Fallece la musa de la generación perdida por el narcotráfico

S. Luaña / B. Costa VILAGARCÍA / LA VOZ

GALICIA

Blanca Bóveda, que vio morir por las drogas a sus amigos, fue hallada muerta en su casa de Vilanova

05 feb 2016 . Actualizado a las 19:41 h.

Era rubia y muy guapa. Los enamoró a todos en aquellos años en los que el amor era un adicción más. Se llamaba Blanca Bóveda González, y fue hallada muerta en su casa de Vilanova a primera hora de la tarde de ayer. Sola, a los 54 años. Ella, por quien hasta suspiraron Sito Miñanco y Pablo Vioque. Aunque no salía en la famoso foto de la generación perdida porque no jugaba al fútbol, permanecía en la mente de todos ellos. «Todos estaban locos por Blanquita», decía ayer un vecino de la villa arousana. Pero casi todos están muertos, y ahora, también ella.

Sobre las tres de la tarde, una patrulla de la Guardia Civil se presentó en la calle Tras da Cruz, en Vilanova, para investigar las causas de la muerte de una mujer cuyo cadáver había sido hallado en su domicilio. Fue identificada como Blanca Bóveda González, y aunque en un principio no había signos de violencia, será la autopsia la que determine las causas de la muerte. No se descarta que haya fallecido por causas naturales, aunque llevaba muchos años arrastrando las consecuencias de un prolongado consumo de drogas. La salud de Blanquita era muy endeble.

Nada que ver con la mujer que los encandiló a todos en los ochenta. Blanca era más joven que los chicos que protagonizaron el famoso documental de la generación perdida, el que narraba la vida de un equipo de fútbol que se puso por nombre Dejadnos vivir, pero que no tardó en morir. De aquella imagen solo quedan tres. Las drogas, el sida y otras enfermedades se los llevaron a todos. El último en fallecer fue Paco Pacheco, que en el 2011 murió en el patio de la casa de su hermana, calcinado por el cigarrillo que trataba de encender. Blanquita se había quedado sola.

Nada de eso sospechaban entonces, cuando se querían comer el mundo. A finales de los setenta, poco después de morir Franco, los aires de libertad contagiaron a la pandilla vilanovesa. Pero junto con el deporte, la música y la cultura, a la villa natal de Valle Inclán llegó la heroína, y ellos, que ni sabían ni querían saber de cortapisas, se dejaron seducir y cabalgaron a los lomos del caballo. Así empezaron a cavar su tumba, y Blanca los acompañaba en las noches locas por los pubs de Vilanova y las discotecas de Portonovo. Dicen que era tan guapa que su fama sobrepasó las fronteras de Vilanova y que también los chicos bien de Vilagarcía cayeron a sus pies. Con uno de ellos tuvo una hija.

Pero la heroína nunca es buena compañera de viajes, y los días de vino y rosas no tardaron en dar paso a la esclavitud de las adicciones, a la decadencia física, al sida, la enfermedad y la muerte. Lo cuenta el arrepentido Manuel Fernández Padín en su libro Dejadnos vivir, en el que no solo recuerda las ansias de conocer y de experimentar que tenían todos ellos sino también la belleza de Blanquita, como símbolo de una juventud efímera y traidora.

A medida que sus amigos se fueron yendo, Blanca se fue encerrando en sí misma. Quienes sobrevivieron a aquel infierno la recordarán ahora como era entonces, alegre y hermosa. Quedan Manolo Fernández Padín, su hermano Rafael y Jesús María Carnicero, los que sobrevivieron a aquella alineación condenada a perder. Aunque sobrevivir no siempre es fácil. Si lo sabrá Padín, que tras su paso por las drogas se convirtió en el primer arrepentido que delató a los Charlines ante Garzón, lo que le obligó a vivir escondido lejos de su tierra natal. Donde esté, también él hoy se acordará de Blanquita.