«Todo o mundo deixou de pagar»

GALICIA

Cita con Galicia en la panadería-bar Los Gallegos
Cita con Galicia en la panadería-bar Los Gallegos S.G.

Emigrantes con muchos años de residencia charlan sobre la vida en la isla

08 feb 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

«Isto daba para facer unha película», advierte, con buen humor, José Antonio Viña Carracedo, pintor, natural de Sofán, en Carballo, que lleva 17 de sus 42 años en la isla, los mismos que su mujer, María José Señarís Pereiro (41), de Vila de Abade, en Tordoia. Ambos explican el antes y el ahora de este lugar, y lo hacen en una tertulia con otros emigrantes: Yésica Loureiro, de 29 años, natural de Cerceda, criada en Fuerteventura desde los 2, y su marido, Roberto Moure, de 36 (15 como emigrante), nacido en A Piolla (Nantón-Cabana). También están José Manuel Malvido, de Moaña, de 48 años (25 como residente), y Manuel Morgade Pallas, de Carballo, 19 emigrado.

La cita es en la panadería-dulcería-bar Los Gallegos, en Puerto del Rosario. El nombre no engaña sobre la procedencia de sus dueños. Ni siquiera de los clientes, aunque por supuesto hay de todo. A poco que se afine el oído, la lengua de las conversaciones se hace familiar. En el grupo también está Hugo, de 10 años, hijo de José Antonio y María José, con un acento majorero plenamente marcado. También marca muchos goles en su equipo de fútbol de alevines, una pequeña ONU de jugadores, prueba de la mezcla de procedencias de la isla.

Rompen el hielo Yésica y Roberto. Ella, camarera de piso en un hotel; él, cocinero de formación pero que aquí se dedicó a la construcción, especializándose en el yeso (uno de los sectores en que mejor se pagaba) desde que llegó a Fuerteventura. Todo fue bien durante años, «ata que houbo que parar». Llegó a encargado, y un día vio que solo quedaban él y un compañero en una máquina. Y vinieron los impagos. ¿Por qué se terminó todo así de repente? «Todo o mundo deixou de pagar, acabáronse o choio e os cartos. É algo que se vía de lonxe, pero non o queriamos ver». El dinero cesó porque los bancos lo cortaron con la misma facilidad con la que lo daban, de un día para otro.

Malvido conduce ahora un camión. Siempre estuvo en la construcción, llegó a tener 15 trabajadores. Muchos empresarios, o que lo fueron, arrastran deudas. Él, no: «Nunca quixen obrigas de pagamento». No entendía cómo un peón con nóminas de mil euros (la oficial era muy baja; la real, altísima), «podía comprar casas de 30 ou 40 millóns de pesetas». Casas que hoy valen la cuarta parte (el precio de verdad), difíciles de vender y con hipotecas que ahogan. María José asegura que «era facilísimo ter unha liña de crédito». Y añade su marido: «Ninguén tiña un peso, pero todo o mundo tiña cartos. Os bancos dábanos sen máis, cun contrato indefinido xa tiñas hipoteca. Gastábase moito. E o que gañaba 3.000 euros pensaba que iso nunca ía rematar». La responsabilidad de los bancos ocupa un tiempo entre los tertulianos. Para unos, más, y para otros, menos. «Queríamos ser ricos sendo pobres», zanja Malvido.

Los sueldos han bajado mucho. Primero, porque aquel bum de la construcción ya es historia («no 2007 a festa empezou a rematar»). Y segundo, porque en turismo y hostelería, las cantidades que se mueven son otras. «Eu agora vivo moito mellor ca antes, e gano moito menos», indica Moure. Ter 1.300 euros xa é unha sorte». Malvido cree que ese dinero ya es bastante para la situación actual. Él es mileurista, estuvo un tiempo sin trabajar y no encontraba nada. Tiene tres hijos y uno no pudo seguir estudiando en Tenerife. Dice que muchos ejercían en áreas que no eran las suyas: «Eu era albanel de toda a vida e non me atrevo so co xeso». Viña apunta que ahora no se ahorra, se vive, lo cual no está mal. Ironiza sobre la fiebre de antaño: «Dous montaban unha empresa; tres mercaban unha formigoneira e xa a ampliaban, e se viña un cuarto, facían a promotora».

El salario de la mujer en los hoteles, antes un complemento, es ahora parte fundamental en la economía doméstica. Es más complicado para los hombres entrar en ese sector, salvo en mantenimiento. En la hostelería encuentran contratos normales. «Eu tiven agora as primeiras vacacións pagadas, traballando de cociñeiro, e as horas que me corresponden», asegura Moure.

Comienza a haber cierto movimiento

¿Y la recuperación, de la que tanto se habla? «Parece que hai algo de movemento, moi pouco, pero iso non se mira en cartos», indica Malvido. Solo hay un gran hotel en obras en toda la isla, pendiente de ejecutar permisos anteriores. Tiene más de cien obreros, muchos de ellos de subcontratas gallegas. A lo largo de la isla llama la atención todo lo que se ha edificado, pero mucho más lo que está sin acabar. Nada que ver con el pasado. Los años buenos eran realmente buenos: «Víñannos buscar aos sitios, e xa che daban máis cartos». «Había que acabar unha obra xa, e por iso había tanta présa. Era mellor facela amodo, pero non se facía», dice Yésica. Tanta prisa, que pasaban cosas muy raras: «Un tipo espelido e botado para diante podía facer un edificio sen gastar nada», comenta Moure.

Muchas fallaron, otras no: «As que o fixeron ben son as que, de cen, investían 25, e non ao revés». Entre los particulares, las compras también fueron muchas: «Hai unha cultura de ter, de facer casa, de ter propiedade, que nos inculcan desde pequenos e é moi difícil pasar dela», justifica Morgade, que trabaja para la televisión canaria. Y se compró mucho. El que puede, alquila. Viña prefiere ver el lado positivo de la crisis, en el sentido de que propició que muchos bajasen a la realidad. Morgade cree que el paro podría ser incluso menor: «Trabállase máis por menos ca antes». Todos coinciden en que, al menos por ahora, seguirán en la isla.