Los estudiantes pagarán este curso de 150 a 200 euros por pisos compartidos

laura g. del valle, luis casal REDACCIÓN / LA VOZ

GALICIA

Precio del alquiler en las principales ciudades gallegas
La Voz

A los universitarios les sale un 50 % más rentable compartir casa que vivir solos. Las viviendas más baratas están en Ferrol, Lugo y Pontevedra

29 ago 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

Los pisos de estudiantes nunca se han caracterizado por ser la viva imagen de una revista de decoración; los que ofrecen las páginas web especializadas en la materia de cara al próximo curso, tampoco. Cierto es que a estas alturas del año quien más quien menos tiene su piso apalabrado, sin embargo, aún quedan muchos jóvenes pendientes de saber si estudiarán en una ciudad o en otra, por no hablar de los alumnos Erasmus, un colectivo que suele esperar a llegar al destino para decidir el que será su hogar durante casi un año. Pero, ¿qué opciones tienen ahora estos jóvenes?

Según explican expertos del sector, si no se ha alquilado el piso en junio, metidos en harina, es mejor esperar al próximo mes. En agosto los precios fluctúan al alza en este tipo de viviendas, pero en septiembre empiezan a bajar debido a las prisas que les entran a los propietarios por asegurarse una mensualidad un año más, o al menos un curso. Y es que en muchos casos los arrendatarios permiten alquilar sus viviendas solo los meses del calendario escolar, una situación que muchos inquilinos querrían para sí en comunidades como Madrid.

En Galicia, los precios a los que se enfrentan estos estudiantes oscilan entre los 150 euros que suelen pagarse en Ferrol y Pontevedra por un piso de tres o cuatro habitaciones a los 200 que se piden en A Coruña. Es decir, un piso en una zona de la ciudad con buenas conexiones con la universidad, en la mayoría de casos sin ascensor y con una antigüedad de más de veinte años. En Santiago, por su parte, epicentro de la vida universitaria gallega, los estudiantes pagan alrededor de 170 euros en la zona nueva de la ciudad -apenas hay estudiantes que se decanten por vivir en la zona vieja ya que los precios suben considerablemente-. En relación a este tipo de pisos, en Ourense y Lugo solo hay diez euros de diferencia a la baja con respecto a la capital gallega.

La alternativa más económica para el estudiante que pretenda alquilar un piso en Galicia en estos días es la de compartirlo con más gente; de los 160 euros que cuesta una habitación de media en un piso compartido en Ourense se puede ascender hasta los 360 euros que el mismo inquilino podría llegar a gastarse por un apartamento individual en la misma ciudad. El resto de urbes gallegas no se quedan atrás, de los 150 euros por persona en un piso compartido en Ferrol se llega hasta la cifra de 350 si el inquilino quiere vivir solo; en Lugo, la diferencia es todavía más alta, de los 160 hasta los 400 euros.

Lo cierto es que hasta terminada la carrera pocos son los estudiantes que deciden dar este paso; tras volar del nido, la mayoría prefiere tener compañía en casa, por no hablar del elevado coste que supone. A colación de esta situación, varios agentes inmobiliarios afirman que, tras el descenso del número de estudiantes y la regularización de los precios por la crisis, en la actualidad se está produciendo un cambio, pues vuelve a crecer la demanda y los precios están subiendo.

Un caramelo envenenado

Aún así, a primera vista los pisos de estudiantes resultan más que golosos por sus precios, pero lo cierto es que puede ser un caramelo envenenado para más de un padre. Además de la fianza legal de un mes que exige la Xunta, en un gran número de casos los propietarios solicitan a los padres de los chavales un aval bancario o un depósito de dos o tres meses, con lo que uno podría tener que dejar el primer mes de alquiler más de 600 euros. Esta es una de las razones por la que muchos arrendatarios eligen alquilar sus pisos a estudiantes antes que a una familia.

Según explican en la Agencia Top Alquileres, en Vigo, el aval paterno ofrece unas garantías que no se dan en otros casos. Otro de los motivos que lleva a preferir este sector de la sociedad es el margen de rentabilidad que se obtiene: «Suele haber un beneficio de 100 euros al mes para los propietarios que alquilan a estudiantes», pero esto no llega a convencer a los más precavidos que, por miedo a los destrozos que pueden ocasionar las fiestas estudiantiles, prefieren evitar esta opción. Sin embargo, al igual que las familias, parece que los estudiantes llegan a repetir varios años en la misma vivienda si están contentos con las particularidades del inmueble; es más, desde varias inmobiliarias aseguran que hay estudiantes que llegan a hacer toda la carrera en el mismo piso.

Residencia: la opción para el primer año, también la más cara

Las residencias y colegios mayores son otra alternativa para aquellos estudiantes que tienen que mudarse a otra ciudad para emprender la vida universitaria. En la mayoría de casos, este tipo de alojamientos ofrecen pensión completa a los jóvenes y suelen situarse en los campus o en zonas que se comuniquen con las facultades.

Esta opción, según comentan en varias inmobiliarias, es la favorita de muchos padres para el primer año universitario de sus hijos. Las razones se debaten entre la creencia de que estarán más controlados y que así conocerán gente más fácilmente. Por no hablar de la limpieza: en la mayoría de estos alojamientos este servicio corre a cargo del propio centro. Pero no todas las familias pueden permitirse este lujo, las residencias que no son de carácter público -la UDC, de hecho, es la única universidad que no cuenta con una residencia pública en su propia ciudad, aunque sí tiene una desde el año pasado en Ferrol- superan, en prácticamente todos los casos, los 600 euros por mensualidad. A mayores de una habitación -que a veces puede ser compartida, con lo que la cuota mensual disminuye- y un baño, dispone de zonas comunes tales como salas de estar o aulas de estudio. Es común que estos alojamientos se segreguen por sexos.

En Santiago existe también la posibilidad de ir a un colegio mayor: similar a una residencia suele depender de una institución religiosa. Así, además de la manutención, ofrecen una formación cultural, moral y deportiva.