Una batalla en la que no hay que escatimar ningún gasto

Rosa Fontaiña TRIBUNA

GALICIA

28 feb 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

Una mujer que sufre violencia machista (psicológica o física) experimenta dos tipos de temor. El miedo al agresor y el pánico a la larga batalla personal que implica poner punto y final a una relación que puede incluso acabar con su vida. Pese a la condena unánime de toda la sociedad hacia el maltrato, el arraigo de la cultura machista que reina en España, y por extensión en Galicia, complica más todavía que muchas de mujeres den el paso.

Pero más allá de todo eso, la independencia económica es fundamental para poder comenzar un nuevo proyecto de vida. Y es ahí donde el modelo de ayudas diseñado por las administraciones falla de forma radical. Urge dotar a las víctimas de unos mínimos capaces de garantizar su indepencia y una vida digna. Esos mínimos son claros: vivienda y salario.

La puesta en marcha de un programa Aluga para víctimas de violencia machista o presupuestos capaces de sostener un salario pola liberdade hasta que puedan hallar un empleo no pueden quedar a expensas de una cuestión monetaria.

Porque al hablar de frenar la lacra de la violencia machista no pueden escatimarse recursos. Ni en educación para tratar de cambiar una cultura que en muchos casos confunde el amor con el control. ¿Cuánto vale la vida de Isabel, María José o Divina? Esas son solo algunas de las muertas del año pasado en Galicia.