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«As asasinas viñan comer peras e o avespeiro parecía un saco de patacas»

tania taboada LUGO / LA VOZ

AGRICULTURA

Carlos Castro

Andrés Yáñez desconfía de que las avispas asiáticas vuelvan a presentarse y a hacer de las suyas en las inmediaciones de su vivienda.

26 sep 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

Andrés Yáñez no las tiene todas consigo y desconfía de que las avispas asiáticas vuelvan a presentarse y a hacer de las suyas en las inmediaciones de su vivienda.

Este lucense, que reside con su hija en la parroquia de Sistallo, en Cospeito, sufrió muy de cerca a las velutinas. Tanto es así que las veía todos los días y a todas horas al lado de su puerta.

Hace un año, con la llegada del otoño y con la consiguiente caída de las hojas de los árboles, descubrió el hogar de la cantidad de avispas asiáticas que todos los días invadían sus frutales, acudían a beber al pilón que tiene al lado de la puerta principal de su casa y se enzarzaban con sus abejas hasta causarles la muerte. «Empezamos a ver como unhas abellas raras andaban preto da casa. Eran moi grandes e raras. Medias anaranxadas e coas ás de cor beis. Bebían no pilón e andaban na froita. Tamén se metían nas colmeas e mataban as abellas de toda a vida», explica Andrés Yáñez.

En un roble de la finca contigua a su vivienda las asesinas tenían su refugio. Un avispero gigante fue descubierto cuando empezaron a caer las hojas. Llamaba la atención entre las desiertas ramas del árbol. «Unha cousa é dicilo e outra cousa é velo. Metían medo porque eran moi grandes e malas», cuenta Andrés, quien recuerda el día que fue al árbol a coger una pera y salió una avispa del interior de la fruta. «As asasinas viñan comer peras e o avespeiro parecía un saco de patacas», explica este lucense.

Un año después del descubrimiento del avispero, todavía se encuentran restos del mismo en el lugar donde fue quemado. Y es que días después de alertar del nido, el operario de una empresa de A Mariña acudió a esta parroquia de Cospeito para quemarlo.

Según manifestó Andrés, este año todavía no vio ninguna de estas avispas asiáticas en las inmediaciones de su casa, pero aún así reconoce que no está tranquilo del todo y vive con ese miedo de que el día menos pensado estos indeseados visitantes vuelvan a aparecer cerca de su vivienda. «Din que se reproducen e estráñame moito que non haxa algunha por esta zona. Hai que agardar a que caian as follas das árbores para sabelo con certeza», cuenta este hombre, quien tiene miedo de que las asesinas vuelvan a la zona en la que reside.