El crepúsculo de los grandes narcos

Susana Luaña Louzao
Susana Luaña VILAGARCÍA / LA VOZ

GALICIA

EFE

La cárcel, los embargos y las tragedias personales marcaron la vida de los históricos gallegos

23 ene 2016 . Actualizado a las 12:46 h.

Sito Miñanco trabaja en un párking de Algeciras. Al margen de si es suyo o no, independientemente de si guarda millones en Sudamérica y de si los podrá disfrutar o no cuando definitivamente quede libre -ahora está en segundo grado-, no cabe duda de que los veinte años en prisión y los problemas de salud hicieron mella en el buen humor del que de joven hacía gala el cambadés. No es el único. En general, a los narcos gallegos no les cuadraron las cuentas. Los años dorados de los ochenta, cuando eran los amos de la ría, dieron paso con el tiempo a interminables años en prisión en los que perdieron buena parte de su fortuna, y a un rechazo social que es, posiblemente, lo que más les duele. Como decía hace poco un experto en narcotráfico, «no tienen inquietudes culturales, no les interesa el arte ni viajar; su principal tragedia es que amasaron dinero para exhibirlo y ahora tienen que esconderlo». Por unos u otros motivos, la jubilación de los que operaban hace 25 años, cuando se desarrolló la operación Nécora, no es tan dorada como soñaban.

En libertad

Manuel Charlín Gama. El patriarca y el veterano. Quedó en libertad en el 2011 tras veinte años en prisión y se refugió en su casa de Vilanova, donde aparentemente lleva una vida tranquila en compañía de su hijo Melchor, apodado en su día El crápula. Según la Policía, Melchor es el único que no se dedicó a los negocios familiares y que carece de fortuna. Su padre está pendiente de la subasta de buena parte de sus bienes y de un juicio por un supuesto abuso de menores.

Josefa Charlín. Quedó al mando de los negocios familiares cuando su padre entró en prisión. Condenada a 23 años, huyó a Portugal, desde donde fue extraditada en el 2001 tras siete años desaparecida. Recuperó la libertad en diciembre del 2012. Hacía mucho tiempo que no pasaba unas Navidades en familia.

David Pérez Lago. El hijastro de Oubiña e hijo de Esther Lago fue detenido en pleno desembarco de un alijo de cocaína en Corme en el año 2006, y tras siete años en prisión, quedó libre. Pendiente de cumplir una condena por blanqueo de dinero, sigue sin aclararse la muerte a tiros en Madrid del que fuera su abogado, Díaz Moñux. Solo se sentaron en el banquillo los pistoleros.

En prisión

Marcial Dorado. Su desgracia empezó cuando conoció al juez Taín, que no cejó en su empeño hasta que lo relacionó con un alijo de cocaína por el que fue condenado a diez años de prisión. El año pasado le cayeron seis más por blanqueo, y la Fiscalía cifró en 21 millones el dinero ganado con el narcotráfico. Su fortuna le sirvió para adquirir buena parte de las fincas y del monte de A Illa, con el que se fue haciendo poco a poco utilizando artimañas que los juzgados pusieron en ocasiones en entredicho. Tardará en volver a disfrutar de su increíble mansión con vistas.

Laureano Oubiña. Cuando quedó en libertad en julio del 2013 tras una larga temporada entre rejas, se imaginaba una jubilación dorada similar a la de su colega Charlín; de hecho, ese verano se dejó ver por Vilagarcía con sus hijas, tomando algo en una cafetería o disfrutando de la Vuelta Ciclista a España. Pero meses después se le condenó por blanqueo y volvió a prisión.

José Luis Charlín. Siempre fue más discreto que su hermano, pero arrastra tantas y más condenas. Lleva en prisión desde los noventa cumpliendo penas por contrabando y narcotráfico, y habría quedado libre de no habérsele aplicado la doctrina Parot. Disfruta de frecuentes permisos.

