El doloroso tránsito de un hombre

x. m. cambeiro SANTIAGO / LA VOZ

GALICIA

XOÁN A. SOLER

Currás se mostró ayer huidizo y desabrido con los medios y la oposición

11 jun 2014 . Actualizado a las 13:02 h.

La climatología a veces juega malas pasadas. Ayer, en vez de sumarse a la tristeza del doloroso trance de Ángel Currás, el cielo compostelano se abrió radiante y esplendoroso. En lugar de remarcar el duelo de la vieja etapa, rubricó la apertura de la nueva. Las terrazas del casco viejo ofrecían un mediodía reluciente, con decenas de acentos familiares o extraños alzándose en las mesas.

El japonés, curiosamente, se codeaba con el inglés o el alemán, entre los extranjeros. Secuelas de la visita de mandatarios japoneses y de la irrupción de Turkish Airlines. Ángel Currás ha pasado por delante de la grey terracera, con algún colaborador, sumido en la melancolía. Tras una jornada en caliente, la del anuncio de la dimisión, en frío las historias se rumian y empieza a brotar la pesadumbre.

El regidor no ha abandonado su estampa mustia y desabrida en toda la mañana, en contraste con el tiempo y la música callejera. Un barbado gaiteiro hace sonar su instrumento bajo el arco del pazo arzobispal y le brotan piezas allegrissimas. ¿Está celebrando la marcha del alcalde? «Non, oh, a min o alcalde dame igual. Agora que ten tempo invítoo a tocar cos músicos da rúa, se domina algún instrumento», dice el músico, que tiene un turno de hora y media para sacarle el máximo rédito a su gaita.

En el centro de la plaza do Obradoiro hormiguea un abigarrado grupo de turistas. Una joven, micrófono en ristre, le relata a una cámara las nuevas de la renuncia de Currás. Una pareja de nórdicos con un niño pasa al lado ajena al submundo político de la ciudad.

En las puertas de Raxoi el socialista José Ángel Baqueiro y el asesor popular Carlos Varela, a quien Currás incorporó a su equipo de última hora (iba de suplente en la candidatura del PP), charlan amigablemente. «A túa figura confúndese coa praza do Obradoiro», le dice Baqueiro al cronista al asomar sus narices. Si viniese de una edila sería un piropo celestial.

Justo en ese momento cruzan el umbral hacia la plaza Ángel Currás y Reyes Leis. Al «hola» del cronista responden casi al unísono «buenos días». El alcalde lo hace enhiesto y con la mirada ascendiendo sobre el pelamen del periodista para situarse en la torre de la carraca. Algunos informadores, con los que el huidizo alcalde jugó al ratón y al gato por los pasillos del consistorio, le salen al paso. Le preguntan no sé qué y Currás replica, glacial y displicente, perorando con Reyes Leis. En cierto momento, ante la insistencia de una informadora, revienta: «¡No ve que estoy hablando con una persona!».

Que no tenía su día lo pudieron comprobar los propios portavoces de la oposición, Francisco Reyes (PSOE) y Rubén Cela (BNG). Se cruzó en un pasillo del consistorio con ambos, por separado. Los dos le saludaron y, como no existía un punto de referencia elevado, sus ojos se extraviaron en el horizonte sin devolver el saludo. «Ni cinco minutitos para una despedida, para tomar algo, nada de nada», lamenta Paco Reyes. Se queja amargamente de los desencuentros de Currás con la oposición. El consenso, convertido en especie protegida, se salvó algunas veces gracias a la voluntad de algún edil popular.

Otro carácter

«Qué diferencia de carácter con Agustín Hernández», prosigue el portavoz socialista, con el asenso de su colega nacionalista. El futuro alcalde telefoneó ayer a los dos para saludarlos, proponerles colaboración y aunar la causa de Raxoi sin perder el tiempo abrillantando el releje del hacha de guerra. Como comienzo, no está mal. Rubén se sonríe. «Non te creas», replica para quitarle hierro a su sonrisa.

Alejandro Sánchez Brunete, Carlos Varela y Francisca (Fran) García, personas de confianza de la alcaldía, saludan efusivamente. Por un pasillo se dirige hacia la salida Adrián Varela, el hombre cuya propuesta del pago de su defensa, provocó la defenestración de siete ediles. A la mañana había acudido a un juzgado como acusado de ordenar el despido de la mujer de un sindicalista. ¿Cómo estás? «Más delgado», contesta. No me extraña. Se muestra muy cordial y asegura que lo va llevando lo mejor que puede. Entró veinteañero en Raxoi y salió treintañero con un bagaje de experiencias inolvidables.

Tras constatar que en Raxoi no había ni crespones negros en un ala ni confetis en la otra, el cronista se soltó por las rúas cercanas. La rúa del Franco, al mediodía, hierve a fuego lento. «Pero como se resistiu o Currás, non deixaba o cargo nin de broma. E enriba metíanos xente de A Coruña, Lugo, Ourense e Pontevedra, como se aquí non a houbese», dice un militar retirado. Bueno, la diversidad no encaja mal con el espíritu universal y capitalino.

Medio centenar de ciclistas de indumentaria multicolor irrumpen en el Franco. ¿De donde vienen? «Do Porto», responde uno desde el sillín. Van hacia el Obradoiro. ¿Les va a recibir el alcalde? «¿Qué?», dice el ciclista sin dejar de pedalear dejando atrás a este bicho raro. Junto a las Marías, un numeroso grupo de niños muy pequeños se zampan sendos bocadillos junto a sus tutores. ¿De dónde sois? «De Carnota», contesta uno. «Non, eu son de Lira», añade otro. «E eu de Muros», dice un tercero. ¿Sabéis que Santiago cambia de alcalde? «No, pero el Rey se marcha y deja a Felipe VI», suelta uno de los infantes.