El hombre que susurraba a los carballos

Juan Carlos Martínez REDACCIÓN / LA VOZ

GALICIA

M.MORALEJO

Faustino Meis, especialista en el cuidado de árboles y gerente de Arbogal considera que «tenemos un patrimonio arbóreo tan rico que podría atraer miles de turistas»

24 may 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

Galicia es la primera potencia forestal de España, pero este asunto no es solo cuestión de producción; la abundancia de árboles centenarios y monumentales, de bosques únicos, convierte en paradoja que el primer arbolista certificado del país, Faustino Meis, sea un hombre de solo 44 años. Su empresa, Arbogal, se ha hecho visible por las espectaculares podas en altura, pero también por el trasplante de ejemplares de cientos de toneladas de peso.

-¿Qué fue antes, el amor por los árboles o por escalarlos?

-Las dos cosas vinieron a la vez. De niño era muy ágil y siempre me tocaba a mí, en el pueblo, subir a recoger las claudias. A los 16 años ya me subía a eucaliptos gigantes, sin cuerdas, por pura inventiva. Bajar siempre era más difícil. Tenía a mis padres cardíacos.

-¿Cómo se forma un arbolista?

-En mi caso hice una FP2 agropecuaria y luego comencé un ciclo de ingeniería. Pero nunca he dejado de viajar, de acudir a cursos y conocer a especialistas. Excepto en los pocos lugares en los que enseñan expertos realmente interesados, en el resto aún siguen trabajando con tópicos, esos a los que Alex Shigo, el padre de la arboricultura moderna, les dedicó el libro Cien mitos sobre los árboles. La arboricultura aún está empezando. De hecho, yo fui el primer arbolista certificado de Galicia. Todavía ahora no somos más que cuatro.

-¿Apreciamos los gallegos el valor del patrimonio forestal?

-No lo suficiente. Tenemos un patrimonio arbóreo tan extraordinario que, bien organizado, podría atraer miles de turistas de toda Europa. Tienen esa sensibilidad, ese plus, que nosotros aún no tenemos.

-¿Cómo se rescata un árbol monumental amenazado por una obra de infraestructuras?

-Nosotros hemos trasladado unos cuantos, de hasta doscientas toneladas. Pero también se puede desviar la infraestructura. Tuvimos un caso en Valadouro en que se planteaba derribar un magnolio enorme. Su valor como leña no llegaría a los 200 euros, pero cuantificamos su valor ornamental en 36.000 y un juez aceptó esa valoración, así que la autoridad prefirió variar la carretera. Está claro que los buenos árboles tienen un precio: de hecho, un chalé que tenga en el jardín arbolado maduro se vende antes y más caro que otro que no lo tenga.

-¿Faltan árboles en nuestras ciudades?

-El árbol y la ciudad es un asunto central en cuanto simposio y congreso se celebra sobre el futuro del urbanismo, la ciudad sostenible, etcétera. Pero falla la sensibilización ciudadana. Cuando vienen compañeros míos de fuera a ciudades como A Coruña, se quedan embobados con ejemplares extraordinarios que la gente de allí a veces ni sabe que los tiene. Nadie les ha dicho lo grandiosos que son.

-¿Qué nos aportan?

-El arbolado es fundamental en la ciudad. Si no lo hubiera, la ciudad sería invivible, agresiva, dura, haría al ser humano aún más irascible; la ciudad sin árboles es más sucia, más ventosa, más ruidosa, con peor calidad del aire. Son tantos los parámetros que el árbol mejora en la ciudad que se le debería dedicar un poco más de tiempo aunque solo fuera a nivel formativo, para conocer al árbol como amigo, eso que el niño del medio rural aprende por sí solo.