La vida sonrió poco a Yulisa

Javier Romero Doniz
JAVIER ROMERO RIBEIRA / LA VOZ

GALICIA

Emigración, relaciones inacabadas, la noche o clubes de alterne condicionaron a la mujer asesinada en A Pobra; el cariño de su familia equilibraba la balanza

11 jun 2015 . Actualizado a las 17:32 h.

Yulisa, a sus 39 años, se ha ido de este mundo dejando tres hijos y dos nietos. De apellidos Altagracia Pérez Fermín, y natural de la localidad dominicana de Nagua, en la provincia de María Trinidad Sánchez, llegó a España hace trece años acompañada de su madre y su única hermana. Atrás dejó a sus tres pequeños bajo la tutela del que fue, hasta ese momento, su marido. Desde entonces han pasado muchas cosas, buenas y malas. La peor, sin duda, su muerte violenta el pasado domingo por la mañana a manos de los presuntos autores, una pareja que residía en A Pobra y fue detenida pocas horas después de aparecer el cadáver. Ayer, tras pasar a disposición judicial, la titular del Juzgado Número 1 de Ribeira ordenó su ingreso en prisión provisional, comunicada y sin fianza, acusados por un delito de homicidio doloso.

Barcelona fue su primer destino. Allí llegó con su hermana, Isabel, y su madre, Mercedes. En la Ciudad Condal residió unos tres años. Hostelería y diferentes servicios de limpieza habrían sido sus ocupaciones temporales en esa etapa. Buena parte del dinero que ganaba entonces regresaba a la República Dominicana para darle lo mejor a sus hijos. Lo que pasó a partir de ahí tampoco está claro. Lo único constatado es que Yulisa volvió a facturar maletas para mudarse nuevamente, esta vez a Galicia. Y concretamente a la capital de Barbanza, Ribeira.

A esta localidad costera de A Coruña llegó con trabajo apalabrado. En un club de alterne en las afueras de Ribeira tuvo su primera ocupación. Luego llegó otro que se encuentra en el límite entre este ayuntamiento y A Pobra. Por último, y hasta el domingo, se ocupó en un tercer local ubicado en el casco urbano de Palmeira, una parroquia ribeirense. Su situación laboral se estabilizó y logró ganarse la confianza de sus jefes, que no dudaron en dejarla de encargada cuando sus ocupaciones lo requerían o al frente de la barra, tareas que compaginaba con su otro cometido.

El ansiado contrato indefinido

Hace tiempo que Yulisa inició los trámites para traer a sus hijos a Ribeira. Según relataban ayer su madre, hermana y otros allegados, este proceso burocrático se estancó por la falta de un contrato indefinido. El que fue su jefe hasta el domingo aseguró ayer a la entrada de los juzgados de Santa Uxía que su intención era hacérselo, «pero ya no dio tiempo», añadió. Los mismos allegados reconocían que Yulisa llevaba algo más de un mes «un poco descontrolada y consumiendo de forma regular. Antes podía hacerlo muy de vez en cuando, pero ahora estaba pasando un mal momento que derivó en un hábito nocivo».

¿Cuál fue la causa de esta deriva autodestructiva? El divorcio de su hija mayor, que reside en la localidad natal de la familia Pérez, y no tenía ni a su madre, tía, ni abuela para acompañarla en estos momentos tan difíciles. «Eso la consumía por dentro», reconoce la familia. Esta inestabilidad emocional, las largas noches y algún trato con los imputados encarcelados, fueron las posibles causas de su muerte. Ayer, su madre, respiraba más tranquila al saber que su hija será repatriada para recibir sepultura en su Nagua natal. Aún así, reconocía que Yulisa no tuvo, ni por asomo, la vida que ella le deseó al nacer.