De la Galicia sin autovías a la Galicia del AVE

maría santalla REDACCIÓN / LA VOZ

GALICIA

Treinta y dos años en apenas seis segundos. Una nueva herramienta de Google permite ver cómo era la comunidad desde el satélite en 1984 y su evolución hasta la actualidad

18 dic 2016 . Actualizado a las 10:23 h.

El de 1984 fue un verano cálido en Galicia, como este del 2016. Los nudistas eran noticia permanente en aquella España de la Transición en la que la tele solo emitía por dos canales y los gallegos esperaban la llegada de la cadena autonómica, que comenzaría a emitir unos meses después. Al frente de la Xunta que la puso en marcha, Gerardo Fernández Albor, que en julio de ese año se reunía con el presidente del Gobierno, Felipe González, para hablar de la reconversión naval. En la Galicia que presidía Albor vivían 2.806.838 personas y la renta per cápita rozaba los 2.000 euros, muy lejos de los 20.000 actuales. Circulaban por las carreteras gallegas medio millón de coches -el más vendido ese año fue el Renault 11- y 63.338 tractores. El censo ganadero contaba el millón de vacas del que unos años después escribiría Manuel Rivas. Y en otoño llegaría el ciclón más gallego de la historia, el Hortensia.

La última herramienta de Google Earth, una actualización del timelapse, permite volver atrás en el tiempo y observar esa Galicia de 32 años atrás, aunque, eso sí, desde el satélite. Es más, ese programa informático permite ver la evolución de la comunidad -y del planeta- desde 1984 hasta la actualidad en apenas un suspiro de seis segundos.

Desde allá arriba, Galicia sigue siendo de color verde. Pero entre las hojas asoma la transformación de una comunidad en la que han gobernado desde entonces otros cuatro presidentes, en la que muere más gente de la que nace y en la que las vacas apenas son más de medio millón.

Sobre la red de ríos se ha superpuesto otra red mucho más espesa, la de carreteras, por la que hoy se mueven apenas 12.000 tractores pero casi millón y medio de turismos. La navallada que algunos veían en la AP-9 no parece tal desde el satélite, aunque en 1984 todavía no estaba completa: no existía el tramo Santiago-Pontevedra, ni Vigo-Tui, ni A Coruña-Ferrol. Tampoco existían las autopistas Santiago-Ourense ni A Coruña-Carballo, y las autovías que unirían Galicia con la meseta eran una reivindicación que iba a tardar todavía un decenio en comenzar a cumplirse. Las máquinas empezaron a abrir la de las Rías Baixas en 1994. Un año antes comenzaban las obras de la A-6, que une A Coruña y Madrid, aunque habría que esperar al 2000 para que todos sus tramos estuviesen abiertos. Todavía llegaría una tercera gran autovía, la del Cantábrico, cuyos primeros tramos en Galicia se abrieron en el 2007 y cuya construcción concluyó en el 2014. Y cientos de infraestructuras más modestas, muchas de ellas apoyadas por el dinero que llegaba de Europa, que fueron paso a paso acercando a los gallegos, mejorando su movilidad y empeorando un poco el aire que respiraban. A día de hoy existen en la comunidad 17.643 kilómetros de carreteras y la pelea política, en lo que a infraestructuras se refiere, se centra en la fecha en la que llegará el AVE.

Durante estos 32 años Galicia ha crecido. En tamaño también. La explicación no está en la geología, sino en el urbanismo. En lugar de medrar hacia el interior, a los gallegos nos gusta expandirnos hacia el mar y, relleno sobre relleno, vamos modificando la costa que durante siglos esculpió solo el mar. De esa transformación del litoral da testimonio la herramienta de Google. Los cambios más evidentes, los que pueden verse si se centra la imagen sobre los puertos exteriores de Ferrol o de Arteixo, que desde la nada se convierten en grandes lenguas que se adentran en el agua. Pero también se percibe el crecimiento de zonas portuarias como las de Vigo, Marín o Vilagarcía.

La transformación de la costa va más allá. En estas tres últimas décadas la población gallega basculó, con más intensidad que nunca, hacia el litoral. Bajando al detalle en el mapa se percibe claramente la urbanización de la línea costera, que en muchas zonas, especialmente en las Rías Baixas, ha pasado a ser prácticamente un continuo de población.

Las ciudades también han cambiado mucho en estos 32 años, aunque desde el satélite el cambio más aparente es el que ha experimentado Santiago, que ha crecido de forma notable, sobre todo hacia el este, donde han nacido nuevos barrios y donde se ha asentado también la Cidade da Cultura. Por lo demás, la transformación urbana de Galicia, todavía en construcción, pasa con cierta discreción por los visores de las herramientas informáticas. Pero acercando el objetivo se perciben los cambios.