El líder de la secta de Oia, detenido en Madrid por abusos sexuales y estafa

Monica Torres
mónica torres TUI / LA VOZ

GALICIA

Javier Lizón | Efe

Una mujer que era su mano derecha también fue arrestada en su mansión de la sierra

12 dic 2014 . Actualizado a las 10:12 h.

Feliciano Miguel Rosendo da Silva, exlíder de la Orden y Mandato de San Miguel Arcángel, y su mano derecha, Marta Paz Alonso, pasarán a disposición judicial en las próximas horas en Tui. Los dos fueron detenidos ayer por la mañana en el chalé que Rosendo da Silva tiene en el municipio madrileño de Collado-Villaba. Tras ser destituido por el Obispado de Tui-Vigo por «conducta inapropiada», Rosendo estableció en la sierra de Madrid La Voz del Serviam, la institución heredera del grupo que había fundado en Oia.

Agentes de los equipo de Policía Judicial de la Guardia Civil de Pontevedra y Tui se desplazaron a la capital para practicar los arrestos y registros ordenados por el Juzgado de Instrucción Número 1 de Tui, encargado del caso, que ha decretado secreto de sumario según fuentes del Tribunal Superior de Xustiza de Galicia (TSXG). Los dos detenidos fueron trasladados ayer en vehículos camuflados desde Madrid hasta la Comandancia de Pontevedra, lugar al que llegaron cerca de medianoche.

A los dos arrestados se les imputan los mismos presuntos delitos de asociación ilícita en concurso con blanqueo de capitales, abusos sexuales, estafa y delitos contra la integridad moral. De ellos deberán dar cuenta entre hoy y mañana ante la titular del juzgado tudense.

Material incautado

La Guardia Civil registró el domicilio durante horas y se incautó de numeroso material que viajó con ellos y los arrestados hacia Galicia. Entre esos efectos hay ordenadores, memorias externas y otro material informático, pero también registros en libretas, documentación relacionada con la estructura organizativa de la asociación. La entidad está jerarquizada en lo que sus miembros denomina «árboles», los responsables de cada grupo, según el organigrama de La Voz del Serviam.

La Guardia Civil se incautó además durante el registro de distintas vestimentas de la asociación y de una cantidad de dinero en efectivo que superaría los 3.500 euros.

Cuando los agentes llegaron a la propiedad había unas cinco personas, aunque durante la mañana el grupo fue aumentando. La intervención y registro se centró en esta propiedad, una mansión de más de 400 metros cuadrados, rodeada por una amplia finca de cerca de 1.000 metros con piscina, barbacoa y garaje. Había una zona en obras en la que, presumiblemente, se proyectaba construir una capilla.

Tras los registros, los arrestados abandonaron la propiedad arropados por varias personas. Marta Paz Alonso, vecina de Moaña y de 29 años de edad, se mostraba tranquila mientras se despedía de sus compañeras y entraba en el vehículo oficial preparada para el viaje hasta Galicia, con dos botellas de agua entre las manos.

«Le han comido el coco»

Feliciano Miguel Rosendo, que ahora se ha dejado barba, también aparecía tranquilo ante las cámaras de televisión que se desplazaron a este lugar para seguir los arrestos. Se fumó un cigarrillo antes de entrar en el vehículo y su hijo lo acompañó hasta que la comitiva policial abandonó el lugar.

Se da la circunstancia de que los padres de Marta son dos de los exmiembros de la asociación San Miguel Arcángel que 24 horas antes habían comparecido en una rueda conjunta ofrecida con otros familias para denunciar las prácticas del grupo. Su padre, Carlos Paz, quien estuvo involucrado en esta presunta secta durante casi dos décadas son su esposa Concha Alonso, no pudieron convencer a su hija «porque le han comido el coco».

Marta Paz es una de las llamadas «monjas miguelianas» o «bastones», que ya actuó en el coro musical de la Orden y Mandato de San Miguel Arcángel para el Papa Benedicto XVI durante las Jornadas Mundiales de la Juventud, celebradas en Madrid en el 2011. Su padre explicó lo difícil que es tomar la decisión de romper lazos con esta organización, «a la que dedicamos tiempo, dinero y trabajo». También dijo que la mayor presión que reciben los familiares proviene de sus propios hijos, quienes les advierten de que se olviden de ellos si insisten en sacarlos de la congregación.