Rato: nadie paró al Berlusconi español

Gonzalo Bareño Canosa
Gonzalo Bareño MADRID / LA VOZ

GALICIA

pilar canicoba

En el PP todos tenían claro que compaginaba la política y la actividad financiera con los negocios privados, pero ni Aznar, ni Rajoy se atrevieron a cortarle definitivamente las alas

20 abr 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

¿Qué hacemos con Rato? La pregunta se repetía desde hace muchos años en Génova, pero nunca se le dio una respuesta adecuada, con las consecuencias que acabamos de ver. Una de las razones por las que Aznar no lo eligió como su sucesor en el PP fue el peligro de que hubiera interferencias entre sus negocios privados y la presidencia del Gobierno. Algo que le habría convertido en el Berlusconi español. Aunque en teoría había renunciado a dirigir el holding familiar cuando entró en política, todos en el PP sabían que el exquisito Rato seguía llevando los hilos del negocio. La Voz ya lo publicó aquí en el 2003.

Aznar prefirió a un registrador de la propiedad que a un hombre de negocios disfrazado de político. Y le pasó a Rajoy la patata caliente de qué hacer con un Rato que, aunque que era ya una bomba de relojería, fue de número dos al Congreso en el 2004. Tras la inesperada derrota en aquellas elecciones, Rajoy vio el cielo abierto cuando Rato optó por hacer caja marchándose a dirigir el Fondo Monetario Internacional. Y se lo quitó de encima, de nuevo sin cortarle las alas. Consiguió el puesto gracias al apoyo del PP, pero también, no se olvide, del PSOE, el mismo que ahora clama contra Rato, y de la prensa enemiga del PP. Y es que el ex presidente de Bankia tuvo siempre mucho poder en Madrid. Ya desde los 90 se decía, incluso en ambientes peperos, que Rato tenía repartido el mapa de la capital con otro ex dirigente popular hoy también caído en desgracia y que en Madrid no se hacía una sola obra o desarrollo urbanístico sin pasar primero por sus despachos a aflojar.

Tensa relación con Feijoo

Para muchos, Rato no fue nunca trigo limpio, aunque nadie se atrevió nunca con él. Recuerdo una comida en Madrid con Alberto Núñez Feijoo en la que critiqué durísimamente a Rato por la espantada que había dado un año antes en el Fondo Monetario Internacional y cuestioné qué el PP le siguiera dando respaldo pese al daño que estaba haciendo al partido sembrando rumores interesados sobre su posible vuelta la política nacional para disputarle el liderazgo a Rajoy. Feijoo escuchó aquello y, sin criticarlo en ningún momento, no dijo una palabra en su defensa. Después, perdería aún más su fe en Rato cuando este, siendo ya presidente de Caja Madrid, presionó al Gobierno para que se le entregaran gratis las cajas gallegas cuando Feijoo pugnaba para que siguieran en Galicia. Y aún mas poco después, cuando el Gobierno se mostraba dispuesto a inyectar miles de millones para ayudar a una Bankia presidida por Rato mientras escatimaba apoyo económico a Novagalicia.

Feijoo tomó cumplida venganza, con mucha retranca, el día que el Gobierno forzó a Rato a dimitir de Bankia. Cuando La Voz de Galicia le preguntó en un foro en Madrid por esa decisión, dijo que él no valoraba la dimisión «del presidente de una entidad cuyo domicilio social está en Madrid». Y añadió que «como todo el mundo sabe», Rato es un «excelente gestor» y «lo ha demostrado en todos los puestos que ha ocupado». Para alguien que acababa de hundir Bankia y que había fracasado en el FMI, aquello sonaba a broma macabra.

Iglesias quiere atar corto a los candidatos autonómicos

La experiencia de Andalucía, en donde Pablo Iglesias tuvo que ceder ante la pujanza del sector crítico de Podemos, que impuso como candidata a Teresa Rodríguez, y en donde no se cumplieron las expectativas prevista, ha llevado al líder del partido a establecer un férreo control sobre todas las candidaturas en las próximas elecciones autonómicas, incluidas aquellas en manos de los críticos. Bajo la excusa de que haya un único discurso «nacional», se pretende que todo el protagonismo de la campaña quede en manos de Pablo Iglesias, Íñigo Errejón y los suyos, dejando en un segundo plano a los cabezas de cartel regionales. Pero, en caso de fracasar, esa estrategia puede volverse en su contra.

Podemos y Ciudadanos no lo tienen claro en Galicia

¿Qué tiene Galicia para que los dos partidos revelación, Ciudadanos y Podemos, encuentren aquí muchas más dificultades para crecer que en el resto de España? Desde el partido de Albert Rivera reconocen estas dificultades pero no explican esos motivos, más allá de aludir a las especificidad del electorado gallego. La espantada en A Coruña, Ferrol y Ourense demuestra que, en efecto, Ciudadanos no lo tiene fácil. Pero tampoco para Podemos figura Galicia como una de sus prioridades de cara al futuro. En las elecciones generales el partido de Pablo Iglesias tiene puestas grandes esperanzas en determinados territorios, entre los que figura por ejemplo Asturias, pero no desde luego Galicia.

Besteiro arriesga uniendo su destino al de Caballero

En el último Comité Federal del PSOE celebrado en Madrid, el secretario general del PSdeG, José Ramón Gómez Besteiro, hizo una dura crítica hacia los ayuntamientos gobernados por el PP y que, a su juicio, son más «insolidarios y desiguales» que aquello regidos por el PSOE. Para defender esa tesis, el líder de los socialistas gallegos puso como ejemplo de buena gestión y modelo a imitar por todos al ayuntamiento de Vigo y la gestión de Abel Caballero. No se sabe si Besteiro pretende evitarse un enemigo con sus halagos al regidor vigués, pero lo cierto es que juega con fuego al vincular su discurso y su liderazgo con la gestión de Caballero, que está bajo sospecha política y judicialmente.