El riesgo de fractura toca a la UPG

Domingos Sampedro
Domingos Sampedro SANTIAGO / LA VOZ

GALICIA

La formación ha envejecido igual que el BNG, perdiendo pluralidad y capacidad de incidencia social

14 feb 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

Fernando Blanco, aquel intrépido conselleiro de Industria al que presentaban en el 2009 como «o home que lle devolveu o vento aos galegos», regresó al damero político provocando un auténtico vendaval. Ocurrió en Lugo, el pasado jueves, en la asamblea comarcal del BNG. De él ya se conocía su gran habilidad para hacer jugadas de riesgo, pues basta recordar que lo mismo propuso nacionalizar el 10 % de los parques eólicos que apostó por privatizar la antigua Astano para que Barreras fabricara barcos en sus gradas. Y esta vez volvió a moverse en el filo al defender en primera persona el voto particular firmado por las diputadas Carme Adán y Tereixa Paz, en el que reclaman la «refundación» del BNG y una política más «flexible» de alianzas que no excluya, a priori, la posibilidad de confluir con Anova, con En Marea o con Podemos.

Seguramente lo más trascendente de lo anterior no es la propuesta en sí que defendió Fernando Blanco y a punto estuvo de ser aprobada -obtuvo 20 votos a favor y otros 20 en contra-, sino que el exconselleiro es un militante muy cualificado de la Unión do Povo Galego (UPG), el partido motriz del Bloque en el que parecen anidar las mil y una reticencias no solo a la confluencia con los de Pablo Iglesias Turrión, sino a asumir el más mínimo cambio.

Y eso, evidentemente, conlleva sus riesgos. Porque si la asamblea de Amio del 2012 supuso el gran cisma del BNG, con la baja de Xosé Manuel Beiras y sus seguidores, la que tendrá lugar dentro de dos semanas en A Coruña puede ser la asamblea del cisma de la UPG, el monolítico partido al que alguien definió como el Opus Dei de la izquierda nacionalista, pues su fortaleza no reside en concurrir directamente a las elecciones, sino más bien en el camuflaje en el frentismo y en el manejo de las influencias sobre terceros.

Ahora bien, todo ha cambiado. Y a la U le ocurre lo que al PCE a nivel de Estado, que los sucesivos éxitos de Podemos y sus diferentes aliados le están achicando el espacio político debido a la interpretación más afinada que hacen del actual contexto social y económico. Porque las coordenadas del nuevo comunismo llevan mucho tiempo alejadas de Moscú, Hanoi o Pekín; ahora se sitúan más próximas a los movimientos de habla hispana que tomaron Caracas y sus periferias o de esa nueva izquierda anglosajona que intenta arraigar con Jeremy Corbyn en el Reino Unido y con Bernie Sanders en Estados Unidos.

Así debe entenderlo Yolanda Díaz, coordinadora general de Izquierda Unida en Galicia, cuando se puso a silbar mirando hacia otro lado el día que Cayo Lara la emplazó a romper los lazos con Podemos para regresar a casa y crear un grupo parlamentario junto a IU y evitar los desahucios de quienes viven a su costa.

Desmarque de los referentes

Y bastante similar debe ser la lectura que hizo una persona como Tereixa Paz, que de formar parte del secretariado político de la UPG y de todos sus órganos de dirección pasó a poner todos sus cargos a disposición para combatir el inmovilismo que habita en los sectores de la U más vinculados a la CIG. Llamativo es también que el análisis crítico de la diputada ourensana sea compartido por los dos principales referentes institucionales que tuvo la UPG, los exconselleiros Fernando Blanco y Alfredo Suárez Canal, que simpatizan con el voto particular de Paz y Adán.

En comarcas ourensanas como Monterrei, A Limia-Allariz o Celanova el voto particular se está imponiendo. En Lugo y A Mariña se hace notar. El movimiento está en marcha en el BNG y, ocurra lo que ocurra, la UPG, o partido, como la llaman sus militantes, no dispone del bálsamo que tenía en el mercado de Amio, cuando la U se encerró en sí misma y le abrió las puertas a quienes querían cambios en el BNG.

El riesgo de escisión afecta ahora directamente a la UPG, que ha envejecido igual que el Bloque, perdiendo pluralidad y capacidad de incidencia social. Para muchos, el inmovilismo ya no es una opción. Porque como dice con angustia un veterano dirigente: «O máis triste non é que desapareza o BNG, o máis triste é que desapareza e ninguén nos bote en falta».