Sheila Meis: «Creo que mi trabajo en la ambulancia no tiene nada que ver, pero quién sabe»

maría santalla REDACCIÓN / LA VOZ

GALICIA

La hija de la primera trasplantada de pulmón con éxito en España, de O Grove, no dispone del carné de donante de órganos, pero lo tiene claro: «Hay gente que puede vivir con ellos»

28 dic 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

Hace ahora 25 años del día en el que Raquel Costas, una joven de O Grove que acababa de entrar en la veintena, aterrizaba en el aeropuerto de Vigo en un vuelo procedente de Barcelona. Había pasado más de un año y mucho sufrimiento desde que abandonara su localidad natal para ingresar en el hospital barcelonés Vall d?Hebron. «Fue mucho tiempo de hospitalización. Más que nada, por lo que me explicó mi padre, fue porque en aquella época no había permiso para hacer esa intervención y tuvieron que estar un montón de tiempo esperando los permisos». Lo cuenta Sheila Meis Costas, hija de Raquel, quien ha necesitado que su padre, Manuel Meis, le relate lo que ocurrió entonces, porque en aquel momento ella tenía solo dos años.

Fue un 16 de junio, «el día de su cumpleaños», cuando llegaron los permisos. Ya solo hacía falta un donante. Y ese donante apareció pocas semanas después. El 1 de agosto Raquel entraba por fin en el quirófano. Recibía el pulmón de una joven fallecida por un derrame cerebral en un hospital de Hospitalet, según recogía la prensa de la época. Raquel padecía una fibrosis pulmonar y hacía un año que vivía conectada a una bombona de oxígeno. Los médicos solo le daban un mes de vida si el pulmón que necesitaba no llegaba a tiempo. Pero ese órgano llegó y convirtió a Raquel en la primera persona en España sometida con éxito a un trasplante de pulmón.

Cuatro meses y medio después de la operación regresaba a O Grove acompañada por dos de sus médicos, Carlos Bravo y Antonio Román. Este explicaba que Raquel podría hacer una vida normal, aunque no volvería a ser una gran deportista. «La elegimos a ella como receptora por su gran humanidad y fortaleza de carácter, así como su patología y juventud. Creo que no debe haber en el mundo un receptor más idóneo que Raquel», decía en unas declaraciones recogidas por La Voz de Galicia en el aeropuerto de Peinador. Para el equipo médico que la operó «también era muy importante», dice su hija Sheila: «Era muy joven y para ellos era la primera vez. Era muy importante que saliera bien».

«Se me hizo muy duro seguir adelante, pero ahora estoy muy bien y solo quiero volver con mi familia», decía Raquel en aquel mismo escenario. Cumplió su sueño, y durante meses pudo disfrutar de su tierra y de los suyos. Pero ese sueño tenía fecha de caducidad, y esta se cumplió dos años después. Un quirófano le había permitido soñar e iba a ser otro el que frenaría sus sueños. «Hubo una segunda intervención, y fue cuando se murió en la operación», explica su hija.

A Sheila le contó su padre que «cuando se fue a la segunda operación, ella estaba bien, le dieron la opción de operarse o no operarse, porque perdía capacidad pulmonar, pero muy despacito. En la primera operación había sufrido una parada cardiorrespiratoria y se le encharcaron los pulmones de líquido, así que decidieron hacerle una segunda para que quedara bien. Le dijeron que podía hacerla o esperar, pero ella quiso hacerla ya, y fue cuando pasó lo que pasó». Raquel murió en enero. En mayo, Sheila cumplía los cinco años.

Hoy tiene 27. Sigue viviendo en O Grove y trabaja como técnico en una ambulancia. Pero nunca pensó que su orientación hacia la sanidad tuviese nada que ver con la historia de su madre. «No, yo creo que no, creo que mi trabajo en la ambulancia no tiene nada que ver, que fue una casualidad de la vida, pero quién sabe, igual sí». Sheila es donante de sangre. De órganos no, porque «el papel no sirve de nada, a la hora de la verdad lo tiene que autorizar la familia, así que lo que tienes que hacer es decirle a la familia que quieres hacerlo». Ella lo tiene claro: «Lo tengo muy presente. Hay gente que puede vivir con eso y a ti ya no te hace falta».

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