunos de los inquilinos fueron obligados a permanecer ocultos. Uno de ellos, que no tenía qué comer, tuvo que irse de Lugo.
Además, algunos de los inquilinos fueron obligados a permanecer ocultos. Uno de ellos, que no tenía qué comer, tuvo que irse de Lugo.

Los trabajos más penosos, dice el fiscal, los realizaban algunos de los explotados a los que obligaban a firmar un contrato de baja voluntaria para no tener problemas; a otros les retiraban el pasaporte. La mayoría de los afectados vendieron propiedades en Marruecos para venir a España.

Para algunos, el salario era de 300 euros al mes por recoger pollos toda la noche, muchos de ellos descalzos y sin ropas adecuadas. A muchos les descontaban 45 euros al mes por poder vivir en un piso patera.

Uno de los afectados pasó muchos días sin comer y sobrevivió gracias a ayudas

Lo que viene a continuación forma parte del relato de hechos que hizo el fiscal. Los nombres que se utilizan son supuestos. Abbas pagó 10.500 euros a la mafia por un trabajo. Un granjero de Lugo lo envió a cuidar ovejas al Bierzo. «Allí estuvo cinco meses en situación de esclavitud, en condiciones insalubres y antihigiénicas, sin agua corriente, sin luz ni cama, sin cobrar y sin alimentos. Pasó varios días sin comer y subsistía gracias a las aportaciones de los vecinos. Fue encontrado con un peso muy por debajo de lo normal y la masa corporal reducida», dice el fiscal. Algo similar le ocurrió a Assim, compañero del anterior, cuidando ovejas. No tuvo alimento durante varios días y apareció desnutrido.

Bouziane estuvo trabajando en una granja de Castro de Rei 14 horas diarias cobrando 300 euros al mes, sin descanso semanal, salvo el domingo. Si lo trabajaba le pagaban 20 euros. Le quitaron el pasaporte y hasta el certificado de empadronamiento.

A Elaid lo llevaron a una granja de Pobra de Trives. Trabajó cinco meses de sol a sol sin cobrar, pese a que su contrato era de cuatro horas diarias. Solo le dejaban unos minutos para comer. Denunció en la Guardia Civil, se negó a firmar las nóminas y en represalia lo dieron de baja en la Seguridad Social.

Habib acabó trabajando en una granja de vacas de Castro de Rei solo por habitación y comida. No tenía salario.

A Jabir no le quedaba más remedio que cargar pollos por un sueldo irrisorio. Le cobraron 500 euros por darle de alta en la Seguridad Social. Su colega Mohamed trabajaba 12 horas diarias, le impusieron la obligación de no tener vacaciones y como se lesionó en un dedo y no pudo acudir a su puesto de trabajo le descontaron la ausencia.