El «tonto» que se enamoró de Galicia

carmen garcía de burgos PONTEVEDRA / LA VOZ

GALICIA

Martina Míser

Kevin Weatherill, líder de los Immaculate Fools, que actúan mañana en Pontevedra, vive en una casa con capilla y hórreo en Cambados en la que espera retirarse

19 may 2016 . Actualizado a las 08:21 h.

Sin preguntarle, Kevin Weatherill comienza a hablar del terruño y no deja que lo interrumpan: «Querría que todo el mundo se viniera a vivir aquí, pero entonces me moriría, porque me he convertido en el único inglés aquí y no quiero que eso se estropee, así que intento no decir cómo es esto de fantástico. Pero, para ser honestos, este es para mí mi paraíso particular. No querría vivir en ninguna otra parte. Es hermoso, y amo esta casa y estar aquí, y cada día es un disfrute y un placer, al mismo tiempo que una aventura. Nuestros vecinos dijeron: 'Esperamos que no os marchéis nunca, queremos que estéis aquí para siempre'. Así que ese es el plan. No queremos mudarnos. Hemos encontrado el lugar correcto. No podría ser más feliz. De hecho, soy tan feliz que podría llegar a ser un poco odioso y seguir sonriendo, pero estoy intentando no serlo. Cada mañana me levanto y digo: '¡Fuck, vivo en Galicia!'».

Con sus gafas oscuras y su novia, Virginia, al lado, el cantante de uno de los grupos británicos más conocidos de los ochenta, Immaculate Fools (Tontos Inmaculados) -que tocarán mañana en el Pazo da Cultura de Pontevedra a las 21 horas (compra tus entradas aquí)- enseña orgulloso la casa de piedra en la que vive desde hace dos meses. Está en la aldea de Couto de Abaixo, en Cambados, y cuenta con una capilla, un hórreo semidestruido y un lagar de piedra y madera que ya querrían para sí muchos viticultores de la zona. Dice que es tan bonito que no quiere ni tocarlo. No sabe qué hacer con la bodega. El complejo, que también tiene una gran finca en la que espera poder empezar a plantar verduras y hortalizas cuando la gira se lo permita, debió pertenecer a una familia adinerada. Virginia y él la encontraron por Internet. Fue la primera que vieron y la última a la que regresaron.

Algo parecido a lo que les ocurrió a ellos. La estrella de rock conoció a la joven estudiante de Aranda de Duero en Madrid hace treinta años, y ella se hizo amiga de la banda. Se estuvieron carteando un par de años, hasta que perdieron el contacto. «En realidad ella estaba enamorada del bajista, pero él ahora se ha mudado a Australia, así que tiene que conformarse conmigo», bromea, y saca los colores a Virginia, que por entonces era periodista, profesión que dejó hace décadas «para poder tener vida». El año pasado fue a verlo a un concierto tras la reaparición de la banda. Temiendo que no la reconociera, iba a marcharse tras el espectáculo cuando él la señaló entre la multitud y le dijo «te conozco». El público le abrió paso, «vi esa sonrisa, y supe que era una señal», cuenta. Se mudaron juntos, y hasta ella está sorprendida de lo fácil que ha sido adaptarse a la vida rural.

Para Kevin fue más sencillo. No es solo que supiera adónde venía, sino que «cuando veía España en un mapa, Galicia se iluminaba». Durante años tuvo una pareja de Guitiriz. Allí pasó largas temporadas y conserva todavía amigos. No a su exnovia. «No sé dónde está ni qué fue de ella», cuenta. Aquí ha encontrado también pareja musical: Paco Charlín, a quien ha incorporado a su proyecto en solitario, Dirty Ray. Weatherill hacía años que había huido de la gran ciudad. Fue tras un viaje a España, «donde todo el mundo habla con todo el mundo sin importar la edad. Al volver a Londres fui a la tienda de la esquina a comprar algo de comida y entró un tipo, lanzó su tabaco y sus cosas sobre el mostrador, sin por favor ni gracias ni buenos días. Nada. Salí y había un taxista gritando a un negro que estaba cruzando y quería empezar una pelea. Y pensé: 'Esta es mi gente. Yo no necesito esto'». Como él dice, es «un famoso tranquilo».