La culpa es de los enfermos, por no avisar a tiempo

GALICIA

18 ene 2015 . Actualizado a las 04:00 h.

campo de batalla

Es cierto, falta cierta educación sanitaria. Es un hecho que el 70 % de los ingresados con gripe en urgencias no se habían vacunado, y que muchas personas acuden a este servicio «por si acaso». Es natural, el miedo. Pero eso ya lo sabíamos, y lo sabían en el Sergas. Viene de viejo. De ahí que, visto lo visto, sería conveniente que los gallegos que estén pensando ponerse enfermos, por ejemplo, el próximo verano, vayan pidiendo la vez en sus respectivos hospitales. De lo contrario, ya sabemos lo que nos espera, un gran colapso parecido al de estos días, con pacientes subiéndose por las paredes de urgencias más de 24 horas seguidas. O, si lo prefieren, con cierta falta de confort, según las palabras de la conselleira de Sanidade, Rocío Mosquera, que ha tardado quince días en encontrar la definición más peculiar al fenomenal caos del que es responsable primera o, como mínimo, segunda. Que la conselleira se haya demorado dos semanas en dar explicaciones sobre el gravísimo estado de los hospitales públicos es todo un síntoma, y no precisamente de la gripe. El sistema sanitario gallego no ha superado la prueba del algodón del pico epidémico, y las disculpas que tanto ella como el presidente de la Xunta ofrecieron a los ciudadanos no son suficientes ni para los sufridores pacientes ni para los profesionales que se dejan la vida intentando hacer más llevadera la del resto. No hace falta imaginar qué hubiese pasado si, en lugar de este virus, la epidemia fuera de algo aún más serio. Para Rocío Mosquera, parte de la culpa es de los pacientes. Mal comienzo para resolver el problema, pues en su mano está mejorar las condiciones de una sanidad pública con síntomas de ser cada día menos pública. En su mano está utilizar los medios que sean necesarios, y en lanzar las campañas de concienciación que considere convenientes. Lo que sea, para eso le pagamos, con tal de que los pacientes no queden abandonados a su suerte en el pasillo de un hospital, con el personal sanitario al borde de un ataque de nervios. Porque no estamos hablando de confort. Estamos hablando de salud. Y, también, de dignidad.