Una viguesa paga cada día el autobús con 132 monedas

alejandro martínez VIGO / LA VOZ

GALICIA

Oscar Vázquez

Una viguesa lo hace como «venganza» porque un juez no le dio la razón

25 ene 2015 . Actualizado a las 13:55 h.

Una viguesa que utiliza con frecuencia el autobús paga siempre el precio del trayecto con monedas de un céntimo. Cuando Mirian Lorenzo Fernández entra en el Vitrasa ya tiene las 132 monedas preparadas para entregárselas al conductor, mientras guarda otras tantas para el viaje de vuelta. Es su particular forma de protestar después de que en agosto de 2010 un autobús de transporte público se la llevara por delante en la calle Urzaiz, denunciara a la concesionaria y el juez no le diera la razón.

Mirian estuvo a punto de fallecer en aquel siniestro. De hecho, minutos después del golpe la dieron por muerta y, según afirma, la llegaron a tapar con una sábana. Su ángel de la guarda fue un médico del Hospital Xeral que pasaba por allí y descubrió que aún tenía pulso y ordenó que la trasladaran urgentemente en una ambulancia.

Esta mujer de 41 años demandó a la concesionaria al considerar que el conductor actuó de manera negligente. Afirma que el vehículo no respetó la distancia de seguridad. Según su versión, se encontraba parada en la acera y se asomó a la vía para ver si llegaba un taxi. Fue entonces cuando el autobús se la llevó por delante, lanzándola por el aire a unos 13 metros de distancia.

Juicio perdido

Sin embargo, perdió el juicio. La sentencia la considera «culpable» del accidente y ahora teme que la compañía de seguros pueda incluso reclamarle los daños que registró el vehículo en la luna delantera cuando impactó contra ella. El juez no la creyó porque testigos declararon durante la vista oral que la vieron cruzar a la carretera desde fuera de un paso de peatones y con el semáforo en rojo. El conductor declaró que frenó y giró a la izquierda y que gracias a eso no le pasó por encima.

Mirian insiste en que las cosas sucedieron de otra manera, y por eso ha recurrido la sentencia. Contaba con una testigo, pero no se presentó al juicio. «Mi única testigo, la chica que se encontraba en el asiento delantero del autobús, a la que pude conocer y escuchar su versión del accidente, casualmente coincidiendo claramente con la mía, desapareció un año después», lamenta.

El fallo judicial implica que no recibirá ninguna indemnización por los daños que sufrió y por los gastos personales que tuvo que afrontar. Inicialmente reclamaba una compensación de 56.000 euros. Aquel accidente le destrozó el lado izquierdo de su cuerpo. Permaneció un mes y medio ingresada en el Hospital Xeral y otras dos semanas en el hospital de Fátima antes de que le dieran el alta.

La compañía aseguradora le cubrió un año de rehabilitación, pero pasado ese tiempo tuvo que continuarla por su cuenta y pagársela de su bolsillo porque sentía que aún le quedaba mucho tiempo para estar bien . «Lo que más les interesaba al seguro era invertir en mí lo justo para sacarme de en medio», expresaba ayer.

Ahorros perdidos

Declara que aquel accidente fue una ruina económica y personal. «A día de hoy no he recibido nada, he pagado médicos, informes y me he gastado hasta el último céntimo que teníamos mi hijo y yo para abrir una tienda de flores, con lo que todavía no he podido incorporarme a mi vida laboral», dice.

Tuvo que emplear unos ahorros que disponía para emprender el negocio los en curarse y seguir subsistiendo durante el tiempo que duró su convalecencia.

A base de mucho esfuerzo y empeño personal, pudo recuperar el estado físico que tenía antes del accidente y volver a jugar al tenis. Recobró la forma, a pesar de que un médico le dijo que se iba a quedar coja y que jamás podría volver a hacer deporte.

Todas las semanas realiza los entrenamientos con la raqueta en Samil y para desplazarse hasta allí no le queda más remedio que hacer uso del transporte público. «Ahora utilizo el autobús, porque gracias a Vitrasa ni tengo coche, ni tengo nada», afirma.

Para que conste su malestar siempre paga los billetes con monedas de un céntimo.

No todos los conductores se toman este gesto de la misma manera. «Hay algunos que son encantadores y se toman su tiempo y a otros les da tiempo para soltar algún taco mientras cuentan las monedas», dice. Algunos incluso agradecen que les facilite tanto cambio. «Lo que más me sorprende es que algunos choferes reemprenden la marcha cuando todavía no han terminado de cerciorarse de que el pago es exacto», afirma. «No es normal que se pongan a contar monedas mientras conducen y tienen a una persona de pie esperando; no es normal que lo hagan por el motivo de tener que cumplir un horario», manifiesta.

Reconoce que alguna vez no ha podido subirse al autobús «por el hecho de que al conductor al verme no le ha dado la gana de parar para no perder tiempo contando monedas.».

Un accidente de tráfico interrumpió durante dos años y medio la vida de Mirian Lorenzo. Por eso ahora no le importa que los conductores de Vitrasa tengan que dedicar unos minutos para contar la 132 monedas que les entrega cada vez que necesita coger un autobús, a modo de reflexión.