El exadministrador: «Me dijo que le pagó 300 euros a un marroquí para que me diera una paliza»

La Voz

GALICIA

Manuel Iglesias aseguró que, para él, Fernández Castiñeiras «no era de confianza», aunque admite que no todos los canónigos tenían la misma opinión

22 ene 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

Esa actitud «bastante agresiva» que relató el exdeán de la catedral de Santiago fue corroborada por el que fue administrador entre marzo del 2002 y febrero del 2011. Manuel Iglesias, que también compareció como testigo en el juicio, aseguró que, para él, Manuel Fernández Castiñeiras «no era de confianza», aunque admite que no todos los canónigos tenían la misma opinión. «Para unos en el cabildo sí lo era y para otros no», añadió.

Cuando el presunto ladrón del Códice declaró ante el juez instructor, José Antonio Vázquez Taín, dijo llevarse mal con Iglesias. Una relación difícil e incluso violenta a tenor de lo que ante el tribunal de la sección compostelana de la Audiencia Provincial relató el exadministrador de la basílica. «Llegó a amenazarme. Me dijo que conocía todos mis hábitos de vida y que había pagado 300 euros a un marroquí para que me diera una paliza. Y me dijo que era el dinero mejor gastado de su vida. Yo me lo tomé a broma, pero un día me vino un señor de apariencia marroquí a la sacristía y me dijo: ??Con usted tengo yo que arreglar ciertas cuestiones??». Sin embargo, no volvió a verlo nunca más.

Ese no fue el único incidente violento que refirió Manuel Iglesias. También contó que en otra ocasión Fernández Castiñeiras se le presentó «con el traje de faena» y «con un palo en la mano» en la sacristía. «Me dijo que iba a haber más que sangre si salía a dar misa. No le hice caso y fui. Vino conmigo y al final me ayudó a dar la misa. Luego me dijo que los hombres hablando se entienden».

Robo en la Corticela

Iglesias no fue el único canónigo de la catedral con el que Fernández Castiñeiras había tenido problemas. Ayer también declaró como testigo el prefecto de Ceremonias, que es también párroco de la Corticela. Juan Filgueiras explicó al tribunal cómo hace años el electricista hizo unos trabajos en la capilla para los que le tuvo que dejar las llaves. Tiempo después, entró un día en la iglesia y se la encontró abierta. Fue a la sacristía y halló allí -según dijo- al presunto ladrón del Códice. «El armario donde guardo las colectas también estaba abierto, por lo que le dije que se fuera», añadió. El actual deán, Segundo Pérez, iba a relatar un episodio idéntico muchos años atrás en el Instituto Teológico, del que fue director, pero finalmente las acusaciones renunciaron a su testimonio.