Pablo Iglesias: La contradicción entre el discurso y los hechos

Gonzalo Bareño Canosa
Gonzalo Bareño MADRID / LA VOZ

GALICIA

Edgardo Carosía

Su deseo de controlar todo en un partido asambleario y la diferencia entre lo que predica y lo que hace dañan al líder

11 mar 2016 . Actualizado a las 16:17 h.

El desgaste de la figura de Pablo Iglesias, que llegó a ser el dirigente político mejor valorado por los españoles en noviembre del 2014, ha sido meteórico. El control absoluto que el líder del partido pretende establecer en todos los niveles de una organización con vocación asamblearia ha generado un progresivo rechazo hacia su exceso de protagonismo. Su colérica intervención en la sesión de investidura, en la que dinamitó todos los puentes con el PSOE al afirmar que Felipe González tiene las manos manchadas de cal viva, ha llevado ese cuestionamiento a la cúpula de la organización, en la que los partidarios de Íñigo Errejón rechazan esa estrategia radical.

La publicación de informes de Podemos en los que se establece desde el color de las camisas que debe vestir Iglesias hasta si debe peinar su coleta con raya en medio o sin ella, se precisa de qué color debe ser la goma con que se sujeta el pelo y cómo debe sentarse, refleja hasta qué punto la pretendida frescura y la espontaneidad que Iglesias dice representar en la política española es en realidad el fruto de un trabajo planificado al milímetro.

Esa contradicción entre lo que reivindica en público y lo que lleva a cabo de manera personal es precisamente una de las causas de su progresivo declive, no solo a nivel interno, sino también en su valoración por parte de los ciudadanos. Su discurso en defensa de los derechos de la mujer y de los colectivos homosexuales casa mal, por ejemplo, con su lenguaje en ocasiones machista y con el hecho de que presente su programa Fort Apache en una cadena de una televisión pública de Irán, país en el que las mujeres carecen de los derechos más elementales y en el que la homosexualidad es un delito que se castiga con la pena de muerte, ejecutada por medio de la horca.

Elevados ingresos

Tampoco ayudan a mejorar su imagen otros gestos, como el de que afirme que todos los diputados deberían cobrar solo tres veces el salario mínimo porque eso les permitirá vivir como el resto de la gente y conocer sus problemas, cuando en realidad, él percibió en el 2014 un total de 107.697,63 euros por sus actividades como profesor y eurodiputado y su participación en diferentes programas de televisión.

A pesar de esos considerables ingresos, Iglesias reside en Vallecas en una vivienda de protección oficial, teóricamente destinada, como todas las de esta clase, a personas con bajos recursos. La vivienda le fue concedida a su madre, pero desde que esta dejó de vivir en ella es Iglesias quien la disfruta.

El líder de Podemos sostiene también un discurso feroz contra el nepotismo, pero no ha tenido inconveniente en convertir en diputadas a su pareja, Irene Montero, y a su ex novia Tania Sánchez, algo que le resultaría difícil de justificar a cualquier dirigente político. A Montero la ha situado como número tres del grupo parlamentario, lo que conlleva el privilegio de sentarse con él en primera fila en el Congreso, y a Sánchez la colocó como número diez en la lista por Madrid pese a que meses antes esta afirmara que «nunca» se integraría en Podemos.

Y tampoco contribuye a la imagen de moderación que, según los informes internos, pretende ofrecer Podemos, el hecho de que Iglesias, en su empeño por identificar su figura con el partido, reivindique constantemente, incluso desde la tribuna del Congreso, las biografías de su padre y de su abuelo. El primero, Javier Iglesias Peláez, fue militante del FRAP, organización armada que ejerció la violencia en España entre los años 1973 y 1977. El abuelo, Manuel Iglesias, fue condenado a muerte después de la guerra civil. Según Iglesias, la condena se debió tan solo a haber presidido un tribunal militar de la República. La documentación de ese proceso penal publicada por varios medios indica sin embargo que la condena se debió a su participación en 1936 en la saca del marqués de San Fernando, Joaquín Dorado, y de su cuñado, Pedro Ceballos para llevarlos a una checa. Al día siguiente, ambos fueron asesinados. La condena fue conmutada. Iglesias solo estuvo cinco años en prisión y, a su salida, obtuvo un empleo en el Ministerio de Trabajo.

Pablo Iglesias Un deterioro meteórico de la imagen

El desgaste de la figura del jefe alarma en la propia dirección de Podemos

El alarmante deterioro de la imagen personal de Pablo Iglesias no pasó desapercibido en Podemos, que en abril del 2015 puso en marcha ya un completo plan para tratar de rehabilitarla ante la inminencia de las elecciones autonómicas y municipales. Se elaboró un informe, publicado ahora en varios medios, en el que se especifica cómo debe comportarse el líder para corregir sus defectos. Se habla ahí de «no caer en la soberbia», se cuestiona el «endiosamiento/arrogancia» del líder de Podemos y se le recomienda que cuando hable en público utilice un tono «menos de mitin y más narrativo o explicativo». Como aspecto negativo, se señala que Iglesias aparezca siempre «en una burbuja», rodeado por su equipo y dando la sensación de «llegar escoltado y de ser inaccesible, y de huir de la prensa y de la gente». El informe baja hasta detalles como criticar su «tono de rapeo» en los mítines y su gesto «huraño». «Más que moderando, nos estamos avinagrando», se señala. Y, entre las posibles acciones para recuperar la imagen dañada, se propone que Iglesias asista y se deje ver en eventos como el festival de Otoño de Madrid o el festival de teatro de Mérida, que acuda al Museo del Prado, a la final de la Copa del Rey y hasta a un concierto de Leonard Cohen. Y, como algo «más mayoritario», se plantea incluso «hacer el último tramo del Camino de Santiago».