¿Más colaboración contra el yihadismo?

Miguel-Anxo Murado
Miguel-Anxo Murado EL MUNDO ENTRE LÍNEAS

GALICIA

27 mar 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

A medida que van cayendo presuntos miembros de la célula yihadista que atentó en Bruselas y la policía belga empieza a hacer públicos sus aciertos, van saliendo también a la luz sus errores: sospechosos que no estaban convenientemente vigilados o que fueron puestos en libertad precipitadamente, interrogatorios incompletos, olvidos incomprensibles, lugares sensibles mal vigilados... Está claro que los terroristas se aprovecharon de un cierto grado de impunidad, gracias a esos fallos de la seguridad belga. Sin embargo, sería un error creer que ese es todo el problema o que ese problema tiene solución fácil o rápida.

En el fondo, muchos de estos fallos concretos podrían suceder, y de hecho suceden, en cualquier otra parte. Lo grave está realmente en cuestiones más profundas, como la fragmentación de los cuerpos de policía del país, la falta de una red sólida de confidentes dentro de la comunidad musulmana belga o la mala coordinación con los servicios de seguridad vecinos. Parte de estas carencias derivan de una realidad política -Bélgica es un país fragmentado- o geográfica -también es un país relativamente pequeño cuyos recursos humanos no pueden compararse con los de Francia, Gran Bretaña o Alemania-. En ambos casos, no son carencias fáciles de remediar.

La coordinación es el único aspecto en el que se puede mejorar rápidamente, y por eso se está insistiendo tanto en ella en los últimos días. En parte es un ejercicio de retórica y en parte un propósito sincero. Pero la experiencia nos dice que no debemos esperar cambios drásticos en ese campo. Los servicios de inteligencia, y sobre todo las policías, colaboran ya intensamente, pero hay un techo de cristal para esa cooperación.

En el caso de los servicios de inteligencia, la razón de esto es la naturaleza misma de su trabajo. Para un servicio de espionaje, los secretos son un capital precioso que se administra con avaricia. Son secretos que se obtienen cultivando una red de contactos y colaboradores que, una vez revelados, les dejan expuestos y a menudo inutilizables. Por eso, a diferencia de las fuerzas de policía, las agencias de espionaje raramente entregan información sin más, incluso a sus mejores aliados. Es más habitual el intercambio, pero para que este se dé tiene que haber una reciprocidad difícil de alcanzar. A veces, simplemente, no hay confianza. Gran Bretaña, por ejemplo, prefiere coordinarse con Estados Unidos, que le entrega información que jamás dejaría ver a los servicios de inteligencia de otros países amigos. La creación de una agencia de inteligencia europea, de la que se ha hablado algo últimamente, sería un experimento interesante pero quimérico. Es difícil imaginar que los gobiernos, incluso los más comprometidos con el proyecto europeo, accedan a renunciar a este reducto crítico de la seguridad del Estado.

Sin duda se harán algunos ajustes en Bélgica y en la forma en que se comparte información sobre el yihadismo. Pero al final todo se reduce a un hecho bien conocido, aunque difícil de asumir por los responsables públicos y la población: que a los terroristas les basta con acertar una sola vez para lograr su objetivo, mientras que a las fuerzas de seguridad les basta con equivocarse una sola vez para fracasar en el suyo.