Ángel Currás, una carrera política que se torció casi en el inicio

x.m.c. Santiago / la voz

GALICIA

10 jun 2014 . Actualizado a las 07:00 h.

Ángel Currás ha dado un forzado carpetazo a una carrera política que emprendió de puntillas, de la mano de Gerardo Conde Roa. Había tenido incursiones técnicas, como la gestión del Gaiás naciente y de la Oficina del 2000 (abierta para preparar la capitalidad cultural de Santiago), y con la llamada de Conde juzgó que ya era hora de enfilar la vía política. De predecir el terrible berenjenal en el que le iba a meter esa radiante aspiración no hubiera abandonado seguramente las aulas del instituto Xelmírez I en las que impartía materias científicas.

Conde Roa le mantuvo a su vera como hombre de confianza en su periplo municipal y le agasajó con las mayores atenciones, incluido el sentarle en su sillón cuando los jueces le enseñaron al exalcalde la salida de Raxoi por sus infidelidades con la hacienda estatal. A Currás le hirvió la sangre política al sentirse heredero de una vocación familiar en tierras lucenses.

Lo primero que hizo fue empezar a desandar lo andado por su antecesor y atemperar los proyectos calientes de Conde Roa, algunos de los cuales han desembocado en los despachos de la jueza Pilar de Lara. Apenas dio dos pasos en su gestión local cuando la magistrada lucense le hizo un hueco en la operación Pokémon en calidad de imputado, lo que dio inicio a un torrente de episodios judiciales que terminaría llevándose por delante a la casi totalidad de la corporación.

El nombre de la ciudad sufrió temblores sísmicos con cada batacazo judicial que se han llegado a sentir en puntos tan lejanos como el poderoso The New York Times, frente al malestar ciudadano y la indecisión de los líderes del PP pese a sus temores hacia el enlodado panorama de Raxoi.

Cuando se produjo la hecatombe judicial que mandó a casa a nueve ediles, la cúpula arreció en sus recados a Currás, que se vistió de armadura y se dispuso a repeler a los discordantes con su permanencia en la alcaldía. Rearmó el equipo y llegó a actuar de hombre orquesta en la gestión municipal a lo John Balan, pero su tozuda aspiración se torció al fin cuando comprobó que tenía un sustento popular muy frágil.