Fallecidos

Esther Lago. Hacía poco que había recuperado la libertad cuando la esposa de Laureano Oubiña cogió el coche para ir a buscar a una de sus hijas que había salido con unos amigos en Cambados. Sufrió un accidente de tráfico y perdió la vida. Su funeral, el 1 de marzo del 2001, fue todo un espectáculo, con su marido desolado y esposado abrazado a su hijo David Pérez. Fue el declive del clan Oubiña; el capo cambadés nunca más levantó cabeza, estuvo casi siempre en prisión y sus propiedades fueron embargadas, entre ellas, el pazo de Baión.

Manuel Carballo. Aunque es menos conocido, fue una pieza clave en los años en los que los contrabandistas se reconvirtieron en narcotraficantes. Sufrió la muerte de su hijo Danielito en un ajuste de cuentas y formó parte del selecto club de Pablo Vioque en la Cámara de Comercio de Vilagarcía. Se dio a la fuga en el 2003 para no ingresar en prisión. Tres años después se entregó, y murió cuando lo operaban del corazón.

Carmen Carballo. La hermana de Manuel Carballo llevaba 19 años postrada en una silla de ruedas tras ser tiroteada por unos sicarios que mataron a su marido Manuel Baúlo en septiembre de 1994. Falleció en abril del 2013, pero antes vio entrar y salir de prisión a varios de sus hijos.

Josefa Pomares. La matriarca del clan de los Charlines, esposa de Manuel Charlín, madre y abuela de toda una saga, falleció en una residencia de la tercera edad en febrero del 2012. Como el resto de su familia, conoció las incomodidades de la prisión.

Desaparecidos o huidos

Ricardo Portabales. Con él nació la figura del arrepentido. Junto con Fernández Padín, propició la operación Nécora, con la caída de los históricos. No se sabe dónde está, se supone que en Sudamérica. Como Padín, su hijo inició hace poco una carrera literaria contando «su verdad» sobre el narcotráfico gallego. Dice que lo hace para ayudar a su madre.

«Pelopincho». José Antonio Pouso Rivas desapareció en el 2010, poco antes de que se le juzgara en uno de los mayores procesos abiertos por blanqueo de dinero procedente del narcotráfico en Galicia. Por el banquillo pasaron sus familiares, esposas y amantes, pero de él nunca más se supo. Primero se creyó que había huido, ahora se sospecha que está muerto, víctima de un ajuste de cuentas.

Tania Varela. La modosita abogada cambadesa que fuera novia de David Pérez Lago y después de su abogado, Díaz Muñox, con quien estaba cuando fue asesinado en un garaje de Madrid, no se presentó al juicio en el que había sido imputada por blanqueo de capitales junto con el hijastro de Oubiña. Se cree que huyó al extranjero.

Luis Jueguen. Formaba parte de la cuadrilla de Vioque en la Cámara de Comercio y fue testigo del asesinato de su tesorero, José Manuel Vilas, en Benavente, en 1992. Huyó para evitar una condena por narcotráfico, y se cree que está en Sudamérica.

La peor parte se la llevaron las víctimas de los sanguinarios ajustes de cuentas

Una treintena de arousanos murieron por deudas, pérdidas de alijos o desencuentros relacionados con el narcotráfico. Aunque hubo alguna muerte violenta en los años del contrabando, fue el crimen de Benavente, en el que fue asesinado José Manuel Vilas, el que abrió la veda de una sanguinaria lista en la que figuran nombres históricos como Danielito Carballo -acribillado a tiros en el pub Museo-, Manuel Baúlo -asesinado en la cocina de su casa-, las víctimas del triple crimen del polígono de Cabanelas o el desaparecido Fernando Caldas, cuyo cadáver nunca fue hallado. El 2005 fue especialmente trágico: perdieron la vida los primos Ricardo y José Ángel Feijoo, calcinados en un molino, Ramón Outeda y dos jóvenes que aparecieron muertos en Silleda.