Los accidentes y las costosas licencias golpean el negocio de la pirotecnia

Laura García del Valle
laura g. del valle REDACCIÓN / LA VOZ

GALICIA

ROI FERNÁNDEZ

En 15 años, Galicia ha perdido el 80 % de las empresas del sector

07 ago 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

Si los vecinos de una aldea gallega quieren enterarse de cuándo serán las fiestas de las localidades vecinas, mejor será que entren en la página web del concello. La tradición de lanzar bombas de palenque como argumento lúdico y forma de aviso a las parroquias de los alrededores hace varios años que está prohibida en época de alto riesgo de incendios. En cuanto a los fuegos artificiales, son muchos los concellos que, desde que empezó la crisis, prescinden de este espectáculo por la falta de presupuesto para las fiestas. A esta situación hay que sumarle la considerable pérdida de pirotécnicas para entender por qué este sector se está ahogando en la comunidad gallega.

Galicia cuenta en la actualidad con casi el 80 % menos de empresas dedicadas a la pirotecnia que hace tan solo 15 años, y en la actualidad solo quedan unos cien trabajadores que trabajen en un sector que en los últimos años, se ha cobrado la vida de 18 personas. Argimiro Alborés, presidente de la Asociación Galega de Industriais Pirotécnicos, no ve el relevo: «Cuando los pirotécnicos se van jubilando, nadie se queda con las empresas», señala. Añade que se requieren «licencias muy costosas», tanto en lo económico como en lo burocrático: «Y hace falta contar con muchos metros cuadrados».

«Somos responsables»

Al hecho de que la pirotecnia no es un sector potente en la comunidad -apenas se exporta material explosivo y cada vez se consume menos en los muchos festejos con que cuenta Galicia-, hay que sumar unos acontecimientos que pueden mermar la credibilidad en el gremio. Recientemente, el propietario de Pirotecnia Calo, ubicada en Teo, fue interceptado por la Guardia Civil de Tráfico cuando transportaba ilegalmente material explosivo. Alfonso Calo ya había sido condenado a 21 meses de cárcel por la explosión de su taller en el 2006, y a otros seis meses de prisión por las lesiones que sufrieron dos espectadores en los fuegos artificiales de Padrón en el 2008. Pero los pirotécnicos se acogen a un hecho, que Alborés considera objetivo, para mantener a salvo su profesión: «Las autoridades se encargan de hacernos cumplir la ley y no tenemos sanciones. Somos sumamente responsables».