«Tengo momentos en los que quiero tirar la toalla, pero luego digo 'has pasado mucho y tienes que seguir'»

m. s. REDACCIÓN / LA VOZ

GALICIA

Laura tiene 33 años y es de Mozambique. Llegó a Galicia hace un lustro con el objetivo de estudiar una carrera. Durante un tiempo, la cosa fue bien. Pero luego se torció

17 abr 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

Laura Méndez es un nombre supuesto. La protagonista de esta historia no quiere desvelar su verdadera identidad porque su familia no sabe las dificultades que está pasando: «Si lo supieran ya me habrían enviado de vuelta a casa».

Laura tiene 33 años y es de Mozambique. Llegó a Galicia hace un lustro con el objetivo de estudiar una carrera. Se matriculó en Administración y Dirección de Empresas y durante un tiempo la cosa fue más o menos bien. Trabajaba para pagarse los estudios y, aunque compaginar ambas cosas requiere mucho esfuerzo, lo iba consiguiendo. Pero la buena racha se torció. «Siempre he trabajado para poder pagar mis estudios, pero desgraciadamente la señora con la que trabajaba falleció y me quedé sin trabajo», dice.

Tampoco tiene derecho a beca, porque los estudiantes extranjeros no tienen permiso de residencia, sino que reciben una tarjeta de estancia que tienen que renovar todos los años, explica. «Esto me imposibilita obtener una beca, ya que no puedo optar a ella». Sí solicitó en una ocasión una beca de la universidad, pero se la denegaron, «aunque no tenían argumentos para denegármela, me la denegaron», sostiene.

Apareció la fundación

Sin trabajo y sin ayudas, Laura no sabía qué hacer. «Fue entonces cuando entré en contacto con la fundación (Amigos de Galicia), que se portó muy bien conmigo, me ha dado la mano para todo lo que necesité». Fue esta entidad benéfica la que le pagó la matrícula, pero no solo eso. «No tenía ni para comer, pasé muchas dificultades y la fundación siempre me ayudó para que pudiese seguir mis estudios. Pagó la matrícula, el alquiler y los alimentos. Durante una temporada me traían comida a casa».

Laura sigue buscando trabajo, pero por el momento no ha aparecido nada, así que los problemas económicos siguen. «Para este curso me fue muy complicado pagar la matrícula. La fundación me pagó el primer plazo, casi 300 euros si no me equivoco, y siempre están ahí para mí, pero la cosa se complicó, porque también para ellos está siendo complicado, así que todavía no pude acabar de pagar la matrícula», relata. La consecuencia es que ya ha recibido dos cartas apremiándola a abonar el dinero pendiente de las tasas académicas, y al peligro de tener que abandonar se suma la desesperación de no saber cómo solucionarlo: «Sigo estudiando, pero no tranquila. Me desespero, no consigo centrarme, porque me da miedo».

Vive en A Coruña y, pese a las dificultades, sigue soñando. «Mi sueño, mi deseo, es acabar mi carrera lo antes posible, encontrar un trabajo y marchar para mi país». A veces, cuando las fuerzas flaquean, la angustia se abre paso y siente ganas de abandonar: «Tengo momentos en los que quiero tirar la toalla, y luego digo 'no puede ser, has pasado mucho y si llegaste hasta aquí tienes que seguir'». Y entonces sigue soñando, y en ese sueño se ve con la carrera finalizada y un puesto de trabajo. «No me veo dejándolo y marchándome para mi país sin nada, sin un título, y aparte mi familia me necesita económicamente también».