Lo peor que le puede pasar a un alcalde es perder el contacto con la realidad. Abel Caballero está inmerso en ese viaje hacia ninguna parte, quizás consecuencia del estrés generado por una cadena de imputaciones que empiezan a tocar a su círculo más íntimo. Esa pérdida de contacto con el mundo real, de la que ya dio síntomas en el pasado (iba a ser el primer alcalde de la historia de Vigo en conseguir el desempleo cero..., cree ser la persona que acabó con la Ley de Tasas de Gallardón, por poner solo dos ejemplos) le ha llevado a decir esta misma semana que existe «unanimidad» sobre la idoneidad de instalar un barco en la glorieta de Coia. Una muestra de esa «unanimidad» es que ha tenido que movilizar a toda la policía local de Vigo y a algunos antidisturbios para conseguir llevar a buen puerto la operación, porque centenares de personas mostraron su oposición al dispendio, cifrado ya en un millón de euros, horas extras incluidas. Estas son las prioridades de un gobierno ¿socialista? Otra muestra de esa «unanimidad» es que hasta un responsable de la armadora del barco cree que la ubicación elegida por el alcalde para la nave no es la más adecuada. Está claro que para Caballero el concepto de unanimidad no es el mismo que para el resto del mundo. Por lo visto estos días, para él la «unanimidad» es su opinión y la de los estómagos agradecidos de su corte que, obviamente, jamás van a contradecirle, pues viven de dar esas palmas. Pero no hay peor ciego que el que no quiere ver, y esta ceguera de Caballero, que tanto daño hace a Vigo y a los vecinos de Vigo, recuerda a la del ingeniero de otro barco, el Titanic. Según la versión cinematográfica de James Cameron, este señor proclamó tras el impacto con un iceberg que no habría hundimiento porque el trasatlántico era indestructible. Igual que Caballero, negaba lo evidente. Todos sabemos, es bastante unánime, cómo acabó el viaje de aquel famoso barco.