Tres años del portazo de Beiras en el Bloque

serafín lorenzo SANTIAGO / LA VOZ

GALICIA

Álvaro Ballesteros

El histórico líder nacionalista encadena confesiones de decepción en los últimos meses tras la sucesión de crisis internas que siguieron al éxito de las autonómicas del 2012

12 feb 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

Tres años pueden durar una eternidad. Tanto como para que la ilusión que alumbró un proyecto tocado de inmediato por un éxito fulgurante acabe diluida en el desánimo por la sucesión de cismas internos. Es ese cansancio que Xosé Manuel Beiras confiesa en sus declaraciones de los últimos meses, la decepción sobre una etapa que él define como el epílogo de su vida política y que arrancó el 12 de febrero del 2012. Fue entonces, hace hoy tres años, cuando se decidió a dar el portazo a un BNG en el que ya no creía y emprendió el retorno a un Parlamento que ahora dice soportar como una tortura.

El del Bloque fue un terremoto como nunca vivió en sus 32 años de historia. La organización frentista había salido de su decimotercera asamblea, celebrada a finales de enero, dividida en dos grandes frentes. Las fricciones que en principio cristalizaron en un goteo de bajas de afiliados y renuncias en puestos institucionales (como sucedió con la exconselleira Teresa Táboas o con la ahora eurodiputada Lidia Senra, entre otros) dieron paso a las escisiones. Y la más traumática fue la ruptura de Encontro Irmandiño. La corriente que Beiras había fundado en el 2007, cinco años después de ser relevado por Quintana en la portavocía del Bloque, volaba de la casa común para emprender un nuevo proyecto, lejos del control hegemónico de la UPG y abierto a distintas sensibilidades. Nacionalistas, pero también de izquierdas. Nadie como Beiras podía escenificar con su marcha el drama de un BNG que quedaba a la deriva.

La apuesta nació de pie. Solo ocho meses después, la alianza de Anova con Esquerda Unida en la Alternativa Galega de Esquerda (AGE) recababa en las urnas la confianza de más de 200.000 gallegos. Un proyecto gestado de la noche a la mañana obtenía nueve escaños y relegaba al Bloque como cuarta fuerza en O Hórreo. Sin duda, y contra pronóstico, Beiras conservaba intacto su tirón. Pero estaba por ver la convivencia de las dos sensibilidades cobijadas en Anova, con visiones opuestas sobre el alcance de las alianzas con el socio federalista.

Las escaramuzas no tardaron en saltar. Y Beiras nunca las ocultó. El volcán de Anova erupcionó a lo grande hace ahora un año, cuando su portavoz nacional basculó de forma imprevista hacia el federalismo y apostó con los entonces críticos por ir con IU a las europeas. La decisión se demostró acertada, porque AGE consiguió el escaño en Bruselas para Lidia Senra, pero Anova pagó un alto precio. La corriente Cerna creada por Mario López Rico y Luis Eyré, colaboradores de Beiras desde hace más de 30 años, iniciaba una salida que se consumó en la asamblea de octubre. A raíz de esa crisis, Anova perdía su segundo escaño. Tras la marcha de David Fernández por motivos laborales, Consuelo Martínez pasaba al Grupo Mixto. El resultado es que ahora es IU quien controla AGE, con cinco diputados por los dos de su socio.

Esa escisión de los escindidos, a mayores del coste político, cobró un peaje emocional para un Beiras tempestuoso que llegó a aporrear el escaño de Feijoo. Pero ni ese desgaste acumulado ni los achaques que lo alejaron puntualmente de un Parlamento que considera «vomitivo» minan su elocuencia. Hace unas semanas confesaba en V Televisión sentirse arrepentido incluso de encabezar la lista de AGE en las autonómicas del 2012. Mientras la coalición busca su sitio en las mareas para las municipales, a Beiras le queda un último portazo.