Aparecen muertos por envenenamiento ocho perros que vivían en una finca de O Son

María Hermida
maría hermida RIBEIRA / LA VOZ

GALICIA

MARCOS CREO

El Seprona cree que les dieron estricnina, una sustancia que en España está prohibida

21 ene 2015 . Actualizado a las 16:43 h.

La de ayer debió ser una noche triste para Carlos López, un vecino de Porto do Son de unos ochenta años. Volvía de un viaje con su mujer, y su hijo tenía previsto comunicarle a su llegada la desgracia con la que se topó por la mañana. Carlos tiene una finca en la que otrora funcionaron unos invernaderos. Allí pasa buena parte del día, es su segundo hogar. En ella cuidaba a ocho perros. Estos días, como Carlos tuvo que ausentarse, su hijo Luis se encargaba de los canes. Dejó a los animales «tan tranquilos» el lunes sobre las seis de la tarde. Y, ayer, cuando fue a verlos por la mañana, siete estaban muertos y uno agonizaba. Horas después se supo que lo más probable es que todos ellos hayan sido envenenados.

Sobre las diez de la mañana, Luis se dio de bruces con la imagen dantesca. Conforme recorría la finca, se iba topando con los cadáveres. «Pobrecitos, algunos parecía que seguían dormidos. Dejé a cuatro de ellos atados porque había unos caballos por fuera de la finca y estaban nerviosos, así que el que vino lo tuvo muy fácil», decía. Llamó a la Guardia Civil y a la protectora de animales Arca para que le ayudasen. Cuando los agentes empezaron a inspeccionar la zona, murió el octavo animal. El Seprona abrió una investigación. Su principal hipótesis es que fueron envenenados con estricnina, una sustancia prohibida en España.

Al preguntarle a Luis qué es lo que cree que ocurrió, tira de prudencia: «Supongo que es una venganza de alguien, pero no puedo acusar a nadie. Me imagino que hay a quien le molestan los perros aunque estén en medio del monte». Luis recuerda que hace años vivieron un episodio similar. Y, luego, cuenta algo que le da más tristeza a la historia. Estos canes son descendientes de perros que su familia fue recogiendo de la calle. «Mi madre adoptó muchísimos, a uno de ellos lo sacó de un agujero donde lo habían metido», narra.